Mientras un grupo de voluntarios y voluntarias cocina locro, otro se prepara para llevarlo este sábado a las guardias de urgencia de covid de trece hospitales de la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Mil raciones de locro están a la venta para quien quiera con el gesto de la compra no solo agradecer el trabajo de profesionales de la salud que están trabajando al límite sino también ayudar económicamente a la cocinera entrerriana Juliana Ríos Moretti, que tuvo que venir a la Ciudad de Buenos Aires para operar a su nieto de una cardiopatía congénita. Aunque este círculo solidario parezca complicado, es bastante simple. “Este proyecto tiene que ver con el corazón, si bien hablamos del corazón de Gauthier tiene que ver con muchos corazones”, dice Ríos Moretti.

La iniciativa surgió en el marco de “Buena Morfa Social Club”, una comunidad creada en facebook hace diez años y que hoy congrega 73.500 personas amantes de la cocina y el buen comer. El fundador es Marcelo Crivelli, un abogado que un día subió a su perfil personal un plato que estaba compartiendo con un amigo en un restaurante y un montón de gente empezó a opinar y a recomendar otras comidas que tenía que probar. A partir de eso, armó el grupo para compartir a qué restaurantes iban a comer y cómo les iba. Después el grupo empezó a crecer. Mientras se iban cimentando las relaciones entre los miembros, nacieron las primeras acciones solidarias. “Quienes tenemos la suerte de poder elegir lo que comemos, tenemos que devolver el círculo haciendo algo por los demás. La primera fue un locro a beneficio. Dimos hasta becas de formación en oficios para tener una salida laboral. Hemos trabajado con gente en situación de calle ayudándola a insertarse. No es un grupo filantrópico pero la solidaridad es uno de sus pilares”, cuenta Crivelli a Página/12.

Esta vez la comunidad se movilizó para ayudar a Juliana Ríos Moretti. Su nieto Gauthier nació con una cardiopatía congénita. “En Entre Ríos no había forma de atenderlo, vino a Buenos Aires, lo operaron varias veces y tiene un pronóstico delicado. Al mismo tiempo, Juliana intentó salir a buscar trabajo para solventar su estadía en Buenos Aires y se propuso cocinar locro en una cocinita que le prestaban y vender raciones a gente que estuviera dispuesta a comprar. Le propuse que en lugar de vender porciones de a una, hiciéramos un volumen ambicioso para que la gente pudiera comprar y donar a los servicios de urgencia de varios hospitales”, explica Crivelli.

Consiguieron gracias a la solidaridad los insumos necesarios: descartables y lo que hace falta para producir mil raciones. Se contactaron con hospitales que están en la primera línea de fuego de covid. Son trece en total, que surgieron por votación entre la gente de la comunidad. El Hospital Italiano es uno de ellos, porque allí se atiende Gauthier, luego son todos hospitales públicos: Ramos Mejía, Argerich, Thornú, Muñiz, Durand, Pirovano, Santojani y Álvarez en CABA. En provincia: el Hospital Posadas y el de Vicente López.

El sábado al mediodía mil personas de los servicios de urgencia de los hospitales van a almorzar nuestro locro, lo reciben listo para que se lo calienten en el lugar donde están. Un grupo de voluntarios está cocinando ahora y otro grupo va a salir a entregarlo a los hospitales”, explicó. Para quienes quieran donar, la porción cuesta 500 pesos y se puede acceder a la información necesaria a través de la cuenta de Instagram. “La gente no compra para comerlo sino para regalarlo. Es un círculo virtuoso que sirve para sostener los gastos de esta familia que tiene que vivir y comer”, insiste.

Mientras todo esto sucede, esta mañana Gauthier, de siete meses, fue operado nuevamente. “Hace dos meses y medio que estamos en Buenos Aires y el año pasado estuvimos cuatro meses con mi hija y el papá del bebé. Los dos tienen 18 años, son muy chiquitos para pasar por todo esto”, contó a este diario Ríos Moretti, luego de saber que la operación había resultado bien y en camino a cocinar el locro.

“Nos tuvimos que venir con mi hija embarazada para que naciera acá porque ya se sabía que el bebé tenía una cardiopatía congénita. A Gauthier lo operaron a los 16 días. Volvimos en noviembre a casa y en febrero empezó a hacer como unas 'ausencias' y nos vinimos a Buenos Aires. Hace 15 días lo operaron del corazón y luego empezó con una complicación en la garganta y hoy lo terminaron de operar”, cuenta.

Ríos Moretti organizaba los eventos gastronómicos del municipio de Paraná y a los dos días de decirle a su jefa que tenía viajar a Buenos Aires, la despidieron. “Yo podía hacer mi trabajo de manera virtual. Esto fue en agosto del año pasado. No tuve la oportunidad”, dice. También pide que se apruebe una ley de cardiopatía congénita. “Hay un proyecto de ley que plantea que los médicos y los hospitales públicos y obras sociales reconozcan los estudios y todo lo que conlleva tener un chico con cardiopatía congénita. La solidaridad es bárbara pero las obras sociales y el Estado deberían hacerse cargo. Hay papás que han pagado un millón de pesos el traslado de sus hijos. Además, no es solamente la parte económica, es el miedo de no saber qué va a pasar. Sería bueno que se entienda que hay que apoyar a los papás y al chico que nace con esta patología”, dice.