Ya se convirtió en tópico: el Gobierno del presidente Mauricio Macri tendrá su propio 6-7-8, pero en contra. A partir de mañana se sucederán el paro nacional docente, la marcha de trabajadores del martes, el Paro Internacional de mujeres del 8-M. Será a disgusto del oficialismo, que generó las condiciones para que esas jornadas de protesta surgieran o crecieran. 

Tal vez una escena de la semana ayude a esbozar lo que quiere expresar esta columna. El colectivo Niunamenos ratificó la convocatoria al paro internacional de mujeres mediante una conferencia de prensa realizada en el Hotel Bauen. 

Las imágenes del estrado muestran carteles apoyando, además de su agenda propia, reivindicaciones contra políticas del macrismo: el paro docente, la exigencia de libertad para Milagro Sala, la reapertura de Artes Gráficas Rioplatenses (AGR), “vacantes para todos” (en escuelas públicas) y varias más. 

La movida lució transversal y pluralista como pocas, tal vez como ninguna. Casi simultáneamente, los trabajadores del Bauen fueron notificados de una orden de desalojo a cumplir antes del 4 abril. Es una empresa recuperada por sus laburantes, pionera de esa formidable experiencia criolla. El Congreso nacional votó la ley de expropiación para transferirla a la Cooperativa, que Mari vetó. Decisión unilateral dictada por el mandatario que aduló la cooperación entre el Ejecutivo y el Legislativo al comienzo de su discurso de apertura de sesiones.

Da la impresión de ser una política de estado que rinde sus frutos. En Merlo llegó una orden desalojo contra la Cooperativa Acoplados del Oeste www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-299150-2016-05-12.html (ex Petinari), una metalúrgica recuperada por sus trabajadores. La gobernadora bonaerense. María Eugenia Vidal, vetó hace un año una norma de la Legislatura provincial que resolvía una expropiación similar. Son embates contra las empresas auto gestionadas.  

La situación del Bauen es una muestra cabal del programa M que añadirá una consigna nueva a las movilizaciones del martes y miércoles. Cada día, puede decirse, la política económica empuja personas de a pie a la calle. 

Vamos a sobrevolar cada una de las movidas que abren camino para un año que estará signado por los conflictos, tanto como por las elecciones de medio término. O, mejor dicho, por la dialéctica entre la revuelta social y las reconfortantes rutinas democráticas.


Huelgas con historia: La huelga nacional docente combina dos reclamos inescindibles: la Paritaria Nacional (PND) y acuerdos salariales dignos para los educadores. La primera exigencia puede parecer formalista, tal es la tentativa del Gobierno. Pero es una herramienta imprescindible para que las convenciones colectivas no se diseminen en las 24 provincias, debilitando así la fuerza negociadora de los gremios. La trampa se disfraza con un falso federalismo, que se potenció en los 90 bajo el mando del ex presidente Carlos Menem y el ex híper ministro Domingo Cavallo.

Macri y su ministro de Educación, Esteban Bullrich, incumplen las leyes vigentes con esa finalidad. 

En los hechos, ni siquiera se consigue que los gremios bajen la cabeza y cierren trato en cada una de las provincias, que es el objetivo buscado. Hasta ahora no los hay en casi ninguna. San Luis desafió la moda con un aumento generoso por decreto (38 por ciento para los sueldos más altos, hasta el 60 por ciento para los más altos). En los otros territorios las tratativas se empantanan.

La cláusula gatillo (activable si la inflación supera el porcentaje pactado) es un común denominador. Bien mirado es un reconocimiento implícito: nadie cree en las fantasiosas metas de inflación del Banco Central que Macri hizo suyas en el recinto de Diputados.  

Buenos Aires “roba cámara” por su magnitud, como es lógico. En otros distritos se manejan cifras similares, un 18 por ciento para iniciar y pagado en cuotas. Es un piso muy bajo, que la cláusula gatillo no alcanza a compensar. 

La apuesta del macrismo es personalizar los legítimos pedidos de cientos de miles de docentes: todos y todas son Baradel. No importa que haya cinco sindicatos de variada coloratura política que promueven la huelga nacional: CTERA, UDA. AMET, CEA, SADOP. Representan a trabajadores de la educación pública y la privada. La tentativa de “culpar” de todo a un sector acaso sea redituable ante algún segmento de la opinión pública. 

No empezar el año lectivo en fecha incide negativamente en la vida cotidiana de las familias y los pibes. El oficialismo invoca representarlos, es una táctica habitual de los gobiernos pero niega derechos a los docentes, no cumple sus obligaciones.

Las amenazas a la familia de Roberto Baradel, Secretario General de SUTEBA, añaden violencia a la tensión habitual. El sarcasmo grotesco de Macri ante el pleno del Congreso es peligroso porque un representante gremial amenazado sí necesita protección. El desdén desde arriba, desde donde debería haber ejemplaridad y templanza, instiga (o justifica por anticipado) la furia de aliados fanáticos de Cambiemos.

María Eugenia Vidal puso en práctica la peregrina idea de llamar voluntarios, a esta altura no se sabe bien para qué. Fue cambiando sus funciones a medida que pululaban cuestionamientos de educadores, intendentes, Consejos Escolares. Es una provocación, amén de un disparate ilegal. De nuevo: como tantas intentonas del macrismo debe leerse más en clave de globos para la opinión pública que de gestión seria. 


Ausencias y silencios resonantes: En la liturgia, igual que en los sermones, son tan importantes los ausentes como los presentes y los silencios como lo verbalizado. Macri calló toda alusión a la industria, ni qué decir a los despidos, suspensiones y cierres de establecimientos. En consonancia, no asistieron representantes gremiales ni de las centrales empresarias. Las patronales estuvieron expresadas solitaria y vicariamente por el gremialista campestre  Gerónimo “Momo” Venegas, adalid del trabajo infantil, el no registrado y las jornadas de sol a sol sin pago de horas extras. 

El desmantelamiento de sectores productivos o su devastación acumulativa son un signo de la etapa. Metalurgia, textiles, indumentaria, calzado, informática, solo para empezar. 

La protesta del 7 de marzo fue iniciativa de gremios vinculados a esas ramas de actividad. Los acompañó desde el vamos la Corriente Federal.

Se sumó luego orgánicamente la Confederación General del Trabajo (CGT) que, por peso específico, copó la parada. Los triunviros tramitaron el apoyo de partidos políticos de la oposición, con buena cosecha de adhesiones.

También serán de la partida  las dos CTA, la Central de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y una miríada de organizaciones sociales.

El cuadro general, todo lo indica, reflejará una vez más que el Movimiento Obrero Organizado no expresa ni representa ni contiene a la totalidad de la clase trabajadora. Es una tendencia mundial, que la Argentina se combina con un modelo sindical muy estructurado que es a la vez poderoso e insuficiente.

De cualquier modo, es difícil exagerar la importancia que puede tener la CGT en los tiempos por venir… por su capacidad reivindicativa o por sus defecciones.  

Sería inconsistente o hasta suicida que la mayoría de sus dirigentes reiteraran la conducta genuflexa y entreguista que primó durante el menemismo. Cuentan con recursos y con una base social más reivindicativa y menos vencida que en aquel entonces. 

Los triunviros que la conducen aspiran a convertir a la CGT y a convertirse ellos personalmente en jugadores poderosos dentro del archipiélago peronista. Las convenciones colectivas serán, en buena dosis, el espacio de validación o de retroceso.

La latente  huelga general para fin de mes es, en ese escenario, nada más ni nada menos que una escala a esta altura ineludible. Retractarla o diferirla  equivaldría a retroceder. Una huelga general no sella “el fin de la historia” pero es un recurso. La expresión “medida de fuerza” viene a cuento: un paro es una demostración de poder, una pulseada que anticipa otras, en el fondo más relevantes. 


Ganar la calle: El 8-M es la única acción colectiva de esta semana prefijada hace meses, no pura réplica a las políticas oficiales recientes.  

Un paro de mujeres en la Argentina, internacional por añadidura,  hubiera sonado a delirio años atrás. Lo habrá, sin embargo, y lo será sin dudas. La fecha se resignifica: es instancia de lucha y de ratificación de identidad.

Convocado más allá de las estructuras, también se cumplirá en muchos países, en particular de América del Sur. Es parte de un movimiento mundial y de su relectura por la militancia local.

Las mujeres argentinas trajinaron por la región y por sindicatos locales: discutieron, persuadieron, sumaron.

Esa movilización, como todas, puede iniciarse desde las redes sociales pero, a la hora de congregar y batallar, poner el cuerpo es esencial. 

Para la conducción de la CGT y en general para quienes integran su estructura la mera existencia de un paro no convocado desde la estructura gremial es una sorpresa y un desafío. Las instituciones tienen virtudes y defectos, a menudo entreverados. Uno de ellos, casi de manual, es el conservadorismo. La irrupción del movimiento de mujeres agrega un reto y una demanda.

El primer reflejo de muchos dirigentes empinados es alegar que herramienta del paro es patrimonio exclusivo de los gremios. Como ya se comentó, en tiempos de fragmentación y crisis de la representatividad el argumento puede pecar de arcaico.

Las militantes del colectivo Niunamenos  cuentan que consiguieron, previsiblemente, mucho más apoyo de delegadas que de Secretarios Generales. También comentan que consiguen interpelar varones, en particular jóvenes. 

Las consignas del paro, ruidazo y marcha interpelan al Estado, al gobierno y también a la sociedad civil. Por esta última faceta no puede clasificárselo solo como una movilización opositora. De todos modos lo es, en sustancia, porque la mayoría de las demandas son contradictorias con las políticas y la ideología de un gobierno de derecha. 

Macri puede intrusar la corrección política gritando “¡ni una menos!” pero su estirpe es machista, misógina, chauvinista. Casi todas las exclusiones de la sociedad capitalista se agravan respecto de las mujeres: la desigualdad de derechos, la explotación laboral, la pobreza, la persecución a lxs inmigrantes.


El derecho a la calle: Las modalidades de protesta se acumulan, según la imaginación de los manifestantes. Productores misioneros repartieron gratis paquetes de yerba mate a otros ciudadanos en la Plaza de Mayo. En Río Negro se repitió un “frutazo” clamando que las economías regionales atraviesan una coyuntura afligente.

Clubes barriales, sindicatos y cooperativas armaron el segundo torneo de fútbol callejero “Juanjo Aranguren”, en la acera lindante con el ministerio de Energía y Minería. Con luz de día para no gastar electricidad. Un reconocimiento en vida a la gestión de Juan José Aranguren, el ex CEO de Shell, numen del Excel. 

Los tarifazos serán saludados por los usuarios y recusados en los Tribunales. 

Desde 2003 a 2015  convivieron (o confrontaron, de modo mayormente pacífico) movilizaciones a favor y en contra del kirchnerismo. La riqueza de la dualidad cesó: ahora, y en crecimiento exponencial, “la calle” cobija oposiciones vivaces. El macrismo hace su aporte: incrementa día a día el número de personas o actividades o ciudades u organizaciones damnificadas por las políticas públicas. 

Los voceros de Cambiemos podrían alegar que expresan a una mayoría silenciosa. Es una posibilidad, que solo puede medirse en serio cuando se vuelva a votar. Como rebusque argumentativo, siempre está a mano.

El Gobierno se siente más cómodo puertas adentro, a condición de empezar a no leer encuestas o de no creerles del todo. Sus mejores alfiles se mueven en los pasillos oscuros de los tribunales. Lo que la economía no da, que lo preste Comodoro Py. Es una apuesta salvaje que acecha a la institucionalidad… pero se está jugando.

El encarcelamiento temprano de Milagro Sala buscaba, entre otros fines, sojuzgar o amedrentar a la protesta social. En ese aspecto, es ostensible el fracaso. En contingencias como la actual,  en baja política, la tentación autoritaria suele emboscar a los gobiernos de derecha. Un dato que también puede signar el año.

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Jorge Larrosa