EL PAíS › LA CRISIS DE BRASIL Y URUGUAY, UN CONTEXTO ANUNCIADO PERO LETAL

Ojalá que llueva FMI

El balance de la misión del Fondo. El goteo que no deja dormir. Y otro organismo del Gobierno que duerme la siesta. Los cálculos electorales en la Rosada. A sumar y contener. Qué hacer con Menem y Kirchner. Y la lluvia que no llega.

 Por Mario Wainfeld

Dos sinsabores de distinta textura produjo Brasil a Argentina en cuestión de horas. Su victoria futbolística sobre Inglaterra reabrió la herida de la eliminación del Mundial. Casi en simultáneo, su crisis galopante generó preocupaciones adicionales y ceños fruncidos en todos y cada uno de los despachos oficiales.
Es paradójico: uno de los insistentes argumentos de los negociadores argentinos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue el riesgo de contagio de nuestra debacle. Una vez ocurrida la profecía, cundió el pánico, mezclado con el asombro. “Esto nos beneficia en el corto plazo, para firmar el acuerdo con el FMI. Pero, si se cae Brasil, ¿cuáles son nuestras posibilidades el día después?”, preguntaba uno de los funcionarios más cercanos, geográfica y políticamente, a Duhalde. Lo suyo es puro sentido común. Aunque podría señalársele que sorprende su sorpresa. Pese a que, desde el centro del mundo, se intenta maquillar el portento, el actual “sistema” económico global funciona de crisis en crisis. Crisis que, desde el Tequila, se expande a nivel planetario. No se trata acá de la famosa mariposa que aletea en Japón y obra un terremoto en Connecticut, sino de un sistema que por definición privatiza los réditos y socializa las crisis, aun en su distribución geográfica.
Ese es el glorioso mundo al que la Argentina entró (por la puerta de servicio y robando vueltos) una década ha por decisión de casi toda su clase dirigente. Ponerlo en cuestión está mal visto, es mejor hablar del gasto público y de las desmesuradas dietas de los legisladores de Formosa. Una conjura de necios que no piensan con su propio caletre y de vivos que medran transformó ese sinsentido en política de Estado y ese nefasto paradigma en sensatez. Y aquí estamos, viendo con aire culposo cómo se desploman las economías de Uruguay y Brasil, en tanto que el dominó enfila decidido hacia Chile y México.
¿Y por acá? Como si fuéramos una economía agraria, esperando que llueva. Que llueva FMI, claro.
Esa molesta gotera
La calma que dispensa en su trato Roberto Lavagna irradia en los despachos de Economía. Ahí no hay dudas, los objetivos son acotados pero accesibles. La visita del inglés John Thornton transcurrió conforme a lo esperado. En Hacienda celebran el perfil bajísimo del visitante, que fue acordado con Anne Krueger y cumplido a pies juntillas. Tal vez fue por eso, dice un hombre muy cercano a Lavagna, que los repudios al enviado también fueron menos estentóreos que los que honraron a Anoop Singh. Quizá, sugiere Página/12, también estuvieron menos vivarachas las huestes del titular de la SIDE Carlos Soria, cuyas manos (demasiado proclives a dejar huellas digitales por doquier) urdieron algún escrache al indio del FMI. “De eso se trata, esta vez el Gobierno fue más sensato. Ni le pedimos al enviado del FMI que diera una conferencia de prensa en el ministerio ni le armamos escraches”, dice un Lavagna-boy, y ese cuadro pretende ser un autorretrato de las diferencias entre el actual ministro y su precursor, Jorge Remes Lenicov.
Todo bajo control, insisten en Hipólito Yrigoyen y el Bajo. Lavagna viajará a Washington el martes, verá a los principales cuadros del FMI y seguramente también a Paul O’Neill, el cruzado del ala dura del gobierno norteamericano, el abanderado de los plomeros y los carpinteros. Las conversaciones con Thornton, insisten las fuentes, discurrieron bien. Quedan, empero, dos agujeros negros. Uno, ya mencionado en esta columna la semana pasada, es el “redimensionamiento” del sector financiero, que así han dado en apodar a su brutal ajuste, concentración y a los masivos despidos que están en carpeta.
El otro es el permanente deterioro de las divisas por el “goteo” del corralito. El drenaje, según cálculos y proyecciones oficiales (que suenan algo desmedidos) treparía a 700 millones por mes. Se trata, ahora, de demandas por inconstitucionalidad contra la “ley tapón” maquinada, precisamente, para poner fin a los goteos. El enviado del Norte, cuentan en Gobierno, no puede entender de qué se trata tal vez porque no acepte la división de poderes en un país del Tercer Mundo. En la Rosada reconocen cierta impotencia para poner coto al fenómeno, e incluso ciertas carencias, como se verá si se lee el párrafo siguiente. Haga el esfuerzo, lectora o lector, es corto y después hablamos de la fascinante política vernácula.
La Procuración, pintada
Harto ya de estar harto de la pasividad de Jorge Vanossi, el Presidente comidió a uno de sus hombres a hablar con Julio Nazareno. El objetivo: preguntarle si el tribunal pensaba salir de su estado catatónico y decidir algo, entre otras cosas, sobre la ley tapón. La respuesta del presidente de la Corte, susurrada sin despegar el habano de sus labios, dejó alelado al mensajero: “¿El Gobierno hace algo contra el goteo? ¿La Procuración del Tesoro inició algún trámite o algún recurso?”. La Procuración, organismo encargado de representar judicialmente el interés del Estado, es conducida hoy por un histórico del duhaldismo, Rubén Citara. Y tal como sugirió Nazareno, no ha movido un dedo para demostrar interés público por defender la validez constitucional de la ley tapón. Algo que detonó cóleras de muy alto nivel en la Rosada.
Es claro que la pregunta de Nazareno contiene buenas dosis de chicana y autojustificación. La pasividad de los integrantes de la Corte (que en eso, nuevamente, actúan como si fueran uno solo) es una táctica frente al aletargado trámite del juicio político en su contra. Pero es también real que el Gobierno, esperando que llueva FMI, da cuenta otra vez de su sempiterna tendencia a la ineficiencia y la parálisis. Aun en los temas que más le importan. Le importan tanto, o casi tanto como...
... La madre de todas las batallas
La madre de todas las batallas, la interna del PJ, despunta de nuevo, los rostros se iluminan, las reuniones se multiplican y cualquier interlocutor es una máquina de mostrar encuestas, e imaginar escenarios. La fecha de los comicios es un enigma que agobia a protagonistas y periodistas aunque, todo lo sugiere, conste muy lejos de la agenda de la gente del común. Para colmo, las fechas posibles cambian según la persona con quien se dialogue y –aun– en el mismo protagonista según el día o la circunstancia en que se hable. El último relevamiento realizado por este columnista data del anteayer, por ende puede estar largamente desactualizado. Por entonces la fecha más consensuada era el verano que viene, fin de este año o comienzos de 2003. Antes, deberían realizarse las internas abiertas obligatorias y simultáneas, instituidas por la ley votada por Diputados el miércoles.
Tan obligatorias serán que habrán de imponerse aun a aquellos que hayan consensuado lista única. La finalidad de tal dispendio –confesada por varios integrantes del gabinete, en voz queda– no es influir en las internas sino en quienes no participan en ellas. El número convoca al número y –dan por hecho en la Rosada– el partido en cuya primaria participe más gente imantará más votantes independientes.
Los análisis oficiales, no sólo en ese punto, parecen algo inerciales, como si hubieran sido congelados, digamos en setiembre de 2001. El voto bronca no aparece en las mesas de arena. Todo está dado, arguyen, para que –como también se supone que termine ocurriendo en el Mundial de fútbol– ganen los que siempre ganan. El candidato será Carlos Reutemann, salvados ciertos escollos que se mencionarán unas líneas más abajo. “Con Lole, se entusiasma un duhaldista innegable– la derecha está acá.” Señala con el dedo su escritorio, pero quiere expresar el Movimiento Peronista, las huestes de Perón y Evita.
“Estamos 30 y 30. Y 10 y 10”, redondea un inquilino de la Casa de Gobierno extrapolando sondeos no muy fáciles de leer ni de proyectar a un futuro impreciso. Los dos con “30” (por ciento de los votos en primera vuelta, se entiende) son Elisa Carrió y Reutemann. Los que, con 10 cada uno, pelean por quedar en el podio son Luis Zamora y los correligionarios. El punto, entonces, es sumar a quien fuera, esa vieja ciencia justicialista. Los provinciales también están “acá”, computan en Gobierno, Jorge Sobisch ya lo habló con Duhalde y el Tato Romero Feris, desde su prisión bien comunicada, hizo lo propio. La sedicente derecha moderna –Ricardo López Murphy y Patricia Bullrich– no preocupa; Lole les succiona los votantes y los referentes empresarios. Y hablando de eso, Mauricio Macri también será peronista de la primera hora, acaso su candidato para la Jefatura de Gobierno porteña.
Más peliagudo que juntar apoyos reaccionarios le resulta al oficialismo otro objetivo táctico: mantener en pie a los comparreligionarios radicales. Conseguir que rapiñen un 12 o un 15 por ciento Nacional que, intuyen, mortificará más las chances de Carrió que las propias. Para favorecer el milagro radicales y peronistas imaginan un artilugio novedoso: unificar listas en algunos distritos. En el NOA es casi un hecho, explica un operador peronista, es que allí los radicales corren riesgo de desaparecer. Para evitarlo irán tras las huestes peronistas en Jujuy, Salta y Tucumán. Y, quién le dice, se entusiasma el confidente también vayamos unidos en la provincia de Buenos Aires. Sería toda una sorpresa y un sinceramiento de una coalición que –más capciosamente– existe desde hace años.
“Ellos tienen que renovarse para sobrevivir”, se interesa un compañero de primer nivel y, con plena sinceridad, reconoce, “para eso Don Raúl es todo un problema”. “Don Raúl”, le dice... no es tan común que los peronistas sean tan respetuosos hablando de un piantavotos,
El ex presidente Alfonsín, a estar al diagnóstico, no sólo coopera para erosionar la democracia, también –empacado en no dejar el centro de la escena– ayuda objetivamente a la desaparición de su propio partido.
Las piezas del rompecabezas
“Buenos Aires –dice un bonaerense– podría dejar su lugar en la fórmula presidencial. Así podría contenerse a De la Sota. El Gallego debería elegir si ir él como vice y Juan Schiaretti como candidato a gobernador. O al revés.” Felipe Solá buscaría ganar la gobernación, Duhalde presidir el PJ. Hay que contener a todos, esa vieja ciencia a cuyo servicio proliferan otras movidas, otras hipotéticas fórmulas, otros nombres. Hagan juego, que hay tiempo.
Un mínimo común denominador es contener dentro del PJ a Néstor Kirchner y establecer algún acuerdo mínimo con Carlos Menem. En la Rosada piensan que Adolfo Rodríguez Saá irá nomás por afuera del PJ pero creen que –si la interna es limpia– Kirchner preferirá mantenerse dentro aun si, como piensan los duhaldistas, pierde. “El es el único presidenciable que podría seguir jugando en 2007 –piensa un estratega oficial–, es joven, podría crecer.” Para que Kirchner no pegue un portazo, paradoja de paradojas, el oficialismo necesita algunos pactos con Carlos Menem. Es que el ex presidente domina el partido y varios de sus hombres, juzgados impresentables, controlan puestos importantes. “¿Se imagina a Kirchner aceptando conversar las reglas de la interna con Roby Fernández?”, se alarma un hombre del Presidente e imagina la formación de algún comando político con peronistas de primer nivel: dos diputados, dos senadores, un dirigente de cada CGT. Y hasta algún veedor internacional, fabula. Para eso, debe haber un puente de plata con Menem. El lunes el actual Presidente y el riojano coincidirán en La Rioja y ese momento fue negociado al detalle. Se tendieron varias líneas de negociación, Duhalde dialogó con el gobernador Maza. Por su parte, Eduardo Bauzá y José Pampuro se reunieron varias veces. El saldo fue una precaria bandera blanca, que incluyó el rechazo de un pedido de máxima de Menem: hablar en el acto. Nones dijeron los oficialistas, hablarán sólo el gobernador y el Presidente, y así será. Pero Menem sigue teniendo la llave de esa interna pulcra y continente que el duhaldismo quiere ofrendar a Lole y mostrar a la sociedad..., algo habrá de cobrar por tamaño botín.
Ojalá que llueva
“¿Hablaron de lo que pasó en estos días en Brasil y Uruguay?”, pregunta este diario a un funcionario que tuvo largos paliques con Thornton. “Para nada. La orden de Lavagna era tratar de ceñirnos exclusivamente a la agenda prefijada y así se logró”, responde. La consecuencia, imaginan en Economía, será la firma de un acuerdo en julio cuyo núcleo es un stand-by. En la Rosada hay quien imagina un preacuerdo en julio y un convenio más circunstanciado en septiembre y acaso 8 o 9000 millones que vuelen para acá. Cerca de Lavagna no creen que se logre tanto y también reputan imposible un “acuerdo corto”, un pacto de moratoria por unos meses mientras siguen las tratativas, como informó una versión periodística.
Quiéralo que no, si el Gobierno logra eso tendrá que ir preparando su salida. Su legitimidad sigue siendo irrisoria, su tiempo va pasando y, cabe señalarlo, su inventiva para pensar algo que no sea el acuerdo con el FMI parece estar agotada.
“A veces más que un equipo de gobierno de un país a reconstruir parecen un conjunto de labriegos cuya única ciencia es mirar al cielo a ver si llueve”, postula el politólogo sueco que hace un posgrado sobre la Argentina. Tras la eliminación de la selección de su país en el Mundial, el científico ha vuelto al traje y la corbata y a su tesis, que está atrasadísima.
“¿Y qué pasa si no llueve FMI?”, pregunta este cronista.
“A esta altura ya cabría otra pregunta –redondea el científico que tiene sus raptos de filósofo–, habría que preguntarse todo lo que no pasa aun si se firma el acuerdo. Todo lo que no se previó, lo que seguirá pendiente, lo que no se preparó. Ustedes devaluaron sin medir las consecuencias y ahora apuestan todo a una sola ficha sin armar la mínima previsión de lo que ocurrirá después.”
En un contexto terrible con los países limítrofes en tirabuzón, casi todos los integrantes del Gobierno siguen mirando hacia arriba esperando que llueva FMI. Y, con el rabillo del ojo pispean las urnas, el juego que más les gusta.

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