Cuarenteñeros; cuarenteradas; cuarenteligionarios; fratelas; sorelos; resilientos y recalientes; hermanos hisopadomericanos; postergados, resfriades y constipadas; deseantes del mundo uníos; víctimas y víctimos del macrigarcado: es con vosotras, nosotros y elles.

Estamos transitando tiempos inciertos. Podría usted decirme que todos los tiempos son inciertos, y tendría usted razón, ciertamente. Pero, diría Orwell, “todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Veamos:

Si yo le hubiera dicho, en diciembre de 2018: “dentro de un año, Cristina Fernández de Kirchner va a ser vicepresidenta y Alberto Fernández va a ser presidente”, usted hubiera llamado a su psiquiatra antes de preguntarme: “¿por el mismo partido?”.

Si yo le hubiera dicho, en diciembre de 2019: “dentro de un año, vamos a estar todos con barbijo o encerrados, va a haber marchas antivacuna, Putin va a ser tomado como emblema del comunismo y por la televisión van a estimular la ingestión de lavandina", usted hubiera llamado a mi psiquiatra (que no tengo, pero hubiera inventado uno ad hoc).

Por eso, en diciembre de 2020 no le dije nada. Y mire que he leído a Bradbury, Asimov, Verne y King, entre otros “historiadores”, así que podría profetizar tranquilo, sabiendo que la realidad me superaría, siempre.

Sin embargo, no lo hice, y no lo voy a hacer ahora, porque estamos en febrero, y para mí es el mes del descanso, las vacaciones y la reflexión. Aunque, para variar, vengo a contramano de lo estándar (vacaciones en enero), pero ¿qué le hace una mancha más al oso?

Febrero es mi mes de vacaciones desde mi infancia -tanto la real (mis padres se tomaban ese mes) como la imaginaria (mi analista también se tomaba ese mes)-. Así que trato de ser coherente, al menos en esto.

Pero mis sentidos siguen laburando. Ya escribí la semana pasada sobre la UE y los laboratorios (“Odiar es nunca pedir perdón”, en este mismo diario). Recibí comentarios donde explicaban que la UE fue traicionada, porque les había dado mucha plata a los laboratorios, que vendieron a otros lo que era de ella. Eso no se llama traición, se llama “neocapitalismo”.

Pensé que la UE estaba actuando desde un lugar de superioridad (no numérica, sino “racial”), hablándole al mundo como si el nazismo no hubiera perdido la guerra, y lo posteé en mis redes. Algunes me “recordaron” que el nazismo fue derrotado en 1945. Se equivocan. No en el dato, que es correcto, sino en que no es a mí a quien deberían recordárselo, sino a la UE.

Otra cosa: las redes sociales no solamente se encargan de decirte qué tenés que comprar y qué tenes que pensar. Ahora crecieron y te dicen “qué tenés que recordar”; te avisan de cosas que hiciste hace un tiempo. Así, me “acordé” de la presentación de un libro, en la que estuve hace tres años.

En ese evento, alguien me preguntó si yo pensaba que a CFK la odiaban por ser mujer. Respondí que no lo sabía, que quizás algunas personas sí, pero que el electorado argentino, al parecer, no: Cristina ganó en primera vuelta las dos veces que se presentó para presidir y la vez en que se presentó para vicepresidir. Y no sólo eso: en 2007, más del 70 por ciento votamos a una mujer como primera mandataria. El 45 por ciento que votamos a CFK y el 25 que votó a Elisa Carrió. Que CFK y Carrió estén englobadas en la misma categoría prueba lo inútil, absurdo y ridículo de ciertas categorizaciones estadísticas. Bueno, digo, no sé, no soy sociólogo.

Porque, por ejemplo, en los Estados Unidos sí podríamos hablar de un fuerte prejuicio en ese sentido. En 2008, en las internas, se probó que había más gente machista que racista, ya que fueron más los que votaron contra Hillary que los que votaron contra Obama. Por las dudas, en 2016, racismo y machismo se unieron, junto a supremacismo y... xenofobia (para tener el cupo femenino de los nombres de prejuicios). Con ese “crisol de odios” se aseguraron la victoria contra Hillary.

Volvieron a tener la mayoría de los votos en 2020. Pero, por suerte, eran votos en contra (digo, supongo que muchos de los votos de Biden fueron “antitrump”, aunque no lo sé, ya dije que no soy sociólogo).

Finalmente, una pequeña reflexión sobre la comunicación. Por rara paradoja (no “de época”, sino intencional), estamos más comunicados que nunca y nos comunicamos menos que nunca, ya que comunicarse implica una postura activa y si “ya estamos comunicados” no hace falta. “La patria es el contacto”, diría un tecnomilitante, mientras te hace la V de “visto”.

Etceterétrix.

A continuación el video “El mundo está complicado”, de RS Positivo (Rudy-Sanz) y Amigos: