Pintadas de hormigas, bicicletas y otros símbolos pueblan los muros de Rosario. ¿Qué significan? "Lo político no es un rasgo, un adjetivo o un contenido que caracteriza a cierto tipo de arte", dijo la investigadora, docente y militante social Marilé Di Filippo, siguiendo ideas de Ana Longoni y Jacques Rancière, en el VII Seminario Fundación Cisneros (16 de marzo de 2018, Caracas, Venezuela). "Son formas de creación que inciden en la distribución de lo sensible, en el orden de lo común, en el reparto de los espacios, los afectos y los cuerpos",agrega. 

Marilé Di Filippo acaba de publicar, por la colección "Comunicación, lenguajes, cultura" de UNR Editora (la editorial de la Universidad Nacional de Rosario), un libro de poderosa vigencia en estos momentos de crisis económica y desalojo de lo popular del espacio público local (desalojo tristemente marcado por la violencia institucional del Estado). 

Libro de poderosa vigencia.

Titulado Estéticas políticas. Activismo artístico, movimientos sociales y protestas populares en la Rosario del nuevo milenio, el libro de 350 páginas reúne los resultados de una investigación intensa y comprometida sobre las interfases arte-política en el marco de ciertas expresiones colectivas que se manifestaron en el espacio público de Rosario en el período 1995 a 2005 y otras que se extienden hasta la actualidad, con tres inflexiones importantes: críticas del arte político local al feroz ajuste neoliberal de mediados y fines de los '90; acciones colectivas en respuesta al asesinato policial del activista Pocho Lepratti el 19 de diciembre de 2001, y organizaciones populares locales que reivindican la memoria del militante Darío Santillán, asesinado junto a Maximiliano Kosteki por la policía en la manifestación de Puente Avellaneda el 26 de junio de 2002.

Ante la condición intrínsecamente estética de la política señalada por Rancière ("en cuanto supone el ejercicio poiético de invención, de montaje de escenas, personajes y argumentos para ser posible"), Di Filippo retoma una idea del crítico y teórico rosarino Reinaldo Laddaga: "el pasaje del régimen estético al régimen práctico en las artes". Di Filippo, tanto en el libro como en la tesis de maestría que le sirvió de base y en alocución citada, lee esta confrontación como confluencia o encrucijada desde donde pararse a leer lo que pasó por debajo del radar de la crítica especializada en artes plásticas entre el siglo pasado y el presente. Y que fue lo más visible. Pero que fue lo menos visto.

Con una mirada desde adentro, que lee y escucha los relatos de los protagonistas y que trabaja desde la palabra el modo en que la política de hoy, a través de sus estéticas, da espacio a los afectos, lo festivo, lo carnavalesco unido al cuidado de sí y del otro, y tanto de lo inefable que es tan difícil de verbalizar, la investigadora reconstruye un relato de toda una "escena" (como suelen decir los artistas reconocidos) que había quedado fuera de la historia del arte por haber sucedido fuera del sistema del arte o en sus márgenes (en los espacios liminales, como por ejemplo los movimientos estudiantiles y las veredas de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR) y con otra lógica de producción. Una donde el arte popular de la murga y el carnaval, el stencil (invención técnica que articula pintura y grabado, aura singular y pieza múltiple) o la escultura en el espacio público, la intervención urbana, el happening y la performance tienden más bien a servir como medios para un fin: como canales de activismo, producción de sentido cultural, métodos para la constitución de trama social y de subjetivación y estrategias de visibilización de problemas sociales, pero no son fines en sí (como se presupone al interior del sistema).

Di Filippo denomina como "estética-en-la-calle" a estas expresiones entre la estética y la política, y las clasifica en dos aspectos o períodos: las de protesta y las festivas. Analiza lo pertinente o lo extemporáneo de sus lenguajes artísticos y de las respuestas que suscitaron. Entrevista a artistas que salieron con sus acciones a la calle en los años '90:  Valeria Gericke y Laura Capdevila (del grupo Arte en la Kalle); Carlos Cantore (docente y escultor, integrante del grupo Trasmargen) y Pablo Galarza (grupo Pobres Diablos). Y a protagonistas de movidas tales como la Casa de Pocho Lepratti, el Frente Popular Darío Santillán Rosario y las murgas del reverdecer carnavalero. Entre los murgueros, uno de los entrevistados es Jorge “Flaco” Palermo, fundador del Centro Cultural "La Grieta. Cultura sin moño". Cabe agregar que este y otros centros culturales independientes, que documentaron en sus archivos sobre sus recorridos sociales, artísticos, políticos y culturales (archivos sin los cuales le hubiera sido imposible a Di Filippo escribir esta historia), están siendo arrasados por la nueva crisis económica y la negligencia estatal. 

Además es vital que en el libro se destaque el valor ético-simbólico de la figura de Darío Santillán y se narre el activismo social generado en torno a la lucha por hacerle justicia y mantener viva su memoria, en un momento en que Rosario asiste consternada a una nueva secuela del triple crimen del 1 de enero de 2012 que se cobró las vidas de tres militantes sociales del  M26, o Movimiento 26 de junio: el asesinato del padre de "Jere" o Jeremías Trasante, una de las tres víctimas. Es crucial la perspectiva estética que aporta la autora sobre los emblemas de las luchas populares, para que sean leídos cabalmente más allá de las clases o comunidades que les dieron origen. No podían faltar (y no faltan) dos antecedentes mundialmente reconocidos de la vinculación entre estética y política que vertebra los relatos reunidos en el libro: las Madres de Plaza de Mayo, y la agrupación H.I.J.O.S. Aquellos gestos fundantes de las Madres (bordar el nombre del hijo, la ronda, el pañuelo) son recobrados por Di Filippo en su dimensión estética, un aspecto que suele darse por sentado pero que aquí se potencia. Porque aquel pañuelo blanco fundó toda una serie de pañuelos: el pañuelo verde, el pañuelo anaranjado... y sí, también el pañuelo celeste, porque estos son tiempos en que la derecha se apropia del repertorio de liturgias y signos de las manifestaciones de lucha popular. Preciso es hoy más que nunca hacerse cargo, y no entregar los trapos.