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Martes, 21 de mayo de 2013

CONTRATAPA

Praga días antes de la primavera

 Por Candela Sialle

Hierve desde hace media hora. La sopa se ha reducido a una porción minúscula que no cubrirá el tazón. Con terminaciones impecables, las esquelas de oro fileteadas a cada lado indican la impronta decimonónica. La taza es un obsequio de los camaradas soviéticos. El Kremlin cuida con recelo la vajilla heredada. El duelo por el viejo orden, por sus palabras y sus cosas parece no terminar jamás. Razonable, durante doscientos años la Porcelana Imperial fabricó piezas únicas de uso exclusivo de los Romanov y de los más allegados al zarismo. Los camaradas reconocen el origen dinástico de estos objetos por ello, suelen ser mutuamente condescendientes cuando se descubren fetichizándolos, encantados ante la belleza aristocrática. En esos rituales, y pese a su educación en Moscú, Dubcek se ha sentido siempre un extraño.

La historia de la porcelana habla de la idiosincrasia rusa. Cuando en 1959 Mao desprecia la gula de Kruschev, en verdad, responde con odio macerado en una historia de traiciones. Durante siglos hasta que a Pedro el Grande se le antojo tener su propia fábrica, la porcelana fue importada de China. De aquí robaron los secretos que permitían convertir la masilla tierna en aquella otra dura, conocida como "oriental". De los asiáticos copiaron sus motivos y el color de sus esmaltes. El anexo de generosas cantidades de oro, señuelo distintivo del diseño ruso, es cierto, fue posterior. Obedeció a una elección estética largamente meditada por los alfareros del imperio. El uso del oro permitiría al zarismo acercarse a la fastuosidad que exhibía en su arte el resto de los reinos europeos donde los Romanov anhelaban reconocimiento.

Por todo esto, Dubcek espera... Comprende que el fuego lento puede evaporar su alimento, pero sabe que cuando el tazón este finalmente entre sus manos, ya no podrá evitar asociar a él un pensamiento recurrente: "Los chinos se atrevieron. ¿Por qué nosotros habremos de contentarnos con vivir a rastras cuándo sentimos el anhelo de volar?".

Desde la década del cincuenta, la República Socialista de Checoslovaquia viene experimentando una recesión económica debido a los obstáculos que al modelo soviético impone a su industrialización. Checoslovaquia estaba ya bastante industrializada antes de la segunda guerra, pero las reformas políticas impartidas desde el Politburó, tendientes a garantizar la concentración de la toma de decisión, acapararon las energías creativas. Energías --permítanme la redundancia-- generalmente escasas, aunque pocos noten esta condición. Alexander Dubcek comprendía que en política, las fuerzas de los mortales se debaten entre el gestionar o el conspirar. Sabía además que, ambos órdenes son excluyentes. Y es que el conspirar es una labor psíquica tan intensa, que agota la posibilidad de que los sujetos produzcan en otro registro que no sea el imaginario. En Praga los soviéticos habían dado pruebas suficientes de la verosimilitud de la intuición Dubcekiana. Algunos pocos años atrás, los checos se levantaban en una mañana lluviosa con doce hombres menos en el Comité Central del KSC. Sobre cada uno de ellos se había montado la acusación de "traición y conspiración trotskista﷓titoísta﷓sionista". Dubcek no tiene intenciones de ofrecerse como un nuevo mártir. Mientras ingiere el fluido pastoso, define la estrategia con la que presentará las reformas.

Viaja a Moscú, manifiesta públicamente su lealtad inquebrantable a la causa socialista. Se esfuerza por explicar que sus ideas tienen un carácter local, que son modificaciones leves pero necesarias para armonizar las posiciones de los aliados partidarios con los que se ha establecido el Frente Nacional. Socialdemócratas, democristianos y liberales gobiernan su patria desde 1945. En esta coalición amasada en los días de la resistencia a las invasiones nazis, el partido comunista tiene una mayoría de 2/3 de los votos. De aquí que, la misión del partido "es construir un socialismo que se corresponde con la histórica tradición democrática de Checoslovaquia", declara.

Comenzaba la primavera.

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