“Esta es una obra compleja, como nosotros los argentinos. Y difícil, como la Buenos Aires de estos días”. Así define Daniel Binelli a Ciudad caliente, su creación más reciente, compuesta para bandoneón, orquesta y trío de violín, violoncello y piano. Hoy a las 20 en el Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151), el bandoneonista, arreglador y compositor, figura importante en la proyección del tango de este tiempo, la estrenará junto a la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto. “Ciudad caliente tiene que ver con lo que se respira en las grandes ciudades hoy en día, particularmente en Buenos Aires. Pero podría ser Nueva York, que también es una ciudad intensa. Cada una tiene su mitología, pero en ambas podés encontrar cosas impensables, embrollos de todo tipo, una movida cultural importante, gente por todos lados”, marca el bandoneonista y compositor, que por estos meses, después de 18 años, dejará de vivir en Nueva York para radicarse en Europa.  

Para este concierto especial la Juan de Dios Filiberto –que está cumpliendo setenta años– tendrá como director invitado al venezolano Francisco Noya, con Eduardo Vasallo en violoncello, Lucía Luque en violín y Viviana Lazarín en piano y el mismo Binelli en bandoneón. El programa se completará con Tango a Telemann, de Oscar Gullace, Fantasía para violoncello y orquesta de Juan Carlos Zorzi –con Vassallo nuevamente como solista–, y el Danzón N° 2 para orquesta, de Arturo Márquez.  

En el sonido denso y elaborado de Ciudad caliente, el tango está. Se escucha, pero casi nunca en los planos centrales. Más bien se mueve por detrás, entre las sombras de la gramática orquestal y en la respiración de los solistas. Más que una esencia, en la música de Binelli el tango es una consecuencia. Por un lado de su raíz, de su  historia de bandoneonista y arreglador en la orquesta de Osvaldo Pugliese y el último sexteto de Piazzolla, por ejemplo. Pero también de la manera en que el compositor organiza los materiales de un sonido que va más allá de aquellas raíces. Las tensiones entre solistas y masa orquestal, los contrastes dramáticos, el vigor rítmico, el goce melódico, la gran gama de colores que resultan de un óptimo manejo de la orquesta, son las piezas que desde un lugar distinto arman una expresividad sensual y violenta que remite a la naturaleza del tango. 

La obra se plantea en tres movimientos. “El primero es una especie de gran tango agitado, seguido de un adagio central muy emotivo que exige un empeño instrumental y temperamental de los solistas, y el final con elementos que remiten a la milonga. Son pinceladas de tango sobre estructuras universales. Es decir, se escuchan elementos del tango, no solo por el sonido del bandoneón, pero fundamentalmente  es una obra de lenguaje contemporáneo, con algunas referencias a Bartok, entre otras cosas”, explica Binelli, que trabajó en esta composición durante casi un año. “Resultó una obra bastante loca, y sobre todo muy exigente para los intérpretes. Por eso estoy feliz de poder estrenarla con solistas de gran nivel y una orquesta como la Filiberto, que pasa por un gran momento”, dice el músico en diálogo con PáginaI12. 

Si bien será la primera vez que Ciudad caliente se toque en vivo, la obra fue grabada el año pasado como parte de Tango ahora, un disco editado en Estados Unidos, que incluye también música de Carlos Franzetti y Emilio Kauderer. “La idea fue de Ted Viviani, un filántropo estadounidense apasionado por el tango, que ayuda a artistas. Él nos pidió que compusiéramos obras para orquesta en torno al tango y produjo la grabación en República Checa, en los Smecky Music Studios, con la Orquesta Filarmónica Ciudad de Praga dirigida por Adam Klemens, el Trío Eroica –Erica Nickrenz en piano, Sara Sant’Ambrogio en violoncello y Sara Parkins en violín– y yo en bandoneón”, cuenta Binelli.

En el catálogo de Binelli abundan las obras de largo respiro formal, en las que el cruce entre el tango y la tradición musical europea dialogan en función de una expresividad original. Hace dos años, con la Orquesta Sinfónica Nacional, interpretó en Buenos Aires Alma iluminada, para bandoneón, órgano y orquesta de cuerdas, una obra comisionada por la Catedral de Connecticut a través del organista argentino Ezequiel Menéndez, y Contrabando, para piano, bandoneón y orquesta sinfónica, un encargo de la Orquesta Sinfónica de Puerto Rico. “Siempre me resultó atractivo derribar fronteras. Pensar que puedo contribuir con mi obra a que el tango amplíe sus horizontes me estimula. Creo que hay nuevos lenguajes posibles a partir de esos cruces”, asegura el bandoneonista, que por pedido de la Orquesta de la Tonhalle de Zurich compuso además Tres movimientos concertantes para bandoneón y orquesta; y para la Orquesta Sinfónica de Westfalia, un doble concierto para bandoneón, violoncello y orquesta.

“Pero no solo escribo con bandoneón, por ejemplo la Orquesta Filarmónica de  Minas Gerais me encargó un concierto para arpa, que luego acá interpretó Lucrecia Jancsa. Cuando conocí a Polly Ferman, que hoy es mi compañera en la música y en la vida, le escribí un concierto para piano y orquesta y más tarde la Universidad de Utah me encargó un concierto para piano, bandoneón y orquesta que nos gusta tocar juntos”, suma trabajo Binelli, que como solista se presentó con importantes orquestas sinfónicas como las de Filadelfia, Atlanta, Búfalo, Tohnhalle de Zurich, Montreal, San Petersburgo, NHK de Japón, la Filarmónica de Colombia o la Filarmónica de Uruguay, dirigido por maestros de la talla de Charles, Dutoit, Lalo Schiffrin, Franz Paul Decker, Robert Spano y Simon Blech entre otros.   

Fue su padre, un mecánico de Quilmes aficionado al tango, el que le regaló a Binelli su primer bandoneón. “Tenía nueva años y enseguida supe que sería el instrumento de mi vida. Mi viejo me transmitió la pasión por el tango y la sostuvo siempre. Después, a los 14, escuché por primera vez a Piazzolla y dije: yo quiero tocar como este tipo. Escuché el tango ‘Marrón y azul’, que había grabado con orquesta en Francia y saqué de oído la parte de bandoneón. Seguí sacando cosas, orejeando a Piazzolla, hasta que llegó a mis manos otro disco y de ahí arreglé ‘Picasso’ para bandoneón solo. Ese fue mi primer arreglo, con el que gané un concurso de televisión que se llamaba Nace una estrella. Ahí me escuchó Piazzolla y me invitó a su casa”, relata Binelli los comienzos. Treinta años después, sería convocado por Piazzolla para integrar el sexteto New Tango. 

“Tuve la gran fortuna de pasar por dos de las grandes escuelas del tango. La primera fue con la orquesta de Osvaldo Pugliese. Con él estuve catorce años como bandoneonista y arreglador, y después con Piazzolla”, sigue recordando Binelli. Entre sus experiencias enumera también el Quinteto Guardia Nueva, con Juan José Mosalini, o más hacia el lado del rock, el grupo Alas, más colaboraciones con el guitarrista Eduardo Isaac, la cantante Milva y el vibrafonista Gary Burton, además del notable dúo que actualmente forma con la pianista Polly Ferman. 

Entre tanta música vivida, las anécdotas se acumulan. Junto a Osvaldo Pugliese, por ejemplo. “La orquesta de Pugliese fue una escuela de tango, de vida y de política, que también me permitió desarrollarme como arreglador”, asegura el bandoneonista. “Yo era un pibe de 23 años que venía de Quilmes y encontré en él a mi segundo padre. Para tocar en la orquesta tenías que ser buen músico, pero sobre todo buena persona. Osvaldo te medía jugando al truco, te invitaba a jugar un partido y mientras te veía jugar te estudiaba como persona”. Entre los arreglos que Binelli hizo para esa orquesta se recuerdan los de “Qué noche”, “Camandulaje”,“ Tinta roja” y “Evaristo Carriego”. “Yo estudié con varios maestros, Guillermo Gretzer, Daniel Montes... Pero la orquesta de Pugliese fue definitiva. Fue una guía espiritual y una síntesis del tango de todas las épocas”, concluye.