Es como si fuera de la maternidad no hubiera nada. Ni vida, ni posibilidad; sólo vacío. Escribo esto en 2018 y tengo que releer, un poco porque el oficio hace que desconfíe hasta de (en especial de) lo que escribo, otro poco porque en el fondo quiero creer que entendí mal lo que leí. Y no: leí correctamente, comprendí sin sobreinterpretar. Para los senadores Pinedo, Boyadjian y Pereyra, en la maternidad no hay más que cuerpo: es biológica, no hay voluntad, no hay persona con deseos y planes y decisiones propias. Ser madre no es un deseo, sino un destino que vino pegado a estos cuerpos que –ay, la fenomenología– también somos. 

Mientras leía los proyectos tomé nota de los sinónimos: “mujeres embarazadas”, “beneficiarias” –del programa con nombre de patrón de estancia macho y patriota, ¡“El Estado se hace cargo y te acompaña”!–, “madres que se anotician de un embarazo no planificado ni deseado” (Pinedo y Boyadjian); “situación de embarazo”, “mujeres en estado de embarazo no deseado”, “mujer encinta” (Pereyra); “madre con embarazo no deseado” (Pinedo). Los senadores dicen que el Estado debe cuidar que haya “embarazo responsable” (y no el big bang azaroso de una mujer que queda embarazada “irresposablemente”).

Allá afuera de mi (nuestro) mundo, hay un universo paralelo habitado por personas con poder e ideas que hacen parecer tibias a las criadas,las tías, la República de Gilead como las imaginó Margaret Atwood –que, recordemos, hace sólo unos días en Twitter hizo explícito su apoyo al proyecto de legalización y se dirigió a la vicepresidenta Gabriela Michetti–. Es un universo en el que una persona con responsabilidad legislativa escribe: “consideramos la necesidad de contar con una fuerte participación Estatal, a fin de que las madres con embarazos no deseados sean contenidas y  asistidas durante su embarazo para lograr dar a luz el niño que están gestando”.Esto es, un Estado capaz de obligar a las mujeres a hacer aquello que no desean, considerado como algo que “no logran”.

En ese universo, “mujeres” y “madres” son sinónimos. Ser mujer y no ser madre, y no serlo de manera explícita, terca, voluntaria, no serlo porque en lugar de deseo de maternidad hay una oposición activa a ello, es un error. Mejor dicho: es una disfunción. Y a esas mujeres rotas hay que corregirlas. A como dé lugar.