En la península de Victoriano Arenas, un espacio verde entre la rivera de Barracas y el reverso conurbano del Riachuelo, un volante ofensivo con piel de ébano llama la atención como ninguno. “¡Bien, Baki, bien!”, le grita un pendejito desde la tribuna de la cancha de CAVA. Abdul Mohammed es un joven de 28 años que nació en Kumasi (Ghana), llegó al país hace 15 y se destaca en la Primera D del fútbol local, donde es una de las estrellas de la categoría no sólo por sus anotaciones, sino también por su personalidad pizpireta y sus declaraciones estridentes. “Tengo cosas de Messi”, dice sin sonrojarse.

Cuando chico, su hermano, que ya vivía en Argentina, le sugirió venir. No fue fácil. Hizo las inferiores en El Porvenir y recaló en el Matienzo de Córdoba. “Ahí me hicieron hincha de San Lorenzo y aprendí a hablar castellano”, desliza. En 2009 casi ficha por Victoriano Arenas. Luego de varios papeleos, finalmente firmó en 2010. Desde entonces es el ídolo de todos en esta institución del sur. Incluso, en los malos tiempos, sus planteles fueron resistidos menos él: Baki es del pueblo. Y un dato: desde 1998 que Victoriano Arenas no ganaba cuatro partidos seguidos, como en esta flamante seguidilla. “Esto pasa con Baki”, dispara el extremo diestro.

Durante los días de ramadán, Baki no entrena ni juega y se pasa las horas entre ayunos y rezos. Por estas épocas, anda como un mini Balotelli: cresta oxigenada sostenida con un cuerpo fibroso. Su club está cuarto, con serias intenciones de ascender. Y Baki lleva anotados tres goles en cuatro partidos: un promedio altísimo. Sin embargo, como en esta categoría el fútbol no es profesional, todo el plantel se las tiene que rebuscar. El vende carteras, bijouterie y relojes por el Centro. “Les vendo más a las mujeres, a ellas les gusta más gastar”, explica. “Con Baki vas a llorar y vas a reír”, bromea.

Pero no siempre fueron días felices para él. La temporada anterior no le salió una: pifiaba, comía banco, andaba desganado. “Había perdido la energía, jugaba pero no disfrutaba.” Su escasez no era futbolística sino familiar: extrañaba mucho. Con esfuerzo propio, del club y de sus compañeros, Baki pudo volver a visitar a su madre y a su parentela. No le avisó a nadie y cayó de sopetón. “Mi mamá me recibió llorando, fue una alegría”, recuerda. Eso lo revitalizó.

“¡Baki! ¡Baki! ¡Una fotooo!”, le exigen unos pibitos al pasar. “Si vengo acá es por los pibes. Me vuelven loco, son los que me hacen disfrutar de todo esto. Igual, no es lo mismo vivir en otro país. A mi hermano le digo que ganamos y me comenta: ‘Bien, bien’. En cambio, mi mamá me cocinaría, me cuidaría, lo sentiría más.” Después del viaje, volvió con todo. “Ahora anda hecho una fiera”, se suma Matías Varela, de la comisión directiva. “Yo hago los goles importantes”, apura Baki entre risas, que esta tarde, con Victoriano Arenas, venció 1 a 0 a Liniers.

Che, Baki, pero no la metiste hoy…

–Y, bueno, tengo cosas de Messi pero después me anulo. ¡Si era Messi la metía!