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Miércoles, 16 de julio de 2008

CORREO

Crisis

Tanto la crisis energética, como la alimentaria son parte del perverso juego de los monopolios y oligopolios transnacionales.

Para estos pulpos imperialistas, denunciados ya en su tiempo por Rosa Luxemburgo, el planeta no es más que un tablero de ajedrez en el que juegan sus partidas según sus propias estrategias a las cuáles someten a Estados, gobiernos, burocracias y poblaciones.

A propósito de éstas, las poblaciones, son de un modo u otro acorraladas por los gobiernos que actúan como lo que son mandaderos diligentes de las tecnoburocracias multinacionales.

La opción elegida es clara, el sometimiento a las élites de los centros financieros, a su mandamientos sin discusión. Allí tienen su origen peregrinas cuestiones como el tren bala, absurdo proyecto en un país en el que lo que necesita el pueblo trabajador son trenes y medios económicos y ecológicos de transporte.

La actual crisis pone en evidencia entre lapsus y actos fallidos las verdaderas cuestiones que los discursos de máscara ocultan y camuflan. Los requerimientos de pago de la deuda externa﷓eterna, la obediencia a los banqueros y guerreros imperiales y a sus dictados.

Resulta preocupante que los discursos interpelen a las fuerzas armadas e invoquen los recursos naturales ya enajenadas por las políticas de devastación de las últimas décadas y aún en vigencia.

En el país del monocultivo y la tendencia al pensamiento único se avizoran nuevos y múltiples conflictos de intensidad diversa.

Sería hora de autoconvocarnos para enfrentarlos solidarios, lúcidos y autoorganizados.

Carlos Solero

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