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Viernes, 10 de febrero de 2012

CONTRATAPA

La necesaria tristeza para poder pensar

 Por Gary Vila Ortiz

George Steiner nos recuerda que Schelling atribuye a la existencia humana una tristeza fundamental, ineludible. Más concretamente, esta tristeza proporciona el oscuro fundamento en el que se apoyan la conciencia y el conocimiento. Lo que es más, comenta Steiner, este fundamento sombrío debe ser la base de toda percepción, de todo proceso mental. Este autor nos dice que nada nos ha llevado más allá de la identificación del pensamiento con el ser, "identificación que debemos a Parménides". No está claro en modo alguno, agrega Steiner, que podamos estar sin pensamiento. Steiner da cuenta de esos místicos o algunos adeptos a la meditación que se han "propuesto como objetivo el vacío, un estado de conciencia enteramente receptivo en tanto que vacío. Han aspirado a habitar la nada". Alguien escribió que la nada es un imposible, lo cual nos permitiría decir que la nada no puede ser habitada. Tal vez en algunas experiencias de ciertos estados místicos o de meditación de los orientales se podría decir que pueden alcanzar esa nada, pero no lo sabemos, debe haber alguien que pueda intuirlos o al menos hayan intentado esa intuición, pero si alguien la alcanzó nosotros no tenemos idea de quien fue, tal vez una mera sospecha.

Son muchos los que achacan a los argentinos una tristeza esencial. Tal vez ya no sea así, la tristeza de los mejores poetas del tango ha ido cayendo por una pendiente inevitable hasta llegar a la absoluta mediocridad de las actuales formas de música popular que son copias harto ambiguas de músicas de otros países con alguna excepción. Hasta el fútbol ha dejado de ser algo argentino, de allí su notoria decadencia.

Esta sospecha nada tiene que ver con Steiner, por cierto, pero la tristeza y la bronca de los libros esenciales de nuestra literatura ya no existen. Nunca podemos volver a tener a un Sarmiento, un Alberdi, un de la Torre, un Borges, Un Martínez Estrada, un Scalabrini Ortiz, un José María Rosa, es decir en el amplio espectro de nuestras ideas ya no existen las ideas sino una caricatura de las mismas, y creo que lo de caricaturas es exagerado, no llegan ni a serlo.

Si más de una vez se nos achaca la tristeza, la melancolía, las nostalgias, uno debería responder y ¿por qué tiene que ser de otra manera?

El libro de Steiner se titula "Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento" y ya hemos hablado de él, es un breve libro tremendamente sugestivo. Y para un argentino aún más, aunque las coincidencias pueden ser exageradas. Por otra parte se trata de distintas formas de la tristeza, en algunos casos llegan a ese feo pecado de la desesperación y que es mucho más que la tristeza.

En otro plano los argentinos tenemos más de diez razones para tener un pensamiento triste y expresarlo de distintas maneras. Alguien podría decir que primero hay que comprobar que los argentinos tenemos un pensamiento, no pensaremos con mucha claridad pero pensamos. Todos los días nos encontramos con hechos delictivos de todo tipo, lo cual exige una forma del pensar. No se delinque desde la nada. Por lo cual podemos suponer que todas las semanas podríamos intentar una historia casi diaria de la infamia.

Pero nos resulta más preocupante la decadencia por la cual camina nuestro lenguaje. Con las excepciones de rigor, es de lamentar la forma en que una gran mayoría de argentinos se expresan. Sobre todo por los medios masivos de presunta comunicación, como es la televisión. (Por cierto es que el lenguaje con el cual se comunican los más jóvenes por los celulares es un desastre, pero ya hemos hablado de ese tema y no hay necesidad de repetirlo).

El lenguaje que utilizan los panelistas, invitados y otras yerbas que se pasan por esos programas de "chismes" que agravian a la televisión, es mediocre y además en muchos casos petulante. Hay noticieros que mantienen una línea de buen lenguaje, pero no son muchos.

Estuve unos días en cama por lo cual, aunque leí bastante, no puede evitar ver algunos programas de televisión verdaderamente lamentables. Uno es bien conocido y creo que tiene mucha audiencia, que supongo irá aumentando en la medida que su calidad disminuye día a día.

Ya el título, "Gran hermano" define la extrema vileza de quien lo puso, venga del país que venga. Tomado de un libro de George Orwell, no creo que los más jóvenes lo hayan leído con atención o por algún motivo hayan abierto sus páginas. Es el retrato más fideligno de cualquier forma de autoritarismo, una siniestra forma de hacer del hombre alguien que carece de la más mínima libertad y es vigilado, se encuentre donde se encuentre, por la fotografía de ese "gran hermano" que los domina.

Orwell pintaba en su libro el totalitarismo stalinista, ya que su experiencia en España, peleando contra el franquismo, le puso en evidencia lo siniestro de las maquinaciones de este stalinismo, tan terribles como las de Franco, Hitler o Mussolini. Y muchas cosas de esa novela escrita en 1948, siguen estando latentes y muestran sus inesperadas consecuencias. Por ejemplo, la invención de ese Ministerio de la Verdad que es el responsable de las falsificaciones de la historia y de una Neolengua, que expresa todo lo contrario a lo que el lenguaje, sobre todo el de los grandes autores, decía y se transforma en todo lo contrario.

Ver algo del "Gran hermano" que ofrecen algunos canales argentinos es una cabal demostración del paulatino triunfo de la Neolengua. Todo esto observado con beneplácito por el Gran Hermano y el séquito de aduladores que son sus partidarios. Creo que la mayoría de la gente joven que participa del programa no debe tener idea del significado del Gran Hermano, de lo que implica la falsificación de la historia además de hacia qué lugar nos encamina esa neolengua que es la que usan los participantes del programa.

Las escenas que se pasan de aquello que sucede dentro de esa "gran prisión" que es la casa, con subtítulos que explican de qué se trata, no solamente son burdas, sino que muestra la aceptación, por parte de quienes se encuentran allí, quienes han aceptado se supone las reglas de este juego verdaderamente monstruoso.

Y hay más aun. No tan sólo el pensamiento (para el Gran Hermano se trata de el Pensacrimen) es mortal sino que también existe un "Rostrocrimen" que observa con atención las expresiones de los participantes y de eso deduce su participación en algún complot que vulnere al Gran Hermano. Por ejemplo, una expresión inadecuada cuando alguien del grupo parece hablar de su alegría por tal o cual victoria de los partidarios de ese sistema sofisticado de sofocar cualquier intento de libertad.

Es decir, todo aquello que tenga un aire de libertad es condenado con ese lenguaje que es rastrero, confuso y contradictorio. Por ahora suponemos que todo esto es voluntario. En algún momento pueden aparecer quienes se nieguen a la aceptación de esas reglas del juego y entonces lo voluntario aparecerá como obligatorio.

Por cierto, que es bien sabido que el entretenimiento es la base del gran negocio que es la televisión. Pero de ninguna manera debe aceptarse que el entretenimiento sea un llamado a ser algo parecido a un esclavo y que todo puede ser falsificado. Esto, claro, no solamente ocurre en nuestro país. De otras naciones nos llegan cosas macabras, entre ellas, el reciente ejemplo de un partido de fútbol en Egipto donde hubo cerca de cien muertos y más de mil heridos.

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