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Viernes, 16 de julio de 2010

No te la cuento, la viviste a tu manera

 Por Gabriela Campos

A tus 2 años y medio no sabías de tratados internacionales, ni convenciones, ni artículos, pero conocías (y vivías) cotidianamente cada uno de tus derechos; aun los que no tenías formalmente dados antes de que nos casáramos. A tus 2 años y medio conocías el valor de la verdad y la expresabas a tu modo con esa lógica que sorprende y descoloca.

A tus 2 años y medio te diste cuenta de que algo en las semanas de junio y julio de 2010 tensaba el ambiente en tu familia, que había ansiedad. Lo expresaste en berrinches y mal humor. Resulta llamativo que justo en ese momento hayas empezado tu etapa de los porqués. Así que una tarde, mientras nos preparábamos para salir con la cinta multicolor en el pecho, preguntaste por qué, y te dijimos que íbamos a la plaza.

–¡Yo quiero ir a la plaza a jugar! –te entusiasmaste.

Mamu –con toda su ironía– te respondió: vamos a una plaza de reclamos.

En esas semanas, nos levantaste la tarjeta roja varias veces porque en lugar de los dibu, en la tele mirábamos muchas noticias. También preguntaste por qué y te explicamos que esos señores y señoras que hablaban iban a decir que sí o que no; y que queríamos muchos SI porque así, mamu y mami nos podíamos casar.

–¿Por qué se van a casar?

–Porque nos queremos.

–¡Yo me quiero casar con vos y con mamu! –respondiste.

Durante varios días, cada mañana nos preguntaste: ¿ya pueden casarse? Varias veces te dijimos, todavía no. Pero el 15 de julio te levantaste y no preguntaste. Fuimos a tu cama y te dijimos: Juan, ahora sí mamu y mami nos podemos casar.

–¿Por qué? –dijiste.

–Porque ya dijeron que sí.

–Yo quiero ir con ustedes.

–Claro. ¡¡¡Además vamos a hacer una fiesta!!!

Y vos, con toda tu inocencia y tu maravillosa ternura nos dijiste:

–¡¿Va a haber torta?!

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