Sesenta años atrás, una selecta audiencia ingresó al Carlton Theatre de Los Angeles para asistir a la proyección privada de una nueva película. Seguramente no tenían mucha idea de qué se trataba al entrar, pero puede apostarse con total seguridad que varios de ellos salieron del lugar con la firme impresión de que, de algún modo, acababan de vivir un evento clave en la historia de la cinematografía. Acababan de ser los primeros testigos de la peor película jamás realizada.

Por supuesto, era la década del ‘50, una era dorada para las películas Clase B. La gente vivía inmersa en malas producciones, cosas como I Was A Teenage Werewolf, Attack of the Crab Monsters, The Beast With 1,000,000 Eyes, Creature With The Atom Brain. Pero esa pequeña elite que emergió parpadeando del Carlton Theatre en marzo de 1957 acababa de ver algo que constituía en sí toda una clase aparte de las demás. El film que habían visto se llamaba Grave Robbers from Outer Space (Ladrones de tumbas del espacio exterior), pero para el momento en que llegó al público en general se la había renombrado con un título que se convirtió en marca histórica: Plan 9 From Outer Space (Plan 9 del espacio sideral).

¿Por qué era tan mala? ¿Por dónde empezar? Bueno, se la presentaba como  la última película de Bela Lugosi, famoso por su representación del Conde Drácula en 1931. Y de hecho Lugosi aparecía en la película, aunque en rigor él no sabía nada de ella: había muerto en 1956, antes incluso de que el film fuera concebido como tal.

Aun en un momento en el que imperaban las técnicas cinematográficas primitivas, los efectos especiales que Plan 9 mostraba en pantalla eran hilarantes. Un OVNI colgando en el cielo que solía ser descripto o como la taza de rueda de un automóvil o como un plato de papel. Actores que leen su parte de un guión que descansaba en su falda; pies de micrófono que aparecían y desaparecían del cuadro. Personajes que ingresan en una escena con un ambiente nocturno y salen de ella, cinco minutos después, con plena luz diurna. De manera quizá más disfrutable, el metraje en que aparecía Lugosi había sido fotografiado para una película completamente diferente, y cuando resultó que el material no era suficiente, se buscó otro actor para reemplazarlo. Un actor que era visiblemente más alto y que en realidad no se le parecía en nada, con lo que tuvo que esconder su rostro detrás de una capa en la mayoría de sus escenas.

Bela Lugosi en su última aparición cinematográfica.

Quizás todo ello podría haber sido dejado a un lado como simplemente un apunte pintoresco, si no fuera por el hecho de que la trama misma parece ser el producto de la más pura insania. Hay alguna línea argumental en bruto escondiéndose en algún lugar bajo el peso de los gruñidos de personajes y los efectos de cartón pintado, pero es una verdadera lucha tratar de adivinarla y sacar algo en limpio. Los alienígenas han llegado a la Tierra para poner en marcha su siniestro Plan 9 (el espectador nunca llega a saber nada de los planes del 1 al 8, que parecen haber sido catastróficos fracasos). El noveno plan involucra la idea de levantar a los muertos y enviar un ejército de zombies a atacar a los gobiernos del mundo. ¿Por qué? Porque la humanidad está a punto de inventar una sustancia llamada “solaronite”, tan peligrosa que podría a llegar a destruir el universo entero.

Puesto así, no parece sonar tan mal. Pero en su libro de 1980 The Golden Turkey Awards (Los Premios Pavo Dorado, en alusión a “turkey”, término estadounidense que refiere a las películas horribles), los críticos de cine Harry y Michael Medved le  otorgaron el premio de Peor Película de Todos Los Tiempos, y el “galardón” ha permanecido en sus manos desde entonces. Pero, en ocasión de su 60º aniversario, cabe preguntarse si es en realidad tan mala.

“A mí me resulta extraño que haya sido caracterizada de esa manera tajante, y permanezca así”, dice Kim Newman, crítico de cine y escritor inglés. “Además, Harry Medved era un periodista bastante conservador. Plan 9 era una película de bajo presupuesto pero ¿era realmente tanto peor que otras películas de la misma época? A mí me resulta más interesante, y la siento más cercana, que algunas películas modernas de baja producción, como Sharknado”. Definitivamente, Plan 9 tiene su buena legión de fans, y la frase “tan mala que es buena” parece haber sido forjada para ejemplificarla. Ha ingresado sin dudas en la santificada galería de las películas de culto. Pero su creador, el director Ed Wood, nunca se propuso hacer un film realmente malo.

Nacido en 1924, Wood se instaló en Hollywood después de la guerra, con una auténtica pasión por la realización de películas. El público está bastante familiarizado con su historia gracias a Ed Wood, el biopic dirigido por Tim Burton en 1994, con Johnny Depp a cargo del papel protagónico: allí se detallaba su dolorosa necesidad de meterse de lleno y triunfar en el mundo del cine, y su encuentro y amistad con Bela Lugosi, que terminaría convirtiéndose en una suerte de musa de Wood. El cineasta ya había dirigido algunas otras producciones de bajo presupuesto antes de Plan 9, incluyendo Glen o Glenda?, un semi documental exploitation que abordaba el travestismo; una especie de thriller criminal llamado Jail Bait y La novia del monstruo, una de terror. El mismo Wood, aparentemente, gustaba de usar ropa interior femenina bajo su uniforme de guerra de los Marines. Pero no cabe ninguna duda de que por lo que siempre será recordado es Plan 9.

Johnny Mains es un escritor y editor que actualmente trabaja en Dead Funny: Encore, una antología de historias de horror escritas por comediantes de diversas extracciones. Y ama la película de modo genuino, sin poses ni búsqueda de provocación. “Con una mano en el corazón, no creo que sea horrenda; de otro modo no la hubiera visto tantas veces como la vi”, argumenta. “Se podría pensar que estoy tratando de cabalgar un caballo muerto, pero créame que he pasado una gran parte de mi vida viendo películas de origen lamentable, y Plan 9 es un ejemplo perfecto de ensayo y error, de hacer a pesar de todo. De trabajar con lo que tenés y tratar de conseguir el mejor resultado posible con ello”.

Wood fue un maestro en ese rubro. Cuando Lugosi murió poco antes de empezar la filmación propiamente dicha, Wood decidió meter con calzador las imágenes que había almacenado para otro proyecto, con Lugosi luciendo horripilante o al menos tratando de asustar. Las aprovechó para Plan 9, aun cuando algunas de ellas no calzaban de ninguna manera. “Quizá no es del todo justo ensañarse con una película que fue armada con los escasos recursos de los que disponía Wood”, dice Kim Newman. “La gente tiende a verla hoy fuera de contexto, no la considera como parte de una escena que incluye a muchas otras películas de ese período”. Mains coincide con su colega: “Lo que sucede allí no tiene que ver con la competencia o eficacia como director sino con la exhuberancia y abundancia, el entusiasmo, y yo siempre termino prefiriendo eso a cualquier película que luce técnicamente brillante, pero al cabo resulta totalmente carente de alma”.

El auténtico Ed Wood y el caracterizado por Johnny Depp para la película homónima de Tim Burton, que le dio fama.

Después de su estreno en 1957, la película debió cambiar de título, supuestamente porque dos de sus financistas, que eran ministros baptistas, objetaron un nombre como Grave Robbers from Outer Space. En 1958, el distribuidor que iba a encargarse de llevarla a las salas se retiró, y recién en 1959 Plan 9 From Outer Space llegó al público en general. Fue recién en los años noventa que Mains la vio por primera vez, aunque estaba al tanto de su existencia. La película comienza con El Sorprendente Criswell, un hombre amigo de Ed Wood que hacía espectáculos psíquicos en teatros y que fue enrolado para encargarse de la narración. Su voz engolada recita: “Saludos, mis amigos. Todos estamos interesados en el futuro, porque es el lugar donde ustedes y yo vamos a pasar el resto de nuestras vidas”. Mains, que entonces tenía 19 años, se enganchó de inmediato. “Aun cuando la misma película se vendió a sí misma como la peor de todos los tiempos, yo estaba seguro de que seguramente no podía ser tan malo”, alega. “La vi, y desde el momento en que sonó la voz de Criswell quedé cautivado. Ahora, como un  hombre de 40 años, puedo decir con seguridad de que es una de mis películas favoritas de todos los tiempos, y la vi más veces de lo que resulta saludable verla”. ¿Cuántas veces? “Quizás unas doscientas en 21 años”, remata.

Newman no es tan optimista como Mains, pero aún así muestra cierto respeto por Wood, de quien dice que creció estimulado por las películas y a la hora de hacerlas ponía toda su pasión. “El amaba el proceso de filmar”, dice. “Fue quizá uno de los primeros fanáticos del cine que se graduó en hacer sus propias películas. El asunto con Wood es que él nunca se propuso algo como hacer ‘una película de culto’. Solo quería hacer una película, pero simplemente no tenía los recursos. Ciertamente, hay películas mucho peores que Plan 9. Tomemos por caso Moulin Rouge, que tiene todo el presupuesto y los grandes actores, y lo que se ve en pantalla es efectivamente lo que los realizadores querían hacer, tal como querían hacerlo. Para hacer Top Gun tuvieron todo lo que necesitaban, pero es insoportable. Lo peor que podés decir de una película es que es aburrida, y Plan 9 es sin ninguna duda una película muy entretenida”.

Si Ed Wood y Plan 9 From Out of Space han enseñado algo, es que disponer de una gran bolsa de entusiasmo y una actitud alegre y despreocupada para hacer el trabajo puede producir un resultado del que seguimos hablando sesenta años después. En estos días, la gente tiene más recursos para filmar en sus teléfonos celulares que lo que Wood tenía a su disposición en 1957. “Con lo que, en la medida de que tengas pasión y entusiasmo, y un guión medianamente decente, más y más gente querrá compartir la visión. Puede ser a la vez algo bueno y malo, pero es interesante estar atentos a ver quién es señalado como el nuevo Ed Wood”, reflexiona Mains.

Para Newman, que quizá ha atravesado más películas malas que cualquier otro en la Tierra, eso no es necesariamente algo bueno. “Cualquiera con un iPhone puede hacer una película”, coindice. “Pero eso no significa que uno quiera verla”. Quién sabe. Si una película resulta lo suficientemente mala, tal vez termine convirtiéndose en un clásico eterno.

* De The Independent, Gran Bretaña Especial para PáginaI12.