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Murió Adolfo Suárez, el presidente del postfranquismo

Surgido de la propia estructura de la dictadura franquista, Suáres fue elegido por el rey Juan Carlos en 1976 para encabezar la vuelta a la democracia. En 1977 fue ratificado en las urnas y en 1978 impulsó la nueva Constitución. Renunció en 1981 y resistió el intento de golpe conocido como el Tejerazo durante la sesión del Congreso en la que se designaría a su sucesor.

El histórico dirigente español, que falleció hoy a los 81 años tras una larga enfermedad, no fue elegido por el rey Juan Carlos en 1976 para liderar la vuelta a la democracia por su lucha contra el franquismo, sino todo lo contrario. Ocupo varios puestos en la estructura de la dictadura: del cargo de gobernador civil de la provincia de Segovia en 1968 ascendió rápidamente a la dirección del multimedio estatal, RTVE, y en 1975 formó parte del primer gobierno de la monarquía tras la muerte de Franco, como ministro secretario general del Movimiento, bajo la presidencia de Carlos Arias Navarro.

Cuando el Rey le encomendó la presidencia del gobierno en 1976, tras la renuncia de Arias Navarro, Suárez proclamó: "España está saliendo de la larga y triste vicisitud de la dictadura". En su primer año en el poder y antes de ser ratificado por las urnas, Suárez había declarado una amnistía para todos los delitos políticos, sacando de la clandestinidad y permitiendo la vuelta de miles de republicanos, había aprobado una ley para la Reforma Política, que ponía fin a las Cortes franquistas, y había legalizado al Partido Comunista Español (PCE) y a los sindicatos.

Con el apoyo de la mayoría de los votos, el jefe del gobierno fue aún más lejos y cumplió con su promesa de redactar una nueva Constitución junto con todas las fuerzas políticas electas. En 1978, los españoles aprobaron en referendo la Carta Magna que aún rige hoy en día.

Las reformas de Suárez le valieron la enemistad de los sectores franquistas, inclusive de gran parte de su propio partido, y, al mismo tiempo, permitieron el crecimiento del PCE y el Partido Socialista Español (PSOE) entre los votantes. Atacado por derecha, presionado por izquierda y abandonado por la Casa Real, Suárez finalmente se vio obligado a renunciar.

"Soy un hombre completamente desprestigiado", había confesado meses antes a una periodista del diario conservador ABC en una entrevista que fue censurada por el propio equipo del entonces presidente y que se conoció recién muchos años después. Fiel a la convicción democrática que había demostrado desde que asumió la Presidencia del gobierno, Suárez anunció su renuncia a principios de 1981.

"Yo no quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España", explicó a la nación. Sus temores no eran infundados, un mes después, cuando el Parlamento español se disponía a elegir a su sucesor, un grupo de guardias civiles armados, liderados por el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, asaltó el Congreso para en un intento de golpe de Estado, que finalmente fracasó.

El ataque fue conocido como el Tejerazo y no modificó la salida de Suárez, pero sí confirmó el compromiso del líder con el futuro democrático del país. Mientras casi todos los diputados se echaron al suelo ni bien entraron los hombres de Tejero, las cámaras que televisaban la votación del nuevo jefe de gobierno mostraron cómo Suárez se negó a dejar su silla de presidente y su valentía inspiró a algunos de sus compañeros a hacer lo mismo.

Una vez que los golpistas apagaron las cámaras, Suárez fue sacado del hemiciclo y llevado a una habitación aparte. Recién fue liberado cuando el rey intervino por televisión para condenar el intento de golpe de Estado, lo que terminó de aislar a los sectores rebeldes.

"Adolfo Suárez fue un hombre de Estado que puso por delante de los intereses personales y de partido el de la nación española", manifestó el rey Juan Carlos en un mensaje institucional dirigido a los españoles por televisión. El gobierno de Mariano Rajoy decretó tres días de duelo.

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En su primer año en el gobierno, Suárez declaró una amnistía para los delitos políticos, sacó de la clandestinidad a miles de republicanos, eliminó las Cortes franquistas y legalizó al Partido Comunista y a los sindicatos.
 
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