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Miércoles, 8 de junio de 2016

CONTRATAPA

Una lechuza en la plaza

 Por Gloria Lenardón

No es posible decir en estos momentos, en plena noche, no hay un alma en la plaza, porque hay una lechuza que encogiendo sus garras la sobrevuela, guiada por sus ojos luminosos y grandes. Sus alas vibran sobre los canteros como las ramas de los árboles y no es por el viento que sopla, se la ve pasar debajo de la luz de los focos que están enteros. Cada vez que en la plaza la lechuza tiende las alas busca ciertas presencias en algún lugar del terreno. En la práctica es el caballo el personaje de la plaza, en cada estatua ecuestre levanta las patas sosteniendo en su lomo al héroe. La lechuza no quiere ese protagonismo, su cuerpo menudo perfora el aire para agilizar la caza, cuando fija la vista en la presa actúa. Si se lanza en picada es porque hay cerca un animal dañino, lo advierte sin demasiados datos, es decidida, avispada. El grito de la lechuza tiene largo alcance.

Fue en la valla de la plaza donde la lechuza clavó sus garras, la aferró con todas sus fuerzas y lanzó el grito de triunfo, la valla es un animal nocivo, extiende su cuerpo metálico para cerrar la plaza como un anillo, se incorpora en toda su altura y bloquea el paso. Como la lechuza daba picotazos a la valla sin hacer mella en su piel dura, gritaba alertando sobre el peligro.

Si algo así hubiera sucedido en la antigua Atenas -la lechuza era considerada su animal protector- hubiese puesto furiosos a los ciudadanos, imposible no poder entrar a la plaza, no disponer del ágora como era costumbre. Rodeada de edificios públicos, el ágora tenía una actividad febril, tocados por la política los atenienses se reunían a discutir, los que tenían derechos, porque los esclavos y las mujeres entre otros no los tenían, en la Atenas desigual de entonces quedaban afuera. Los ciudadanos que sí los disfrutaban se sumergían en sus leyes para evaluarlas, participar de la discusión era predisposición general, ejercer el debate los obligaba a pensar, a argumentar sobre los contenidos.

Fue en la Plaza de Mayo donde se interrumpió el acceso, nadie pasa, concretamente en la de Mayo y simbólicamente en todas las demás, el espacio público en el que era posible expresarse se prohibía mediante la autoridad abusiva de una valla. En las plazas libres y abiertas todo el mundo puede manifestarse, miles de manifestantes en la protesta por los despidos, los tarifazos. Si las plazas pierden esa condición no hay dónde juntar a la multitud. Las plazas deben crecer dentro de una ciudad, ser cabeza de proyectos urbanos.

Sucedió a días de una nueva marcha "Ni una menos", las mujeres otra vez en la calle, en dirección a una plaza, por sus derechos, reclamando, manifestándose, "Vivas nos queremos", y la nueva pancarta: el costado tenebroso de la lechuza en este nuevo revés: "Justicia para Guadalupe Medina". De apenas doce años, Guadalupe Medina no tuvo chance de salvarse de sus atacantes en villa Banana, murió en el ataque; las mujeres marchando en el aniversario de la primera marcha sin que haya disminuido el número de víctimas con respecto al año anterior, de nuevo en la lucha, juntando voces, para hacerse oír en una plaza, una plaza cuidada, luminosa y limpia, una del centro, sin vallas todavía.

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