Los clubes y la AFA se rieron en la cara de las más altas autoridades del Gobierno Nacional. Y este fin de semana pasaron por encima de las disposiciones que estipulaban el regreso del público a las canchas con un aforo permitido del 50%. En varios partidos de Primera y la Primera Nacional ese límite se sobrepasó largamente. En el Superclasico, incluso, inspectores del Comité de Seguridad Deportiva de la Ciudad de Buenos Aires comprobaron un exceso de la mitad de tope autorizado. Debían ingresar no más de 36 mil espectadores al Monumental y lo hicieron 54 mil, muchos de ellos con carnets vencidos y entradas falsas que nadie se tomó el trabajo de verificar.

El desborde que se constató en la mayoría de los partidos de Primera y en el encuentro del viernes pasado en Córdoba entre Belgrano y Deportivo Riestra por el principal torneo de ascenso deja muy mal parados a los funcionarios que el jueves pasado anunciaron con gesto adusto el regreso del público a los estadios luego de un año y medio de restricción por la pandemia. El Jefe de Gabinete, Juan Manzur; los ministros de Salud, Carla Vizzotti; de Turismo y Deporte, Matías Lammens; y de Seguridad, Aníbal Fernández; fueron desautorizados por la dirigencia del fútbol que abrió de par en par las puertas de sus estadios para que nadie se quede afuera del feliz acontecimiento. Los gobiernos no quisieron asumir los controles y alegaron que correspondían a los clubes que son los organizadores de los espectáculos. Los clubes, por su parte, respondieron que no podían hacerse cargo porque carecían de los recursos técnicos y humanos para tal fin. Por el medio, les pasó la multitud. 

Es tan malo querer controlarlo todo como no querer controlar nada. En la teoría, podía resultar engorroso acercarse a los estadios. Había que mostrar entradas, credenciales, hasta un certificado especial de salud para espectáculos deportivos y demostrar que por lo menos se contaba con una dosis de las vacunas contra el coronavirus. En la práctica, la Policía de la Ciudad y la de las Provincias y el personal de UTEDYC (el gremio que nuclea al personal que trabaja en las canchas) dejó avanzar a todos con una sonrisa. La orden era que pasara todo el mundo y que ningun hincha se quedara al margen de la fiesta grande del retorno.

En verdad, volvió a pasar lo que tantas veces ha pasado y seguramente pasará. Los anuncios en público no se correspondieron con la realidad de los hechos. La severidad de la semana mutó en tolerancia el sábado y el domingo. Los clubes hicieron las cosas tan mal como acostumbran a hacerlo. Y el gobierno quedó debilitado por la desobediencia a sus propias disposiciones en materia de salud y seguridad deportiva. Algunos especulan que en tiempos de dificultades políticas, era mejor la foto de las tribunas llenas y los hinchas saltando y cantando felices que la de la de la gente triste por no poder entrar a las canchas. Lo hubieran dicho antes y nos hubiéramos evitado el bochorno de ver otra vez como las reglas son incumplidas por los mismos que deberían hacerlas cumplir.