Mauricio Macri llegó este fin de semana al país central del actual reordenamiento global, un proceso tumultuoso y conflictivo como es toda transición hegemónica. Desde que viajó Néstor Kirchner en 2004, China es un aliado clave de Argentina; algunos creen que para bien, otros lo ven como una nueva dependencia. Pero China hoy es el principal actor comercial, financiero o de cooperación de dos de cada tres naciones del planeta.

¿Sabe a quién pertenecen los autos Volvo, los electrodomésticos General Electric, las indumentarias Cerruti, el resort Club Med, el hotel Waldorf Astoria, una parte del club Atlético de Madrid (y de todo el Milan, Inter y  Aston Villa), los teléfonos Motorola, la agrícola Nidera, las computadoras IBM, los neumáticos Pirelli, los cines AMC Imax, los relojes Rotary? Si piensa que sus dueños son estadounidenses o europeos se equivoca. Fueron, hoy pertenecen a capitales chinos. 

En 2016, unos 200 mil millones de dólares del Estado y de millonarios de China salieron de compras por el mundo, como lo hacen desde hace varios años, y batieron su propio record. En la cuenta debería incluirse, entre tantísimas operaciones, el pase de Carlitos Tevez al Shanghai Shenhua. Y también la compra de empresas latinoamericanas. 

En Argentina, China es el tercer inversor externo con unos 12 mil millones de dólares, si bien no es claro cuánto es greenfield (emprendimiento nuevos) o adquisición de activos existentes, créditos o acuerdos de cooperación. O incluso, cuánto llega vía guaridas fiscales, lo cual es un fenómeno global. 

Represas 

Hacia el epicentro de ese fenómeno viaja Macri. Con el tema de las represas hidroeléctricas de Santa Cruz destrabado, verá en visita de Estado a su par Xi Jinping tras participar, junto a otros líderes mundiales, del Belt and Road Forum, un foro sobre la Nueva Ruta de la Seda (la iniciativa china para revitalizar y desarrollar Eurasia, la misma meta que tiene el nuevo Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura al que adherirá Argentina, se anunciará en este viaje). Y antes de volar a Japón, Macri visitará la SIAL de Shanghai, una de las mayores ferias de alimentos y bebidas del mundo, donde este año Argentina es invitado de honor. 

Los temas con Xi son los siguientes: a China le interesa el avance de las dos represas hidroeléctricas en Santa Cruz, Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. Es una de sus mayores obras en el exterior y comprometió su firma el propio líder chino, junto a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Los nombres y símbolos de las represas (no sólo el de Néstor, el de Cepernic también: un peronista perseguido por la dictadura), la rúbrica de Cristina, que sea en la provincia de Santa Cruz y que participe Electroingeniería (socia de Gezhouba) eran demasiado para un gobierno que hace del antikirchnerismo su bandera. 

Pero pese a la reticencia del Ministerio de Energía, que logró algunos cambios en la obra, y del de Medio Ambiente, donde más que un rabino que ignora esos temas, según él mismo confesó, parecen mandar ONG “conservacionistas”, se apuró el tema para no ofender a China, donde la ofensa, o la “pérdida de la cara”, como allá dicen, es algo grave. Se avanzó con el pedido de un informe ambiental que ordenó la Justicia, en la última semana Medio Ambiente dio luz verde y, aunque falta una audiencia pública obligatoria, Macri podrá mostrarle a Xi que hay continuidad.

Se anunciarán dos nuevas centrales atómicas con cooperación china, también esbozadas en el anterior gobierno, pero renegociadas ahora. Y seguirán los acuerdos en trenes, energías alternativas, petróleo y otros.

Inversiones

Según el ministro del Interior, Obras Públicas y Vivienda, la meta del gobierno es pasar de 2 a 6 por ciento la inversión en infraestructura como porcentaje del PIB, y se buscan inversiones chinas que, según Rogelio Frigerio, llegarían a más de 25 mil millones de dólares.

El fútbol y sus negocios será otro filón a explorar por Xi y Macri, quien puso en duda los lazos con China al iniciar su gestión. En la campaña electoral 2015 la postura del PRO en el swap de monedas entre bancos centrales, por ejemplo, fue que eran “puro maquillaje” de las reservas y que el renminbi, la moneda china, no era convertible. Apenas ganó la presidencia, Macri refrendó el acuerdo y hasta lo ejecutó: hasta ahí sólo estaba a disposición. Los yuanes al final servían.

Con la base satelital de Neuquén, denostada por un supuesto uso militar y secreto, pasó otro tanto. E igual con las represas, destrabadas ahora, y otras inversiones. En el medio, China no compró más aceite de soja a Argentina y nunca se sabrá si fue o no un castigo. Y a pedido de Techint, quedó ni sí ni no la postura argentina en la OMC sobre si considerar o no a China “economía de mercado”, estatus que el capitalismo pretende fijar cuando los chinos practican el comercio desde hace milenios.

País del Centro 

Los chinos llaman a China Zhong guo, es decir País del Centro. Luce asimetrías gigantes con todo el mundo, por tamaño, demografía y escala de su asombroso crecimiento. También con Argentina, que no supo, igual que sus vecinos, negociar en conjunto, al menos a nivel Mercosur, para acaso conseguir una relación más equilibrada. Y que debería incluir en la agenda del trato bilateral su ambición industrial. China, en tanto, no para y va marcando agenda y rumbos. 

Las marcas señaladas al inicio de esta nota, antes tradicionalmente occidentales, fueron adquiridas tanto por millonarios dueños de los grupos Zhejiang Geely, Fosun o Lenovo como por las estatales China National Chemical o la alimenticia Cofco. En Argentina, las inversiones son de firmas estatales: el banco ICBC, las filiales de Nidera y Noble (ahora de Cofco), las petroleras Sinopec y Cnooc, la energética Gezhouba o las mineras MCC y Shandong Gold, que acaba de comprar 50 por ciento de Veladero de San Juan a la canadiense Barrick, entre las principales. La excepción es Huawei, de teléfonos, que es privada.

La República Popular China es la segunda economía mundial por valor absoluto de PIB y la primera si se mide por poder de compra. Por tres décadas creció a una tasa del 10 por ciento anual y ahora bajó a menos de 7 por ciento, girando la base de su acumulación de exportaciones e inversiones externas a consumo y mercado interno. 

Un efecto de su extraordinario desarrollo es la internacionalización de sus capitales. Otra, la erradicación de la pobreza a una dimensión inédita en la historia mundial. Su desarrollo a la velocidad de un tren bala, como los muchos que corren por sus vías y se inauguran sin pausa, le trajo también consecuencias dañinas: polución, desigualdad social, desequilibrio regional. Y ahí está su poder político, que goza de un alto consenso y legitimidad en su población, la mayor del mundo, para lidiar con ellas y ver cómo las soluciona. China y Asia Pacífico recuperaron el centro de la economía global en este siglo XXI. 

El gobierno argentino balbuceó, y lo sigue haciendo increíblemente, lo de “volver al mundo”, del que nunca Argentina se había ido, excepto del nefasto circuito financiero especulativo global, al que se ha regresado a tambor batiente. Al menos una parte de ese derrotero parece ir en la dirección correcta, sin dejar de ser ni delicada ni compleja.