La inflación de marzo del 4,7 por ciento mensual y 54,7 por ciento anual puso en evidencia, una vez más, el fracaso de las políticas del gobierno. Ajuste del gasto público y baja del consumo privado, altas tasas de interés y emisión monetaria cero, conforman el combo ultraortodoxo que no logró apaciguar la marcha de los precios. Intentando diluir la responsabilidad oficial en la materia, el presidente Macri indicó que “salir de 80 años con una inflación promedio de 62,6 por ciento no es tan fácil como preveíamos”.

Esas cifras excluyen los años de híper. Si se incluyeran, la inflación promedio sería del 195 por ciento. Aun así, el uso del valor promedio para analizar la inflación histórica y compararla con el presente es estadísticamente incorrecto. El promedio (la suma de los datos dividido por la cantidad de datos) es una medida estadística muy sensible a los valores extremos. En este caso, unos pocos años de muy elevada inflación generan una distorsión, mostrando una evolución histórica del alza de los precios superior a la real. Eliminar los años de híper puede amortiguar ese efecto pero no anularlo. Cuando una serie de datos presenta algunos valores extremos que afectan el uso del promedio como herramienta estadística, la recomendación es utilizar la mediana. Esto es, el valor numérico que separa la mitad superior de un conjunto de la mitad inferior. La mediana de la inflación en los últimos 80 años es del 24,6 por ciento, un valor muy por debajo del 54,7 por ciento actual, y que pone al desnudo el fracaso del actual programa de estabilización.

El análisis histórico de la inflación debe también considerar las etapas donde hay modificaciones estructurales. En el caso argentino hay una etapa que va desde los años ‘40 a 1975 de una elevada inflación con mediana del 22 por ciento. Luego del Rodrigazo hasta la hiperinflación surge otra etapa de muy elevada inflación con mediana del 190 por ciento y valores extremos que superan el 1000 por ciento. Luego viene la convertibilidad donde hay estabilidad de los precios (la mediana es de 0,8 por ciento). Por último, la etapa histórica más reciente (2002-2019) donde la inflación arroja una mediana de 24 por ciento. Es contra este último dato que debería compararse la ineficacia de la actual gestión, mostrando una inflación que duplica el valor de la etapa inflacionaria que se inscribe.

El análisis de la historia inflacionaria argentina no debe ser una excusa para diluir las culpas de la impericia de quienes administran la política económica. Por el contrario, debería ser la fuente para el aprendizaje. Si los actuales funcionarios hubieran estudiado la historia inflacionaria argentina hubieran aprendido que las políticas ortodoxas son estériles frentes a inflaciones con componentes inerciales como la actual. Hubieran descubierto que la suba de tasas presiona sobre los costos financieros y la baja en las ventas sobre los costos fijos. Tal vez comprenderían que las  bruscas subas del dólar y las tarifas son combustible que alimentan el fuego inflacionario.

@AndresAsiain