“Crecimiento empobrecedor es la mejor denominación para el modelo económico que reemplazó al tan vapuleado modelo de los ‘90”, afirmaba el ex ministro de Economía Domingo Cavallo a mediados de la década pasada en una nota de opinión de La Nación. Aseguraba que las políticas de estímulo a la industria local para sustituir importaciones implicaban “vender a precios muy superiores a los que se pagaban en la convertibilidad” y que “las altas retenciones” iban a frenar inversiones en sectores con ventajas comparativas limitando la capacidad productiva de los exportadores. Para Cavallo este esquema tenía la intención implícita de perpetuar la pobreza y los bajos salarios.

 En 2015, diez años después de ese artículo, el salario mínimo se ubicó en 600 dólares, uno de los más elevados de la región, el salario real acumuló un incremento del 18 por ciento, calculándolo con la inflación estimada por las consultoras privadas, y el desempleo se redujo del 12 al 6 por ciento. La política económica, con sus aciertos y errores, mejoró los ingresos de una gran parte de la población. Pero no fue suficiente para que los sectores conservadores dejen de repetir las mismas consignas a favor del ajuste.

 “El crecimiento empobrecedor está en la raíz de las tensiones del país en los últimos cinco años, con baja productividad de sus inversiones, entre otros problemas”, afirmó hace unas pocas semanas el titular del Banco Central, Federico Sturzenegger, al exponer en un taller de finanzas internacionales. Reinventarse para sobrevivir no parece ser la mayor virtud de los economistas de derecha. El Gobierno avanzó en los últimos 16 meses en “solucionar” los problemas señalados por Cavallo: eliminó las retenciones al complejo exportador y comenzó a abrir las importaciones de bienes industriales, generando serias dificultades para que productores nacionales mantengan los negocios.

 Sturzenegger insistió en que las tasas de interés bajas son nocivas para la economía y que financiar con tasas subsidiadas a los industriales locales, una lógica del modelo económico de los últimos años, provoca pobreza. “Prestar a tasas subsidiadas es dramático. Implica financiar proyectos que pueden tener una tasa de retorno real negativa. Se terminan desarrollando las actividades que no son rentables y que impiden trasladar recursos a otros sectores con mayor rentabilidad y beneficio social. Es una asignación que destruye capital en lugar de multiplicarlo”. Para el funcionario “las economías con precios relativos muy distorsionados generan patrones de inversión que achican el PIB” y, por tanto, se justifica la devaluación, el tarifazo y la desregulación tanto comercial como financiera, con el objetivo de recomponer una estructura de precios relativos equilibrada.

 El “crecimiento empobrecedor” de los últimos años, pese a las críticas conservadoras, generó respuestas para moderar las tensiones de sectores vulnerables de la población, un elemento que no se observa en la estrategia económica de este Gobierno. El año pasado aumentó el desempleo y bajó el salario real. Hubo 1,5 millones de nuevos pobres y 600 mil nuevos indigentes. Bajó el consumo de productos de la canasta básica como la lecha y la carne, mientras que en la industria, donde se generan los empleos de calidad y valor agregado, se registraron la mayor cantidad de despidos entre los trabajadores registrados (47.828). Por su puesto al relato y los discursos no le importan los datos. La charla de Sturzenegger, donde volvió a reflotar los mismos argumentos sobre crecimiento empobrecedor defendidos por Cavallo, se llamó “el rol del Banco Central en relación con la igualdad de oportunidades”