En estos días de encierro inevitable, necesario, la convivencia 24x7 puede ser un verdadero desafío para gente de toda edad; en especial, la del tipo mini, con entre 0 y 15 pirulos. Que los aires distópicos no apabullen: para lograrlo, he aquí algunas actividades caseras que prácticamente no exigen desembolsar un céntimo aprovechando lo que esté a tiro, amén de entretener a personitas plenas de energía mientras todo vuelve a su cauce normal. En principio, bueno es recordar que todo cuanto rodea es materia fértil para el campo lúdico, solo es cuestión de poner en marcha la creatividad. Sobrados son los ejemplos, algunos perennes clásicos.

Dos latas de conserva vacías unidas por una piola hacen las veces de teléfono, transformado el sonido en vibraciones en cadena que viajan por la cuerda y llegan al otro extremo, incluso a varios metros. Una cuchara en ángulo preciso es potencial catapulta para disparar diferentes “proyectiles”, por caso, unas inofensivas bolitas de papel. Un tupper, embarcación ideal para muñecos que naveguen las tumultuosas aguas de la bañadera. Con harina, agua, aceite, sal y colorante (opcional) en dosis justas, habemus plastilina casera. Con las dos manos, maña y linterna, sombras chinescas que pueden dar forma a un zoo.

Para peques con entre 3 y 7 años: ya que el hogar en sí ha devenido una suerte de cueva, ¿por qué no instar al arte “rupestre”? Palmas entintadas sobre hojas, o a falta de stock, sobre alguna ropita desgastada, sábana vieja o cualquier trapo que se pueda enchastrar. Ya en plan aprovechamiento, pueden servir las telas colorinches para improvisar disfraces. En circunstancias menos… peculiares, transformarse en momia con papel higiénico sería lo obvio, ya no más: apelar a tiras, a repasadores viejos unidos con broches o clips. Por el lado “terrorífico”, pensar en pintarse una máscara de Frankenstein, el pelo revuelto y algún tornillo (de papel) aquí y allá. Mantas, almohadones y sillas resultan sólido basamento para montar desde las cabañas de los Tres Chanchitos a un antiquísimo castillo o nave espacial sui generis (dependiendo de dónde prefieran situarse su criatura, en el medioevo o en un futuro sci-fi). Plantar unas lentejas u alguna otra legumbre en algodón mojado, otro clásico infalible.

Si de hits se trata, infaltable el jugo de limón que, aplicado con pincel o cotonete, se vuelve tinta mágica: esencialmente invisible a los ojos hasta que no se le acerque plancha, bombilla o llama (de una vela, de un encendedor). Puede acompañar el experimento con lección de química: explicar al/la purrete que el zumo es un ácido débil que debilita el papel y, al darle calor, ese ácido cítrico se oxida dando por resultado el color (marrón). Si falta esa fruta, hay alternativas: la leche o una solución creada a partir de dos cucharadas de agua y una de bicarbonato, con ídem procedimiento de cifrado.

Aunque si de magia se habla, ¿qué mejor alquimia que cocinar con alegría y buen humor, reforzando vínculos familiares? Algo tan simple como una masa de pizza tiene un poco de experimento loco con el mejunje que crece, se transforma, tras mezclar harina, agua tibia, levadura, un chorrito de aceite y sal (hay harinas preparadas para panes -otra opción- y pizzas con levadura incorporada). Además de entretener por un buen rato y luego llenar la panza, hace que los peques se sientan útiles, responsables. Por otra parte, en rol de pinches de cocina, se pueden pringar lo que les dé la gana, un bonus incitante a esa edad. Harina leudante, manteca, un huevo, azúcar (si se desea, cacao en polvo, vainilla) valen para hacer galletitas dulces, a las que pueden dar formas ilimitadas; aunque, vamos, lejos de los fogones, hasta batir un huevo o cortar con la mano hojas de lechuga pueden ser actividades atractivas a partir de los 3 años. Además de ser lección de ciencias (¿cómo funciona la levadura?), de matemáticas (¿media taza en gramos?), de lectura (¿qué dice la etiqueta?)…

La opción gourmet más avanzada puede ser válida para mayores de 8, 9… A los que, ya en otro rubro, les sientan entretenimientos como los juegos de cartas y de estrategia (las damas, el ajedrez), la batalla naval, el ahorcado, aprender trucos de magia (hay cantidad de tutoriales en la web). Incluso puede dársele el celular en plan cámara para que despunte el vicio de tomar fotos o hacer videos, para posteriormente ver el resultado en la tevé el grupo familiar. Proponer la creación de un cómic, inventar un diario, escribir poemitas (incluso haikus, tan sencillos y breves), jugar a las rimas, abandonarse al karaoke...

Así y todo, según especialistas, importante es que la criatura mantenga una rutina relativamente similar a la habitual. Cambiar drásticamente sus horarios -explican- es fuente de estrés y puede empiojar la readaptación cuando todo retome su senda normal. Importante además que, aún en forma remota, mantengan contacto con sus compas de escuela y parientes más allegados (que no decaiga el abuelazgo ni el tiazgo, por favor) vía FaceTime, Skype, HangOut, WhatsApp…

Pantalla chica

Para otro lado, gracias a las diosas por las plataformas streaming con mucho cine, que bien elegido, estimula la imaginación, amplía la visión de mundo, tiene efectos catárticos, desconecta, revitaliza y un largo etcétera bienhechor. Que la adversidad valga, al menos, para presentarles a personitas en situación de encierro involuntario, producciones valiosas que sería bueno ver en dulce montón, comentando, compartiendo. A continuación, una antología aproximada de films que pueden hallarse online, a tiro en un par de clicks. Algunos, en Netflix, Amazon Prime, HBO; otros, en YouTube; y los que faltan, bajando el torrent correspondiente. Que no venza la pereza, vamos, un esfuercito más que habrá recompensa en el recreo…

Ha querido la fortuna (dentro de lo que cabe) que recientemente desembarcaran las muy preciosas producciones de Studio Ghibli a Netflix, donde ya se pueden ver títulos de culto como Mi vecino Totoro, El Viaje de Chihiro, El castillo en el cielo, La princesa Mononoke, Nausicaä del valle del viento… Cintas con fina sensibilidad social y humanística que abordan algunas obsesiones de Miyazaki y compañía: el cuidado de la naturaleza, la armónica convivencia con el paisaje, la ecología, además de las tradiciones culturales niponas, los vínculos humanos, el rico universo de la niñez.

Mulan

De princesas Disney, opciones con aires feministas: Mulan es la chinita que va a la guerra travestida en reemplazo de su padre enfermo, demostrando -con valor, humor y entrega- que el hábito y el entrenamiento, no así la fuerza, hacen a la guerrera. Las impetuosas Moana y Mérida no persiguen el beso del príncipe sino resguardar a sus comunidades de maldiciones aciagas. Ojo, la injustamente vapuleada Ariel, La Sirenita, ya tenía lo suyo haciendo corte de manga al mandato paterno en pos de seguir su deseo. Pocahontas, sagaz y determinada nativoamericana, era capaz de decirle al flechado capitán anglo: “Vos te vas a tu tierra, yo me quedo en la mía”. Y luego está la gran Bella, de La Bella y la Bestia, esa plebeya jovencita afecta a los libros, generosa y desprejuiciada, que parece inspirada por la Jo de Mujercitas, de Louise May Alcott. Al respecto, de todas las adaptaciones habidas, aunque excelente la de Greta Gerwig, más apto para público de 10 y más años reflotar aquella entrañable joyita hollywoodense de 1949, dirigida por Mervyn LeRoy, con Elizabeth Taylor como Amy, Janet Leigh como Meg y una adorable June Allyson en el codiciado rol de Jo…

Con la siempre grata compañía de Julie Andrews, volver a la Mary Poppins, la original, obvio es decirlo, y La novicia rebelde, obra maestra con soundtrack inoxidable. Del primer Tim Burton, el bueno, La gran aventura de Pee-Wee, El extraño mundo de Jack; o ese precioso corto de 1982, Vincent, donde un chiquillo introvertido sueña con su héroe, Vincent Prince (que prestó su voz como narrador). De Spike Jonze, Donde viven los monstruos, a partir del libro de Maurice Sendak de 1963.

La novicia rebelde

Si bien abundan recomendables títulos de diversas épocas con animalitos protagonistas (desde Ratatouille hasta Fantasía o Los aristogatos), cabe destacar Pollitos en fuga: robustas gallinas ponedoras que desmienten la mala fama de pavotas y miedosas, magníficamente reivindicadas por los ingleses Nick Park y Peter Lord (Wallace & Gromit) mediante animación artesanal.

Pollitos en fuga

Por lo demás, de las distintas versiones que ha inspirado el archiconocido relato de Lewis Carroll, ninguna tan descollante como el film animado de Disney, que en 1951 dispensa Alicia en el país de las maravillas, sobre la chicuela que cae en la conejera y acaba en un mundo de prodigios y personajes sorprendentes. Un viaje onírico que es una avanzada del surrealismo, del absurdo. Un secreto semiguardado puesto que los diseños de Alicia, la Reina Roja, el Gato de Cheshire son más conocidos que el propio film.

Como Alicia, la Dorothy de El mago de Oz entra en un país de maravillas al quedarse entre dormida y desvanecida después de haber sido zarandeada por un tornado en Kansas, topándose en su peregrinaje de descubrimientos con el León Miedoso, el Hombre de Hojalata, el Espantapájaros, la malvada Bruja del Oeste, los diminutos Munchkins, los alados Monos Voladores. Basada, obvio es decirlo, en otro clásico literario (El maravilloso mago de Oz, de L. Frank Baum, publicado en 1900), la adaptación fílmica definitiva es de 1938 y lleva la firma de Victor Fleming. Con la refulgente Judy Garland como incomparable Dorothy, que hace su viaje iniciático montada en los famosos zapatitos rojos de rubíes (de plata, en el libro), un símbolo -dirán ciertas voces- que alude a la primera menstruación.

El navegante

De humor dadaísta suele tacharse a ciertas escenas de El navegante, de 1924, título que bien viene para iniciar en la filmografía del genial Buster Keaton, que aquí –como millonario en un trasatlántico- le inventa a los artefactos que lo rodean (desde una olla hasta un copa) funciones extraordinariamente distintas para las que fueron creadas, con efectos descacharrantes. Incluye, por cierto, una de las primeras escenas underwater del cine. Y por fortuna, no tuvo el título que inicialmente estaba pensado (20 mil leguas de chistes submarinos…).

Las brujas

De aventuras, con su correspondiente arco de aprendizaje: los Goonies, Cuenta conmigo, Querida encogí a los niños… Y en plan “terror”, posibilidades varias, para mayores de 9, 10… Por caso, Las brujas, entretenida adaptación de la homónima novela fantástica de Roald Dahl, con una deliciosa Anjelica Huston interpretando a la villanísima en convención brujeril, pasando a su aquelarre el plan magistral: inyectar con una poción tremenda todas las golosinas de UK, amén de convertir a los peques que tanto aborrece en ratones. Reivindicada, en cambio, la brujita Agatha en ParaNorman: film stopmotion producido por los estudios Laika (responsables de la encantadora Coraline), donde Norman, un chicuelo de -cómo no- Salem, tiene el don de ver muertos y la pesada misión de salvar a su pueblo, entre hordas de zombis y espíritus picarones. Un sueño gótico y macabro es la siempre recomendable Los locos Addams, de 1991, con Raul Juliá y (otra vez) Huston como Homero y Morticia Addams, padres de la mejor Wednesday: una pequeñuela Christina Ricci, requeteinteligente, de mirada perforadora…