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Domingo, 16 de octubre de 2011

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

La vida es una caja llena de lechuzitas

 Por Adrián Abonizio

* Tiene un gesto sacramental mientras se lava las manos frente al espejo. Se ha afeitado, lavado los dientes, desayunado y está dispuesto saltar de su casa-bunker al campo de batalla. Toma la sublingual que le recomendaron como una ostia y se hace la señal de la Santa Cruz. Luego a modo de crucifijo se cuelga y esconde bajo la camisa celeste el pen drive, único dios a quien le permitirá conocer sus pecados y sus más caros secretos.

* Ahí va Rubén, hoy un destacado dentista. El día que arbitró profesionalmente un partido de fútbol -había estudiado para referí- tras veinte minutos penosos de yerros y disparates, los capitanes de ambas escuadras conferenciaron en el medio campo y los veintidos jugadores resolvieron echarlo de la cancha. Debut y despedida. Ayer mientras trataba un conducto creyó reconocer a uno de ellos pero no le hizo doler ni un poquito de más.

* Ella es una viajera crónica, experta y confiada aunque con poco o nada de fe por encontrar algo nuevo. Oscuridades maltrechas, señales de un mundo poco conocido y nutritivo como para bebérselo de un trago pero que tardan en manifestarse. Beberlo en fraternidad, se dice. Está en una sala de espera, la única noche a la luz del día mientras oscurece y se ha puesto a llover. -Por más que odiemos y deseemos a nuestros enemigos lo peor, ello casi nunca ocurre. Y nos ablandamos. Perdonar, pero perdonar a nuestra esperanza que se ha animado a salir para proponernos que perdonemos, eso es lo que debemos hacer, escribe. Y culmina: -A riesgo de nuestra salud. En la sala del médico gastroenterólogo ella repasa que su bronca la ha llevado a la úlcera, porque no puede evitar tener memoria. -Por suerte mi obra social me paga los medicamentos, observa y entra al consultorio pensativa.

* Hablan de una tostadora y de una juguera como si fuesen parientes queridos. Un niño toba intenta venderles lechuzitas de arcilla: ni se dan cuenta que está ahi. -Yo todos los santos días me como una banana en ayunas. -Yo una naranja, gracias al exprimidor. -Es más práctico por lejos. Y se enriedan en marcas y sistemas, mientras afuera el mundo se desploma y la caja de cartón con lechuzitas sigue llena avanzando entre el pasillo de las mesas como manejada por hilos que nadie ve.

* ¿Qué significa la frase el lunes próximo pasado?. ¿Es el ayer o el futuro?. Sirvase disculpar por las molestias. ¿O molestar por las disculpas?. Ante cualquier duda consulte con su médico. ¿O será ante cualquier médico consultar con su duda?. -Las penas me causan gracia y las gracias me causan pena, medita y se queda muy orondo en la cola del gas. Ha descubierto un juego nuevo para evitar las hartantes palabras cruzadas.

* "Al llegar a los veinte años los americanos ya han llegado a observar por tevé cerca de 20.000 crímenes", lee con estupor. Argumenta que no contabilizaron los jueguitos de las compus. La cifra ascendería ferozmente. -Y eso que no vieron jugar a mi equipo, deduce con lógica, sin dolor alguno.

* El aire de gladiador barbado, sus gestos y resolución lo convierten en un líder natural. Todos le conceden el cetro y lo estimulan. Se sienten amplios y protegidos a su lado. Una noche se llegaron a comer un asado a una quinta y fueron recibidos en la semioscuridad por dos perrazos que movían el rabo a pesar de su aspecto. Lejos, el dueño voceó sus nombres para tranquilizar a los invitados. Nuestro héroe enpezó a temblar: Todos pensaron que bromeaba y la noche transcurrió como si nada. Pero él, que sabía de su fobia a los perros, concurrió al otro día a un terapeuta. Allí, confirmó otra cosa: Su homosexualidad. Empezó a ser menos líder pero más feliz. Ahora vive en un departamentito con su novio, rodeado de gatos y han adoptado un caniche que se llama Bravo.

* Es un kiosco pobre, recién abierto: Una ventana de casa con golosinas dentro. Ningún cartel, ninguna propaganda. El hambre y el apuro lo han hecho abrir así, sin nada. Observa el ejercicio de supervivencia junto con un conocido, hijo dilecto del cinismo, quien vuelve sobre sus pasos y a falta de timbre da palmadas fortísimas. Sale una señora asustada por el primer cliente que tiene. El amigo pide elementos exóticos: cigarrillos importados de marcas inclasificables, preservativos raros, chocolates caros. Nada de eso hay. -Qué pena, qué pena, lo mira decir. El extrae cincuenta pesos y compra todo el valor en tiras de caramelos. Luego se los da a un pibito de la esquina. El amigo sabe de la jugarreta y esgrime lo que él esperó para darle un toque de nudillos en el labio y luego apartarse: la sonrisa, esa vieja sonrisa de imbécil. Sabe que no pegó por reivindicación sino por ausencia de talento para la ocurrencia.

* En la vereda de la Plaza López hay un pajarito muerto al que se lo están devorando las hormigas. Justicia definitiva, venganza en equipo. Tras la vidriera juegan las bellezas tenísticas de Stephen versus Ivanovic. A ambas el viento del polvo de ladrillos les levanta las polleritas. Ve vasitos de plásticos con sobrantes de vino de la madrugada apoyados discretamente en un banco. Aún borrachos siente él que perdura en ese gesto una gran elegancia. Se sienta y entonces aparece el vendedor toba de lechuzitas. Compra la más grande y la guarda, acariciándola dentro del bolsillo como si fuera el muslo de alguna de las chicas deportistas. Se oye un toque de campanas. Uno solo. La vida en este domingo empieza a resultarle maravillosa; en media hora estará a solas con la mujer más bella del mundo, mientras sus padres concurren a misa de once.

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Imagen: Alberto Gentilcore
 
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