Escribía Carlos Correas en un apartado de su libro La operación Masotta de principios de los noventa, “pero hay que proseguir por Oscar Masotta, por el enfrentamiento de su muerte con esta muerte en vida”. Así, como al pasar, el propio Correas anuncia la inevitable decisión de quitarse la vida en su texto, el cual, al final de la lectura termina siendo una afrenta sentida al intelectual, ícono pop e introductor de Jaques Lacan en el mundo iberoamericano. El relato trabado, áspero, violento, sordo en desamor, concita datos interesantes, propios de individuos que compartieron años de formación casi autodidacta. Uno de ellos es el de la publicación de un artículo de Masotta, hacia el año 1958 denominado “Silencio y Humillación en Roberto Arlt”, esbozo de lo que sería tiempo después el célebre de la crítica argentina Sexo y traición en Roberto Arlt, por la revista rosarina Litoral. Vale el recuerdo de estos “jóvenes del cincuenta” en nuestras letras, además de las calidades de la difusión local.

Resultan conocidas- harto transitadas- las acciones de la generación de Contorno en la cultura del país, y en especial la de nuestra ciudad: Adolfo Prieto en la Escuela de Letras de La Universidad Nacional del Litoral, luego Universidad Nacional de Rosario, David Viñas docente de la casa, Ramón Alcalde Ministro de Educación de la provincia. Magisterio perdurable del “ala académica” enfrentaba, de forma irremediable, a los rabiosos anti sistema, sin recorrido de estudios regulares, atravesados por el existencialismo y la literatura del compromiso; con gustos sexuales diversos y dispuestos a dinamitar cualquier mandato pequeño burgués. Oscar Masotta, Carlos Correas y Juan José Sebreli integraban esa entente. Eran, claro está, una alianza con fisuras, rivalidades, competencia, histeria y breves rencores, pero inseparables. El primero en desprenderse de la órbita fue Masotta, acto que significó en imperdonable.

El ciclo del resentimiento comenzó con la edición el día 6 de agosto del año 1958 del artículo sobre la escritura de Roberto Arlt de la revista rosarina Litoral, “una muestra de flaqueo intelectual a la unión de los valores capitalistas”, dijeron los amigos. Era dirigida por Juan Miguel Castillo e integraban su redacción Irma Peirano, Alberto Cignoli, Federico Nebbia y Rodolfo Vinacua. Hacían periodismo profesional. También, en torno a ella, se agruparon los artistas plásticos Leónidas Gambartes, Juan Grela, Domingo Garrone, entre otros. En sus páginas emanaba el espíritu de la anterior revista Espiga, aquella que en su editorial fundacional planteaba “liberarse de la dependencia absoluta y enervante de Buenos Aires”. Contradictoria entonces, la divulgación del texto del “pibe de Floresta” como llamaban a Masotta -esto merece miles de análisis ajenos a la propuesta-. Algunos pasajes pueden leerse hoy hojeando las páginas de Sexo y Traición…

Pero la deriva sentimental de Correas continuó, extendiendo al molde impreso escenas cotidianas, privadas, cargadas de emoción fraterna: “A mi cierta inclinación homosexual hacia él, se añadía la fácil malicia homosexual con que Sebreli y yo buscábamos hacerle creer que lo deseábamos hasta la locura y que estábamos empeñados en corromperlos e inmoralizarlo. Oscar se sonreía con ternura cuando, flaqueado de un lado por Sebreli y del otro por mí, caminando por las calles de Floresta hacia su casa paterna, recibía nuestras alusiones a noches de lucha hasta el alba. Pero éramos demasiado amigos para destruir nuestra amistad por un contacto físico que jamás se produjo”.

Oscar Masotta muere en Barcelona, exiliado y víctima de cáncer a los 49 años; Carlos Correas salta de su balcón veintiún años después, en Buenos Aires.