El paralelismo entre el asesinato de George Floyd en Estados Unidos y la primera escena del libro de Elsa Dorlin, Defenderse, es apabullante. El libro comienza narrando cómo en 1991 Rodney King, un ciudadano norteamericano afrodescendiente, fue interceptado por la policía mientras manejaba su taxi. Tras una espectacular persecución (tres patrulleros, un helicópero y cámaras) Rodney se baja del auto, la policía lo arroja al piso, lo golpea salvajemente y le da innumerables descargas eléctricas. Cada vez que Rodney trata de defenderse, la policía lo embiste con más violencia, como si el delito fuese que un afroamericano trate de protegerse y ya no el exceso de velocidad.

Entre la violencia sobre Rodney King en 1991 y el brutal asesinato de George Floyd hace pocos días, pareciera detectarse la emergencia de algo que sacude las fibras de la sensibilidad colectiva. Millones de personas desafiaron el temor a la pandemia y a la policía, ocupando las calles de las ciudades de Estados Unidos, exigiendo el fin de la violencia policial contra lxs afroamericanxs: “Sin justicia, no hay paz”, “Black Lives Matter”, “Tengo las manos arriba, no disparen” “no puedo respirar” son algunas de sus consignas. Mientras escribimos esta nota un grupo de activistas instaura una zona autónoma en Seattle y Trump redobla la apuesta movilizando a las fuerzas armadas contra los reclamos de la multitud. Londres, Madrid, París, Berlín, Bruselas y Roma ocupan sus calles para protestar contra el racismo.

Desde esta convulsión en un territorio de pandemia es que se produjo nuestro intercambio con Dorlin, una filósofa francesa contemporánea dedicada al estudio de la violencia en el cruce entre género y raza, es investigadora y profesora de filosofía en París 8. En el año 2009 fue reconocida como con una medalla CNRS por su trabajo sobre pensamiento y epistemología feminista. Entre sus obras se destacan La matriz de la raza (La Decouverte, 2008), Sexo, género y sexualidades (Nueva visión, 2009) y Defenderse. Una Filosofía de la Violencia, publicado en Buenos Aires por Hekht en 2019 .

¿Cuál es tu lectura de lo que está pasando en Estados Unidos, Elsa, se trata de una estrategia colectiva de autodefensa? ¿es un momento más en la historia de las luchas emancipatorias o tiene una relevancia particular?

Creo que hay miles, millones de nosotrxs que somos plenamente conscientes de que lo que se está jugando hoy en día en los Estados Unidos tiene tanta importancia, que podemos decir que estamos viviendo un momento histórico singular. Hay muchos indicadores de que se trata de una situación de enorme intensidad: la escala del movimiento en el país, su resonancia internacional, su determinación, su juventud y, por supuesto, su lugar en la larguísima historia de las luchas y resistencias afroamericanas por la Justicia y contra el racismo sistémático de los Estados Unidos.

¿Es posible entrever una alianza entre el género y la raza en este contexto? ¿qué tipo de feminismo puede articularse con los procesos de descolonización?

Hay muchísimas cosas que “en principio” tendrían que impedir o imposibilitar la alianza de la que somos testigxs y de la cual también participamos -y por lo tanto no llegan a impedirla-: la violencia policial (en Estados Unidos o en cualquier otro estado que se diga democrático), la brutalidad y la intimidación de los manifestantes, las represalias judiciales, financieras y psicológicas contra lxs activistas y sus familias, contra la población, en un contexto donde las personas más vulnerables, las clases más empobrecidas, están agotadas por la pandemia global del Covid.

Pero además hay mucho en juego para el feminismo: en las últimas décadas, los movimientos feministas de los países de capitalismo avanzado se han instrumentalizado en gran medida, así como también han colaborado con políticas estatales represivas y racistas. Sin embargo, también es cierto que dentro del gran movimiento feminista, hay corrientes antiimperialistas y descolonizadoras que se han opuesto abiertamente al feminismo liberal, blanco y burgués, y que hoy lograron trastocar el equilibrio de poder. Como brújula, es importante tener en cuenta lo siguiente: de la misma manera que la Nación, la policía es enemiga del feminismo y de la emancipación.

En tus trabajos te detenés justamente en las diferentes estrategias violentas y el fino borde por el que caminan las prácticas emancipatorias, y señalás que es necesario considerar toda una paleta de violencias, más o menos evidentes…

No hay que olvidar que existen formas de castigo menos brutales, menos evidentes, que las acciones directas de las fuerzas policiales, las milicias supremacistas o las élites racistas. Hay muchísimas otras formas violentas de negación del reclamo y la experiencia de quienes luchan: los eufemismos, la despolitización de sus exigencias, la victimización y los modos de atribuir una culpabilidad "blanca" (por ejemplo, los modos en que se piensa el "saqueo"). Pero la cuestión fundamental que hoy se nos plantea, incómoda y crudamente es la siguiente: actualmente en muchos de los llamados países democráticos la policía mata con total impunidad.

Autodefensa

El trabajo de investigación de Dorlin se centra en la autodefensa de los grupos a los que históricamente se les ha negado en virtud de su género o su raza, el derecho a proteger su vida, el derecho a defenderse. No se trata, sostiene, de aprender estrategias de combate individuales (la respuesta del feminismo liberal que ella rechaza), sino de recrear un colectivo feminista cuyo interés no esté puesto en reclamos y reivindicaciones legales, sino en hacer cuerpo colectivo, en la visibilización y reactivación de las muchísimas estrategias cotidianas de supervivencia y pensamiento que mujeres, lesbianas, travestis y trans han desarrollado desde hace cientos de años.

Mientras la “defensa propia” es constitutiva de la modernidad y del derecho burgués (y por eso mismo, es un privilegio masculinista y heterosexual), la “autodefensa” remite a las prácticas que las socializadas mujeres desarrollaron ante la necesidad de sobrevivir, y que muchas veces son el último recurso de quienes están indefensas y son, por eso mismo, “indefendibles”. En este punto, el trabajo de Dorlin enriquece los abordajes que podríamos realizar, para pensar lo ocurrido con Pepa Gaitán, Higui, Luz Aimé y, en general, todos aquellos casos donde quienes no deberían defenderse sí lo hacen y la justicia penal les castiga justamente por este motivo.

La autodefensa, para Dorlin, siempre es un modo colectivo de pensamiento, acción y afección. Estar políticamente en la realidad es “estar sensualmente en el mundo”, sintiendo el cuerpo, la potencia de su creatividad y de su ira, tanto como su fuerza y sensibilidad. Hemos sido educadas para no saber decir que no, para no molestar, no incomodar, no obstaculizar al poder del mismo modo en que hemos sido educadas para negar el dolor, físico y psíquico, que nos causa la dominación. Que no enfrentemos solas al poder debiera ser, según Dorlin, uno de los puntos prioritarios de la agenda feminista.

En tu libro Defenderse señalás una línea que va dividiendo, a lo largo de la historia de las luchas, las vidas que merecen vivir (y ser protegidas) de las que son abiertamente violentadas a la vez que se les impide defenderse ¿cómo se construye esa línea en este momento?

En los Estados Unidos, como en Francia, la pregunta a la que todxs nos enfrentamos es: ¿quién se siente seguro ante la policía, qué vidas se sienten protegidas, defendidas por la policía? y ¿quién se siente amenazado por la policía, qué vidas corren el riesgo de ser acosadas, heridas o asesinadas, tratadas como si no fueran dignas de protección, arrojadas contra el suelo, indefensas ante el poder de la policía, es decir, del gobierno? La frontera entre unas y otras vidas hoy sigue la línea del color: es cierto en los Estados Unidos, es cierto en Francia, como lo demuestra la política llevada a cabo en los barrios populares, contra los movimientos sociales por la justicia social o contra los solicitantes de asilo en el marco de la política migratoria.

Es necesario entonces rechazar el marco analítico según el cual el problema no es la policía, sino unos cuantos miembros de la policía que tienen malas prácticas, excesos, cometen errores o se comportan individualmente de manera racista, sexista o transfóbica... Estamos cansadxs de este debate y las manifestaciones recientes en los Estados Unidos permiten ver con claridad los términos en los que debe plantearse la cuestión. Básicamente, en Francia, podemos decir que la policía "hace bien su trabajo", porque está claramente acostumbrada a poner a las personas pobres a trabajar y a mantenerlas tranquilas en su gueto, la policía sabe asustar y disuadir a quienes se manifiestan contra las políticas que destruyen los sistemas de salud, de pensiones y de ayuda a la vivienda, que saquean la educación gratuita, el agua, las políticas migratorias, etc. Eso es hacer bien el trabajo policial.

Zona autónoma declarada en Seattle

Si las prácticas policiales son un tema ineludible para la emancipación feminista y decolonial, ¿sería necesario buscar una alternativa a ellas?

La cuestión es, en efecto, la supresión de la policía y la invención de otras modalidades -horizontales, solidarias, locales y comunitarias- de resolución de conflictos (según el modelo de Chiapas, por ejemplo). Es evidente que la cuestión de la policía debe estar vinculada a la cuestión del capitalismo y del Estado neoliberal: cuando este último abandona toda política social y deja a la mayoría en manos de una minoría que posee la mayor parte de las riquezas (y que sigue enriqueciéndose aunque eso signifique destruir la vida de muchxs), entonces los Estados necesitan a la policía, y esa policía sólo puede ser intrínsecamente mortal para la mayoría de nosotrxs.

Hace muy pocos días circuló un video donde una afroamericana impugnaba las manifestaciones del #BlackLivesMatter, gritándole a una activista blanca, diciendo que el problema es la violencia en general, que no importa si las víctimas son blancas o negras, que el racismo es un artificio de la izquierda…

La verdad es que no me interesa lo que esa mujer pueda pensar ¿Debería responderle? ¿Debería conmoverme lo que dice porque es negra? Eso sería cargar esa especie de culpa blanca de la élite privilegiada, que secreta e ingenuamente cree que sus vidas tienen un mayor valor de verdad que las otras: escuchar, simpatizar, arrepentirse y luego reanudar la vida normal como una persona privilegiada... estos son las actitudes típicas de las élites progresistas actuales. No, no estoy de acuerdo políticamente con esta mujer. Dentro de las minorías (sexuales, de género, de clase, de raza) hay desacuerdos, diferentes posiciones políticas, conflictos materiales. Reponer y visibilizar esas tensiones valoriza y enriquece a los movimientos políticos tanto como a nuestras bibliotecas, a nuestros legados, nuestros pensamientos y nuestras luchas.

La historia colonial de la esclavitud es la matriz de todas las dominaciones y luchas posteriores, allí ya podemos ver el modo, a la vez interno y externo, en que el poder logra que quienes sufren la violencia no puedan librarse de ella, modos afectivos y modos policiales del poder. Cuando analizás el “vigilantismo” te estás refiriendo a un fenómeno más extenso que la institución policial, ¿no?

Claro, al trabajar en la historia de la vigilantismo, he demostrado que todas las leyes de defensa propia están vinculadas a la historia colonial: en los Estados Unidos, la defensa propia y el derecho de todo ciudadano a estar armado es constitutivo del nacimiento de la joven nación americana, compuesta concretamente por una minoría de colonos blancos, que se declaran dueños de una tierra y se dan todos los medios para conquistarla y hacerla prosperar en su beneficio, aunque ello signifique masacrar todo a su paso. Son los "vigilantes" y lo que conocemos en nuestras ciudades a través de los "vecinos vigilantes" viene de allí. La población en su conjunto considera que esto es algo bueno porque estamos obsesionadxs con la cultura popular americana y sus superhéroes, que no son otra cosa que una forma de disculpa y de legitimación del vigilantismo.

Pero la historia de las luchas emancipatorias no es la historia de cowboys y superhéroes…

Las luchas por la justicia tienen una historia diferente a la que nace en el mito de los pioneros americanos: aquellos granjeros blancos, buenos cristianos, buenos padres que, con una Biblia en una mano y un arma en la otra, construyeron los Estados Unidos. Así es como sus herederos aún se imaginan a sí mismos (Donald Trump es la encarnación perfecta de esto) negando las raíces del mito: los millones de cadáveres de las naciones indígenas, los millones de esclavos, el desarrollo del capitalismo extractivista, la industrialización desastrosa, la catástrofe ambiental, el nacionalismo militarista y el sobrearmamento privado, el imperialismo dentro y fuera de las fronteras, la erradicación de toda oposición política, la financiarización de la economía en beneficio de una élite extremadamente rica y hegemónica, la cultura de masas y los cuentos de hadas del hombre que se hace sí mismo, el superhéroe vigilante, etc., etc., etc.

Cómo podríamos leer la historia de las luchas como una historia de la autodensa ¿cómo tendríamos que interrogar a nuestro pasado, pero (sobre todo) a nuestro presente?

La historia de las luchas muestra que la cuestión de la autodefensa plantea dos preguntas: ¿quién tiene derecho a defenderse? Históricamente, este derecho se basa en el color, la clase y el género: se trata principalmente de hombres blancos propietarios. La otra pregunta es: ¿quién tiene derecho a ser defendido? Hombres blancos y también mujeres blancas, en nombre de la defensa de la "moralidad" y la “virtud” de estas mujeres, trofeos sexuales que es necesario defender de aquellos que se han estigmatizado como agresores natos. El mito del violador negro (que justificó la mayoría de los linchamientos en Estados Unidos), "nativo", "inmigrante", "árabe", "extranjero" (en Francia, en Europa), permanece terriblemente activo en nuestras sociedades: las mujeres blancas tienen a priori miedo a los hombres de color y gran parte de la prevención de la violencia contra las mujeres está impregnada de racismo y de "blanqueo" sexista.

Indefendibles

En el mes de junio de 2019 Elsa Dorlin estuvo en Buenos Aires presentando su libro Defenderse. Ante un auditorio repleto expuso sus líneas teóricas a propósito del contexto europeo y estuvo muy atenta a escuchar nuestras propias historias de violencia (violencia doméstica, lesbofobia, poblaciones migrantes). Esa noche hubo un detalle muy representativo del impacto y la fertilidad de la propuesta de Dorlin: el auditorio estaba repleto de activistas y académicas en partes iguales.

Es que uno de los principales efectos del trabajo de Dorlin es refrescar los conceptos y las miradas sobre nuestras propios conflictos y batallas. No ser Europa ni Estados Unidos no nos exonera de sexismo ni racismo, sino que más bien complejiza las tramas de nuestras propias violencias y la necesidad de ser conscientes de esas distancias. Nuestrxs indefendibles, aquellxs que no tienen derecho a proteger su vida y que, cuando lo hacen, se etiquetan como peligrosxs, violentxs y “causantes de inseguridad”, no son tanto lxs afroamericanxs sino los pueblos originarios y las personas migrantes, las lesbianas, travestis y trans, las trabajadoras sexuales, las personas pobres, lxs habitantes de las villas. Negrxs, plebeyxs y desviadxs. Sobre esos cuerpos se aplica la violencia policial, así como también se les destina el sistema carcelario y la estigmatización en los medios de comunicación masiva.

Desde hace años activistas, abogadxs, trabajadorxs sociales, comunicadorxs y académicxs feministas, han logrado visibilizar una escena local muy vasta y compleja en la que, quizá, sea posible ir hacia esa articulación entre el género y la raza que propone Dorlin en clave de autodefensa. No se trata de aprender a combatir, señala, sino de desaprender a no combatir. Feminismos que alojen colectivamente el desaprendizaje de los gestos, temores y discursos donde negamos la violencia que nos atraviesa, feminismos que rechacen las premisas liberales e individualistas. Como señala Dorlin en el Manifiesto de Autodefensa que circula desde hace meses en la mar virtual: “quizá ya es tiempo de habitar de forma diferente nuestros músculos, de convocarnos a nosotras, de hacer cuerpo con nosotras mismas”.