A la Santísima Trinidad del Realismo Sucio: O. Henry, John Fante y Charles Bukowski

¡Qué bueno verte Leo! Hace cuánto, trentipico, una pila de años. Tanto tiempo que hasta me dan ganas de preguntarte si seguís siendo de Ñuls, como nos decían los veteranos del barrio, ¿te acordás? el barrio… No volviste más vos.

Los picaditos que se armaban en el terreno de Vía Honda, dejábamos la piel. Y cuando era por guita, caía el cuartito, de la doce o la dieciocho, no sé; desierto quedaba, salíamos todos cagando a escondernos al kiosco de la calle Biedma. La eterna limpieza de la canchita antes de jugar, hecha siempre de manera escrupulosa y con elementos provistos por El Flaco, fiel visitante de los patios de la cuadra. Te acordás que en el barrido siempre encontrábamos miembros de animales muertos, carne pútrida, desecha por la noche. Pero ese día de diciembre no me lo olvido más, y vos, me parece, tampoco.

Las cosas que pasan cuando uno es pibe, y las que ves. Ella estaba ahí, pobrecita, apenas recaída su cabeza hacia la derecha. Recuerdo tu expresión al ver el cuerpo blanco en contraste con su ropa interior roja. Una desdichada la señorita de “Estación el gaucho”, primer año de laburo y por hacer dedo a la escuela la dejaron un despojo. “Mano de obra desocupada” dijo Romero, el del reparto de soda; “la pesada” inquirió doña Elisa. Después vino la denuncia, nos acompañó tu viejo a los Tribunales, las declaraciones y el circo de la tele; si hasta José de Zer nos hizo un reportaje. Por esos días te miraba y una mueca se había dibujado en tu cara.

Hace poco conversaba con tu tía, la de la calle Quintana. Le pregunté por vos, ¡para qué!, me tuvo una hora contándome sobre tus cosas, amoríos e infidelidades. Ese mismo día, ya de noche en casa, releía un poema de Baudelaire, no sé ni por qué. Hacia el final pronuncié: “Entonces, oh belleza mía, di a los gusanos/ que te comerán a besos/ ¡qué he guardado la forma y la esencia! / ¡De mis amores descompuestos!” Y mirá, te juro que ante cada palabra se me cruzaba la carita del pibe que fuiste, esa Navidad del año 1985 y el pedido al tipo de traje del juzgado, para que te muestre la foto una vez más de la maestra muerta.

Flavio Zalazar