"El objetivo final de Uber es apoderarse de nuestra actividad, que es un servicio público, y de otras actividades como la de camioneros, delivery, y monopolizarlas", explica Alberto Rodríguez, secretario de la Asociación Taxistas de Capital que es parte de la CTA. En el mundo, desde Estados Unidos a China, avanzan los intentos por regular a las grandes corporaciones. Uber no es la excepción. "Nosotros no aceptamos esa falsa salida", afirma Rodríguez.

- ¿Cómo está funcionando Uber en Argentina?

- Uber sigue siendo ilegal en todas las ciudades del país donde intentó instalarse, salvo en Mendoza del gobernador Alfredo Cornejo. Sus métodos de penetración parten de una actitud de desconocimiento de las soberanías económica y política de los Estados, ya sea nacional, provincial o municipal, de las leyes impositivas, las que regulan el transporte de pasajeros, las que protegen el trabajo y los derechos de los trabajadores. También en CABA opera ilegalmente. Hay un fallo judicial y de Cámara que ordena cesar la actividad de Uber, que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires no acata. Además se puede agregar que esta app están desconociendo el DNU del Gobierno Nacional sobre la restricciones por la pandemia con su actividad fuera de control en las calles.

- ¿Y qué pasa con la cuestión impositiva?

- Hay dos juicios en la Justicia Penal Económica contra Uber. Uno es de la AFIP por el no pago de impuestos, y otro es el que estamos presentando nosotros desde el Frente de Unidad Taxista para que se investigue cómo fuga esas ganancias. Aportamos datos porque lo consideramos ilegal. Son dólares que servirían para enfrentar los enormes gastos por la pandemia y la grave crisis económica que vivimos.

- Uber sigue perdiendo dinero a nivel global. ¿Cómo se explica?

- Uber y otras app son una expresión del capitalismo parasitario que no invierte un sólo peso, no asume responsabilidades por su actividad y cobra una comisión por viaje, por ahora, del 25 por ciento que le permite una ganancia millonaria sin riesgo alguno. Cobran contado o por medios electrónicos de pago y se lleva estas ganancias al exterior. Lo hace a partir de la desregulación del sistema financiero del macrismo que abrió todas las puertas para la fuga de divisas. No conozco sus balances en el mundo, pero Uber no pierde plata, ninguna empresa de este tipo ha perdido dinero. Eso puede haber sucedido cuando estableció una política de dumping para instalarse y eliminar competidores, pero en esta situación pandémica por la que atraviesa el mundo, por el contrario, las páginas de los diarios del mundo ponen en claro sus escandalosas ganancias. 

- ¿Cuál es su estrategia empresarial?

- También sucede que para sus inversores venden acciones para comprar otras firmas más rentables pero eso, a mi entender, es solo parte del juego del capital financiero. En realidad, Uber para imponer su modelo de negocios siempre planteó el eufemismo de que sus choferes son “socios”. Lo hace para desprenderse de toda responsabilidad para con sus trabajadores, no pagar los aportes a la seguridad social, despedir a placer, impedir cualquier sindicalización. O sea, quita absoluta de derechos para imponer la precarización laboral absoluta.

- ¿Observan una tendencia global a la regulación de plataformas como Uber?

- No veo que haya cambios en ese sentido. El juicio que perdieron en Inglaterra, después de años de superexplotación del trabajo dejó casi en la ruina el servicio de taxis de Londres. Hay una estrategia de Uber y otras empresas similares como DiDi, Beat y Cabify: cuando las luchas de los trabajadores avanzan sugieren, muchas veces con la complicidad de fuerzas políticas y gobiernos de derecha o conciliadores, una regulación para legalizarse, pero con clausulas particulares y especiales para su actividad que no respetan los derechos obreros legislados para flexibilizar al extremo sus responsabilidades. 

- ¿Cuál es el saldo sociolaboral del funcionamiento de Uber?

- Los Estados Unidos y otros países centrales del capitalismo neoliberal han promovido la expansión de estas empresas con el verso de la modernización pero han sembrado en el mundo desocupación, hambre y miseria. El anterior gobierno macrista fue alumno ejemplar de estas políticas. Y esa subjetividad neoliberal no está, lamentablemente, cuestionada; ni siquiera en la OIT, en un debate de fondo. Lo de Biden y Amazon, para dar un ejemplo, es sólo una maniobra política de los demócratas que perdieron apoyos en el movimiento obrero. Hacia el resto del mundo la política imperial de los Estados Unidos sigue siendo la misma, en defensa irrestricta de los intereses de su corporaciones. Y para probar esto hay varios ejemplos que incluyen las guerras y ocupación de países. Hay opiniones sobre las supuestas bondades de esta regulación que proponen, incluso presentándolas como mal menor, en manifestaciones de la OIT y del Gobierno de Estados Unidos. Pecan de una enorme ingenuidad quienes se hacen voceros de ellas.