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Viernes, 16 de octubre de 2009

El primer día del resto de tu vida

¿Cuándo te diste cuenta de que eras heterosexual?
Esta es una pregunta imposible, que nunca se formula, que no tiene respuesta. Se puede preguntar por el primer amor, por la primera vez, por el primer desengaño. Pero no por el momento en que alguien se da cuenta de que es lo que todos esperan, lo que estaba inscripto en el matrimonio de sus padres, en el resto de su familia, en las películas, en los cuadros, en los poemas de amor y también en los otros, en la ropita del bebé, en la escuela. Un mundo entero preparado desde siglos para la normalidad heterosexual. En cambio, la misma pregunta dirigida hacia alguien que no lo es, resulta inquietante.

 Por Patricio Lennard

¿Cómo lo supiste? ¿Cuándo descubriste la marca que te ubicaba en otra parte? Didier Eribon comienza su libro Reflexiones sobre la cuestión gay con una afirmación: “En el principio hay la injuria”. El insulto, dirigido a mí o a alguien que se parece a mí, me hace saber que soy una persona distinta de las otras. En general ése suele ser el despertador, el ojo del otro que descubre en uno la diferencia y que la marca a fuego. Eso soy yo. Eribon cita como ejemplo de esta experiencia primera, y que se repite luego muchas veces a lo largo de la vida no hétero, la letra escrita por Sara Mules para el disco de Big Ostertag, “All the Rage”: “La primera vez que alguien me llamó marica y comprendí que era yo... el mundo se reveló brutalmente con esa simple palabra que brota de la frase como una explosión, algo malo que hice, algo que no debería ser, marica”.

–Si no existiera este momento de epifanía, no tendría lugar ni sentido el momento que le sigue, aunque no siempre es simultáneo, conocido como la salida del closet. No es que venga uno gracias al otro sino que son dos momentos ineludibles de la experiencia homosexual. Los testimonios que aparecen a continuación responden cada uno a su manera a la pregunta: ¿cómo te diste cuenta? No a todos les resultó tan sencillo encontrar un momento preciso, pero luego de un esfuerzo mnemotécnico, y también de un despliegue de imaginación, las escenas fueron apareciendo, no todas tan violentas ni tan tristes como en la canción de Sara Mules.

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Imagen: Sebastián Freire
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