Hay muchos lugares interesantes para articular psicoanálisis y feminismo. Uno de ellos es discutir el psicoanálisis hegemónico e intentar plantear en relación al mismo, problemas, errores que éste arrastra, con la idea de extraerlos del psicoanálisis que se transmite hoy día,         y eventualmente reformularlo, con la expectativa de que quede un psicoanálisis mejor.

Hay varios lugares en los textos de Freud, como lo son aquellos donde construye el Edipo femenino, o su manera de pensar la sexualidad femenina que portan distintos problemas. Diversas autoras han hecho notar que la sexualidad femenina es abordada en distintas ocasiones desde la masculina.

Es desde la perspectiva del hombre que Freud señala toda una cantidad de cosas sobre las mujeres, como la envidia del pene o el superyó deficitario, etc.

Además del hecho de pensar esas características sobre las mujeres que no son de las más encantadoras, nos podemos preguntar qué lo autorizaría a hablar de sexualidad femenina.

Un punto más que quería señalar y discutir, dado el lugar enorme que tiene el Complejo de Edipo en la teoría, y luego en la teoría lacaniana, es algo que es eje del complejo, y que es el complejo de castración.

En la teoría psicoanalítica, el término que se usa para nombrar la falta en su elaboración, es la castración.

Me interesa recalcar el problema de que en la teoría psicoanalítica continúe estando el término “castración” en el lugar que ocupa. Creo que eso ha tenido lugar por ciertos desarrollos que hace Freud.

En Organización genital infantil –agregado de 1923 a 3 Ensayos...– Freud vuelve sobre el momento del primado de los genitales, y de la importancia que adquiere el quehacer genital, siendo que “el interés por los genitales y el quehacer genital cobran una significatividad dominante, que poco le va en la zaga a la de la edad madura”. Y agrega:

“El carácter principal de esta organización genital infantil es, al mismo tiempo, su diferencia respecto de la organización genital definitiva del adulto. Reside en que, para ambos sexos, sólo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto, no hay un primado genital, sino un primado del falo.”

Es claro este punto cuando dice: “Me parece, eso sí, que sólo puede apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si a la vez se toma en cuenta su génesis en la fase del primado del falo”.

Con esta enmienda, plantea algo esencial, porque va a ser el articulador para él, necesario para pensar el Complejo de Edipo y la relación castración-falo.

Vemos de este modo que cosas de la sexualidad de la niña como del niño son abordados desde una perspectiva única, de un único sexo.

Hoy por hoy no puede no llamarnos la atención que cada vez que es usada, reproduce esa sexualidad vista desde un lugar único, que es el del varón.

Esta idea del sexo único, que cabe para los hombres y para las mujeres, que podían quedar como fantasías aisladas en textos anteriores, o en experiencias que eventualmente nos brinda la realidad, adquiere en este artículo el estatuto de generalización a todos, universalización científica que es un eslabón necesario en la articulación de la falta en el sujeto.

En esta misma línea, hay varias afirmaciones de Lacan que podríamos tomar. En La significación del falo, por ejemplo, dice:

“Se sabe que el complejo de castración inconsciente tiene una función de nudo:

1° en la estructuración dinámica de los síntomas en el sentido analítico del término, queremos decir de lo que es analizable en las neurosis, perversiones y psicosis.

El falo es un significante destinado a designar en su conjunto los efectos de significado.

El falo es el significante privilegiado de esta marca donde la parte del logos se conjuga con el advenimiento del deseo.”

En la producción de Lacan, el retorno a Freud, marcado por la importación al psicoanálisis de algunos aportes de la lingüística, es una operación enorme que ayuda a orientarse en el trabajo clínico de una manera basal y de importancia inconmensurable.

Entiendo que para Lacan esa conceptualización del significante, estaría atada a algunas ideas respecto del falo y de la castración, que son las que propongo poner en cuestión. La necesariedad de esta soldadura no sería tal. Lo que aporta la lingüística no se caería por desatarse del Falo.

Para Lacan esto continúa así, lo podemos seguir constantando en sus últimos Seminarios –p. ej., el 23–, donde dice que el “falo es el soporte de la función del significante en tanto que ella crea todo el significado”.

Quería en este punto del sexo único –fálico o castrado– introducir un autor que abre una punta interesante. Este es Thomas Laqueur.

En La Construcción del sexo hace una historia de la manera en que “durante miles de años había sido un lugar común que las mujeres tenían los mismos genitales que los hombres, a excepción de que, como decía Nemesuis, obispo de Emesa, en el siglo IV: ‘los suyos están en el interior del cuerpo y no en el exterior’”.

O: “En el siglo II d.C. Galeno demostró que las mujeres eran esencialmente hombres en los cuales una falta de calor vital –de perfección– se había traducido en la retención, en el interior, de las estructura visibles en el hombre”.

Asimismo, rastrea en distintos momentos históricos la persistencia de estas ideas, pasando por ejemplo por el modo en que aún en el renacimiento se consideraba a la vagina como una versión interna del pene, y el modo en que se mantenía el cuerpo masculino como forma canónica humana. Subrayando también, que hasta ese mismo período, no había aún, palabras equivalentes para el cuerpo de la mujer y subrayando la importancia de esa ausencia.

La intención de Laqueur es mostrar cómo una biología de la jerarquía en la que hay un sexo único, han restringido la interpretación de los cuerpos y las estrategias de la política sexual durante dos mil años y el interés aquí es preguntarnos si esa investigación resuena de algún modo en términos acuñados por Freud.

Y desde luego, no porque se vaya a poner el acento en “dos sexos”. Porque se trata de una diversidad. Sino por intentar leer lo que hoy por hoy, sigue insistiendo en ese Falo, en ese único que enturbia las referencias para articular la práctica del psicoanálisis.

* Psicoanalista.