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El candidato de los derechos humanos (I)

 Por Laura Conte

El comando de campaña, en que funcionaron las Comisiones de Apoyo a Augusto Conte como candidato a diputado por la DC, quedaba en Pasco y Rivadavia. El lugar pertenecía a Humanismo y Liberación, corriente interna que habían fundado Carlos Auyero, Néstor Vicente, Enrique De Vedia y Augusto. En el año ’83, De Vedia y Auyero se habían ido del partido. Fue Vicente quien le propuso a Augusto que se presentara a la elección, lo animó a encarnar la representación del movimiento de derechos humanos que se estaba manifestando. Ellos representaban dentro de la DC la cercanía con el peronismo popular.

La idea era llevar los derechos humanos al Parlamento y ésa fue la consigna: “Augusto Conte, los Derechos Humanos al Parlamento”. Augusto perseguía una transversalidad que percibía en todos los partidos vinculada al tema de los derechos humanos. Creía que había gente en la UCR, en el peronismo, en el PI, y que esta convocatoria trascendía a la Democracia Cristiana.

La campaña se hizo con la preocupación grande de un cálculo muy justo. Augusto llevaba un lápiz y papelitos en los que calculaba las posibilidades de llegar al piso que hacía falta: 74.700 votos. “Hay que buscarlos y contarlos uno por uno” y era lo que hacían. Fue una campaña hecha con mucha solidaridad, con inteligencia, con poca plata y con una mística enorme.

Había que evitar que se legalizara la impunidad de los crímenes contra la humanidad del terrorismo de Estado de la dictadura cívico-militar y las atroces violaciones a los derechos Humanos. También fue importante en su plataforma el plano económico, después del saqueo y endeudamiento del país que habían llevado a cabo.

El día de la votación lo vivió como un tiempo de realización de sueños, no sólo por llevar los derechos humanos al Parlamento sino por la llegada de la democracia. “Este logro, más que de un partido, más que de una alianza, es el de una bandera, la bandera de los derechos humanos; no podemos reducir su trascendencia sino compartirla”, fue lo que dijo cuando alcanzó la banca. Su idea era que en el Congreso encontraría apoyo en los partidos mayoritarios. Por eso impulsó, representando a todos los organismos de derechos humanos, la creación de una comisión investigadora bicameral para investigar los crímenes de la dictadura, para darles dimensión política e institucional y para definir que la democracia se establecía con verdad y justicia y que esto era esencial para el futuro del país.

Augusto vivió ese día con mucha alegría, fue a votar abrazado a Julián, su hijo menor, pero también su preocupación era grande, sabía que no iba a ser fácil. Votar, el hecho de votar, era una fiesta.

Augusto era abogado, creía en las instituciones, nunca imaginó que llevar a su hijo a la conscripción significaría no verlo nunca más. Fue un hombre íntegro, solidario y valiente que vivió y murió defendiendo sus principios.

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