En 2019 Víctor Santos se convirtió en el primer historietista español en ser adaptado al cine en Hollywood. Otros colegas habían llegado a las pantallas grandes de la península antes, pero hasta entonces ninguno había cruzado el Atlántico. Jonas Akerlund adaptó Polar, que se puede ver en Netflix protagonizada por Mads Mikkelsen, Katheryn Winnick y Vanessa Hudgens. Polar cuenta la historia de un asesino a sueldo a quien sus empleadores quieren despojar de su jubilación (“incluso en ese mundo te quieren quitar la pensión”, dispara el autor). Una de acción clásica y bien directa que Santos concibió originalmente para experimentar con la historieta online. Pero los comienzos del historietista español, que cuenta en entrevista con Página/12, suenan muy conocidos a quienes están familiarizados con el ambiente comiquero argentino.

Santos comenzó con el auge de los fanzines en España, cuando la escena alternativa tenía mucha fuerza, lanzando “de a 100 copias de un comic de género negro”. Con varios amigos fundó el sello Siete Monos, y aunque en rigor cada uno se autopublicaba, les servía para compartir stands en convenciones “y parecer una editorial de verdad”. “En el ambiente cultural del momento era una manera de destacar y había un sentimiento de hermandad, era un ambiente muy fructífero, de ahí vengo yo”, recuerda. Santos aspiraba a la profesionalización, aunque el rápido destaque entre sus colegas lo ayudó a mantener cierta autonomía al momento de elegir sus trabajos. “Hacer las cosas a mi manera”, señala. Eso también lo llevó a ser galardonado como Premio Revelación en el Saló del Cómic de Barcelona de 2002, un reconocimiento inesperado y fundamental para muchos compañeros de generación: no es habitual que se consagren así a un dibujante dedicado a la historieta de género. “Ser un autor personal no es una elección de tema sino la voluntad de contar a tu manera y yo me muevo en el terreno del género porque me siento identificado y me parece una herramienta excelente”, explica.

Desde sus comienzos, Santos exploró la novela negra, la acción a lo cine hongkonés, y la fantasía épica en los celebrados Reyes Elfos. “Pero incluso obras que hice por encargo las considero muy personales, como un aspecto diferente de la gran obra o gran relato que es el conjunto de la obra de un autor”, propone. Quizás por eso, mientras trabajaba para el hiperexigente mercado norteamericano, ideó un webcómic para experimentar y no quemarse con el dibujo.

“A mí lo que me interesa de los cómics es la narrativa, cómo cuentas la historia, incluso me da pereza hacer las portadas y no me considero un buen dibujante”, confiesa. “Venía de dos años trabajando en vertical para el mercado norteamericano y ya sentía que me repetía, el formato horizontal de la pantalla me obligaba a pensar composiciones nuevas”. El plan original era un dibujo que pudiera resolver rápido, “pero divertido de pensar”, donde el grueso del trabajo fuera planificar la página al lavar los platos o en la fila del supermercado. “¿Qué es lo más fácil de contar? Una historia de acción. ¿Y qué es lo más sencillo de dibujar? Lo minimalista. Y metí blanco, negro y el tono de rojo. Ya tenía un personaje de otro cómic que no había llegado a prosperar, lo rescaté. Que luego me trajo problemas cuando hicimos la película. Tuvimos un rollo legal que resolver”. El minimalismo, descubrió Santos, puede ser increíblemente difícil de resolver en la historieta y reconoce que al final se pasaba horas ante la pantalla resolviendo justamente esos toques de color finales.

Polar pronto saltó de la pantalla digital a las páginas de Dark Horse, donde Santos ya tenía contactos y de ahí a un estudio de Hollywood. “El mercado norteamericano no sólo tiene más visibilidad, sino también mecanismos muy aceitados, y tuvimos mucha suerte porque antes de los seis meses ya habíamos vendido los derechos a la productora que hacía las películas de Resident Evil”, cuenta. Incluso, revela, ese contrato fue un golpe de suerte, pues la productora salió corriendo a buscar un relato de acción ante el embarazo de Milla Jovovich. Y aunque la vida siguió y Milla volvió a los sets, el proyecto igual siguió adelante durante años. “Luego hubo un cambio de ritmo vertiginoso: esperamos cinco años y en cuanto todos firmaron, se filmó en un mes y ya estaba”.

De su obra original hubo unas pocas variaciones, como el cambio de estatus de dos de los “villanos” de la película. El más importante es que la que en el cómic era la jefa del sindicato de asesinos (Vivian, interpretada por Winnick) en la pantalla es una subalterna de Blut (Matt Lucas). “Entiendo que ese personaje encaja mejor con el tipo de empresa que quieren mostrar, también que al personaje de ella le agregan el pasado con el prota y le agrega un sentido trágico, pero por fetiche mío me hubiera gustado verla darse de hostias con Mads”, agrega.

“Sí hubo cosas de guión que yo pensé que me preguntaban por cortesía, pero luego incorporaron a la película, y quizás en el montaje final influyó alguna sugerencia”, observa Santos. También le enviaron muestras y pudo dialogar con el compositor de la banda sonora, aunque “al final ya era juguete de ellos”, cuenta. Además, él mismo reconoce como un acierto que el director esquivara la estética minimalista que él había utilizado en el cómic. “No me hubiera gustado que fuese otro Sin City”, apunta. “Me parece una película valiente porque es una época compleja para el cine de clase b, que no son las grandes producciones como Los Vengadores y tampoco es cine independiente hecho con poco dinero, es una gama media, y tiene un tono pulp, violento y desvergonzado, un poco fuera de su tiempo, y tiene algo que sólo se puede hacer en espacios como Netflix, que no te cambia ni una coma: el borrador de guión que me mostraron antes de que firmara es el que se rodó, no pidió suavizar ninguna escena ni tapar el maravilloso culo de Mikkelsen”, ríe.