Una océano flotante y azul. Cuando Gigio González escucha Instrucciones para ver el sol, el disco que acaba de sacar junto a Mario “Spiker” Siperman, tecladista de Los Fabulosos Cadillacs y amigo de toda la vida, nota que pese a la portada blanca del álbum lo que lo invade inmediatamente es una intensa sensación azul. De canciones que tiñen con ese color todo lo que lo rodea. “No sé por qué, pero me pasa eso”, dice Gigio que ciertamente recorrió un largo camino con la música (no alcanzan los dedos de varias manos para contabilizar la cantidad de discos que llevan su voz o marca autoral, ya sea en grupo o como solista), pero sigue manteniendo su capacidad de asombro. 

“El otro día estábamos tocando con Ariel Minimal en un acústico y cuando hicimos ‘Ecos’, la canción que abre el disco, me pasó que lo escuchaba a Mario aunque no estuviese. Es como una armonía nueva que se generó”, dice Gigio mientras Siperman, el aludido, sonríe a su lado. Ambos se conocen desde hace treinta años (Gigio interactuaba con la primerísima formación de los Cadillacs cuando Mario aún no había ingresado). Y si bien compartieron infinidad de escenarios, ensayos, camarines, nunca habían hecho música juntos hasta este álbum, que parece haber venido con buena estrella. 

“Apenas contamos que había formado este dúo y compartimos el disco en la redes notamos que gustó de entrada. Una buena onda mayor a la habitual”, adhiere Siperman, que no es la primera vez que saca un disco por fuera de los Cadillacs (tiene varios junto a otros músicos), pero sí la que quedó más conforme. “Yo no tengo una gran técnica. Por eso busco el arreglo, la aproximación distinta”, agrega sobre el sonido que logró en Instrucciones para ver el sol. Un audio que parece envolver los temas y conducirlos como por un tobogán; allá donde una tenue luz calienta.

“Es un disco redondo”, acuerda Gigio. “Eso es lo que yo siento. No le sobra ni le falta nada. Y puede ser que un poco se comuniquen entre sí las canciones. Aunque sin llegar a ser algo conceptual. Hay entre ellas una cosa oceánica, interplanetaria, profunda”, describe. En tanto que Siperman pone el acento en la manera que encararon las grabaciones. “Me parece que se nota que todo nos importaba muy poco salvo hacer lindos temas. Y eso te da frescura”, subraya. “Lo bueno también es que eso mismo se mantuvo con los temas nuevos que ahora aparecieron. Fluyeron de la misma manera. Nos quedó el método impregnado en la piel”.

Un modo de entenderse

¿Y cómo era el método? “Gigio traía los temas en plan fogón, sólo letra y melodía, y ahí las empezábamos a trabajar. Siempre de una manera relajada, sin pensar demasiado lo que íbamos a hacer con eso después”, relata Siperman que tiene amplia experiencia en producir bandas y discos ya pensados (por su estudio, El Loto Azul, pasó una parte importante de la movida under de la última década y media), pero que acá recorrió un camino diferente. “No había ensayos”, explica Gigio. “Grabábamos los temas sobre la marcha”. Así, mientras el cantautor le mostraba una primera versión a pura voz y acústica, el tecladista iba probando ritmos hasta encontrar el adecuado y dejar un registro base. “A eso le agregábamos una guitarra ya más definitiva, después unos teclados con capas y efectos, y al final el aporte de los invitados”, detalla Siperman, que para ello convocó a cómplices de ruta como Melingo, Vicentico, Flopa, Lizarazu o Rotman; todos en duetos que parecen disolverse en el aire. y también a instrumentistas del mismo palo underground de los ochenta como Alejandro Fiori (guitarrista de Los Pillos), Fede Ghazarossian (bajista de Don Cornelio, Los Visitantes, Me Darás Mil Hijos y Acorazado Potemkin) y Fernando Ricciardi (baterista de Fabulosos Cadillacs, Cienfuegos, El Siempreterno y más). 

O sea: años de vida y de una manera de entender el rock condensados en un disco; en canciones que revelan admiración mutua, dolores compartidos, amistad. “Ricciardi y Gigio son lugartenientes de Rotman. Y Sergio viene mucho a mi estudio. Es el Cadillac que mas veo cuando no tocamos porque se mueve por el mismo ambiente under que me muevo yo”, sostiene Mario que por ejemplo en “Te vas”, un vals torcido a lo Lynch en Blue Velvet, descubrió que las voces de Rotman y Gigio se unían formando una tercera voz y –al revés de lo que indica el manual del buen productor (siempre destacar la voz del invitado)– decidió dejarlo así. “Le dije a Sergio: ‘Mirá, encontramos algo que te une a Gigio de manera musical. Que sintetiza tantos años hace que son amigos y se conocen’. Y obviamente le gustó”. 

Con Melingo, que tiene dos participaciones en el disco (el rocksteady “Espiral”, ya estrenada como tango en su disco Anda, y la quebradiza “Músicos del sol” con cierta onda Tom Waits), y conoce a Gigio y Siperman de cuando produjo Bares y fondas, el debut de Los Fabulosos Cadillacs, la relación tiene algo de tío mayor, de bohemio sabio un par de pasos adelantado. “A Dani, en los ochenta, nos lo encontrábamos en las discotecas que recién entonces descubríamos y él ya frecuentaba hace rato”, recuerda Mario que por entonces respondía al nombre de Spiker, vocativo favorito de Vicentico en los recitales, sobrenombre recuperado para este disco de brisa otoñal. “Con Melingo me considero amigo desde hace tiempo. Y me gustó que estuviese en ‘Músicos del sol’ porque yo, como él, crecí con Spinetta, con Moris, con todos esos músicos que fueron una guía espiritual para muchos de nosotros. Es un homenaje”, especifica Gigio, que como el ex Los Twist y Los Abuelos de La Nada, cuenta con su propio derrotero al margen. Una excursión, cada tanto, por los lados oscuros del alma. Y un desinterés por darle cauce operativo a la cantidad de temas buenos que se le van apareciendo en el curso de los días.

“Hago más de lo que puedo mostrar. Hago canciones todo el tiempo y armo distintas cosas con mucha gente. Entonces, cuando no tenés una estructura que le dé forma organizativa, el riesgo es que los proyectos queden inconclusos o no se difundan. Después al final por supuesto que todo se junta. Pero lo bueno con Mario es que eso puede suceder ahora”, sostiene. “Él más pragmático y diurno, yo soy más bohemio”, contrasta Gigio que a fines de los noventa, y tras largos años de integrar grupos destacados que quedaron en el camino (Harry, por ejemplo), sacó su primer disco solista, La canción de los días, que hoy es considerado por muchos una joya perdida del rock nocturno y enamorado. “Es un disco muy especial para mí. Y no pasa mucho tiempo sin que alguien me mande un mensaje o me lo recuerde. En su momento le gustó mucho a Ricardo Mollo, a Jorge Serrano, a Rotman, por supuesto. Y cuando salió, Vicente Luy, el poeta, compró muchas copias sólo para poder regalárselas a sus amigos”, recuerda.

Como el agua

“Gigio es músico y poeta”, evalúa Siperman. “Todos conocemos músicos híper talentosos que terminan preguntándose qué escriben para determinada melodía. No es el caso de Gigio. En él va muy de la mano lo que escribe con lo que compone. Lo lleva con naturalidad”. En ese sentido, “Instrucciones para ver el sol”, el tema que da nombre al disco y lleva la voz de Vicentico en estado crooner, y “Sonido del mar”, junto a Flopa Lestani, son buena muestra de esa fluidez que enhebra palabras y notas y va dejando pistas de una vitalidad esquiva. “Hoy tengo que saber que no vale volver, no se puede vivir en el pasado. La rueda que giró, todo lo transformó y el agua se convierte en sed”, canta en la primera mientras que en la segunda desliza “hay que volar muy bajo en el corazón/ así poder volver a empezar”. 

“A mí me gusta escribir de una forma abierta, más poética si se quiere. Que las canciones no queden encerradas en un sentido sino que puedan tener varias lecturas”, dice Gigio que residió varias veces y durante largas temporadas en España pero siempre terminó volviendo. “Con los Cadillac lo pasábamos a visitar cuando andábamos por ahí”, relata Siperman, un seguidor de la música de Gigio desde el día que escuchó por primera vez “Celoso” –su tema incluído en el primer disco de Cienfuegos, la banda post-punk que lideraba Rotman– y supo que alguna vez haría algo con él.

“Ahora ‘Celoso’ la incorporamos para la presentación del disco”, sonríe Siperman que también se dio el gusto de lucirse en “Los planetas”, un cover de la banda indie española La Buena Vida que levanta un groove espectacular de la mano de sus capas y capas de melotrones y teclados armónicos. “Fue el tema que más trabajamos”, cuenta sobre el tratamiento de las voces, un dúo que parece mirar al cielo y conforman Gigio y la actriz María Ucedo. “Cada día sabemos algo más de los planetas que nos dan nuevas pistas”, cantan los dos, grave y agudo. “Si quisieras nos podríamos juntar/ en la otra cara lunar/ a escondidas”. Dice Siperman: “Nos pareció ideal para cerrar el disco. Lo llamamos a Fiori para que le metiera algunas de sus deformidades con la guitarra. Y le agregamos esa coda que se va desarmando y convirtiendo el tema en una cosa casi interplanetaria”.

La sensación es que la buena estrella con la que surgió el disco parece haberlos abarcado también a ustedes.

Siperman: –Sí. Me generó ganas de hacer más cosas. Me impuso un leitmotiv: “Mientras más cosas para hacer tenés, más tiempo tenés para hacerlas”. Me entusiasmé y le pongo fichas a Gigio y Spiker.

Gigio: –A mi el disco me llenó de luz la vida. De verdad. Tanto lo de charlar con Mario, como grabar en su estudio con él, como su predisposición para con las canciones... Desde el principio me dijo: “Yo tengo mucho amor por esto”. Y eso se potenció aún más cuando empezaron a caer los amigos y a participar en las canciones.

Siperman: –Al principio yo le cobraba a Gigio. Le cobraba un Marroc. Y ahora... ya no hace falta.

Gigio y Spiker presentan Instrucciones para ver el sol el viernes 16 de noviembre en el teatro Monteviejo, Lavalle 3177.