“Mama… ¿vos no ti dais cuenta
que en el aire tibio  
hay olor a menta?
Mama, asomate ajuera,
y decime luego  
si es la primavera…

“Mama, llevame p’al pueblo” 
de Pedro Noda y Alfredo Loruso

 

El Gobierno recalcula la táctica política y comunicacional desarrollada desde las elecciones de medio término. Se había abroquelado en el núcleo duro, mientras giraba política y económicamente a su derecha. Ahora amplía la mesa chica: reconvoca a cuadros políticos del PRO y de la UCR que estaban en el ostracismo. 

El presidente Mauricio Macri informó el comienzo de las tratativas con el Fondo Monetario Internacional (FMI) en tres minutos grabados, lacónico y bajoneado. Ayer dio una conferencia de prensa durante más de una hora, atendiendo a todas las preguntas, esmerándose en lucir amigable y no enfurruñarse.

En las semanas de furia en la City y hasta ayer mismo, solo se reunión con empresarios de los sectores concentrados y con los opositores más transigentes. Ahora, convoca a un Gran Acuerdo Nacional (GAN, segunda época) para achicar el déficit. 

El aparato de propaganda oficial enaltecerá la invitación al diálogo. La conversación versará sobre una agenda requete corta, de un solo ítem. Macri debió admitirlo ante una pregunta aguda de un corresponsal de dos diarios del Interior. Achicar el déficit es la consigna, lo demás se charlará cuando se haya alcanzado dicho objetivo. Nunca, diría este cronista.

El follaje amigable obliga a desentrañar las palabras claves: “el mundo nos pide que vayamos más rápido”. Lo precisamos, tenemos que sacarnos esta mochila… otro latiguillo que repicará hasta aburrir.

La corrida cambiaria se rebautiza “turbulencia”. En el dialecto de la derecha, “los mercados” son vivaces, reactivos, sorprendentes. “El mundo” es serio, riguroso y lo animan los mejores deseos hacia la Argentina.

El viejo discurso renace mientras se ahonda la crisis de la economía real, previa a la corrida cambiaria y la trepada del dólar.

Macrilandia, da por hecho el timonel, lleva siete trimestres creciendo, percepción no compartida en la calle y en los lugares de trabajo.

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Por suerte para el cronista, esta nota se inserta en una edición con muchas otras. Puede entonces resistir la tentación de responder de a una en fila las falsedades, inexactitudes y omisiones de Macri. Colegas más avezados se hacen un picnic, en otras páginas.

A título muestral-impresionista indicamos un par: afirmar que las tarifas de servicios públicos son baratas. O que es sensato comparar cuánto gas se consume en Uruguay (país que no lo produce, de clima templado) versus las provincias patagónicas (un cachito diferentes). 

La mayor inconsecuencia es el clamor por desendeudarse. Cambiemos encontró a la Nación y a las provincias desendeudadas, tanto como a amplísimos sectores de clase media. Transformó dicha ventaja inicial en un calvario. Si algo creció desde diciembre de 2015 es la relación entre deudas y PBI nacionales y subnacionales, tanto como la de los particulares o empresas cotejada con su patrimonio y el nivel de ingresos.

El oficialismo supuso que podía pedir préstamos a lo pavote y atraer capitales especulativos fabulando que estos luego se volcarían a la producción. La carambola estrambótica falló, como estaba cantado. 

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El objetivo de lucha contra el déficit como núcleo de la política económica conlleva el achicamiento del gasto social.

Macri remarcó que el FMI exigirá metas, no instrumentos, pretendiendo ostentar que conserva la autonomía política. No hay tal sino una ideología compartida con “el mundo” que no le reprocha al Gobierno el ideario sino la velocidad. El oficialismo comparte el credo del FMI, aplica sus recetas de antemano.

La realidad es dialéctica, tanto como la relación entre medios y fines: determinados objetivos presuponen un menú acotado de instrumentos. Si hay que achicar el déficit a velocidad del rayo, se resignan los incentivos a la demanda, al consumo popular entre otros. La redistribución del ingreso, te la debo… 

La aritmética macrista reniega de una de las operaciones básicas: conoce la resta pero no la suma. Frenar la baja de las retenciones  mejoraría los ingresos, criterio que no cabe en el imaginario del gobierno de clase.

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Llamar “oportunidad” a un estadio con inflación creciente, recesión en puerta, aumentos de tarifas y combustibles… en fin. Cabe pedirle contención al gobierno que en dos años y medio concretó dos megadevaluaciones y coqueteará con un cien por ciento de aumento de los precios en un trienio.

Cuando el presidente habla de sacrificios alude solo a la clase trabajadora o los pequeños empresarios. Todo su elenco es más rico que cuando él asumió, casi todo ganó el equivalente a millones de pesos en dos semanas con el alza del dólar. 

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Macri le dio un espaldarazo al mal apodado equipo económico. Considerando el contexto ni le queda otra ni hay por qué creerle.

En la Casa Rosada y suburbios suponen haber capeado un temporal. El alivio desmedido sucede al pánico de una semana atrás. Es cierto que, en determinadas circunstancias, atender a los síntomas es prioritario. La metáfora médica puede venir a cuento, por una vez. Quien padece fiebre altísima, presión galopante o muy baja, una hemorragia conjuntamente con una dolencia más seria hay que atender primero a la emergencia.  Superada ésta (o pateada hacia adelante por uno, dos o tres meses) lo principal recobra vigencia. 

El modelo M es insuficiente, diríamos impropio para satisfacer las necesidades y las demandas de la mayoría de los ciudadanos.

La inflación obsesiona al presidente que “la combate” con aumentos de precios, tarifas y divisas. Las cómicas metas, que eran del 12 por ciento primero y luego del 15 serán alcanzadas en el primer semestre. Tras un sinfín de idas y vueltas, el presidente re-empodera a Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central (BCRA) como cruzado contra la inflación. Siamo friti. Premio excesivo por haber dilapidado casi 10.000 millones de dólares, “combatiendo al capital financiero”.

La primera traducción, desoladora, es el regreso al útero, a concebir que las causas de inflación se gestionan solamente en el BCRA. Primero: hay otras variables que inciden. Segundo, los instrumentos de crédito emitidos por billones de pesos también salen de “la maquinita” tan nombrada en los manuales de derecha.

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“Mi principal defecto”, autocriticó Macri es ser demasiado optimista, ver siempre el vaso medio lleno. Evoca a personajes de la farándula que se “recriminan”: “mi mayor defecto es ser genuinx o sincerx”. 

De nuevo, el temario del convite es cortísimo. Deja afuera necesidades acuciantes de millones de argentinos. Se adaptan los viejos clichés mecanicistas: la torta que debe crecer antes de repartirse las porciones o la copa que debe rebalsar antes de gotear hacia abajo. O reduzcamos el déficit juntos que lo demás vendrá por añadidura. Sobran precursores famosos de la receta, que siempre falló… o salió bien para pocos.

Proponer al presupuesto 2018 como base intocable constituye otra cargada. Las previsiones que lo cimentaban, valor del dólar e inflación, entraron en el pasado. 

Retomamos, para aliviar el cierre, la simpática canción del epígrafe. El olor a menta solo existe en el maquillaje comunicacional, una de las especialidades de la Casa (Rosada). Tal vez se escanció con un aerosol.

Si “la mama” supera la angustia y sale a la calle advertirá que la primavera macrista está cada vez más distante, mientras el invierno se adelantó un mes.

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