Las visitas de Alejandro Dolina, esperadas y bienvenidas, tendrán un nuevo encuentro el jueves próximo a las 20.30, cuando La Venganza será Terrible recale en Teatro Broadway (San Lorenzo 1223). “Estamos haciendo algunas presentaciones pero todavía en teatros relativamente pequeños. Ésta será una función de las grandes, de manera que vamos a ver si se produce la presencia del público”, dice Dolina a Rosario/12.

-Seguramente así será, ¿cómo no querer reencontrarse con usted?

-Aunque quizá no comparta yo la idea que usted tiene de mí, le agradezco su amabilísimo error (risas).

-El suyo es un encuentro mediado por la palabra, palabra que a la vez provoca encuentros entre personas que se desconocen y coinciden en usted.

-Eso es algo hermoso para mí, desde luego. Imagínese, en un mundo donde, diría yo, el principal ingrediente es la soledad, saber que lo que uno cree pensar en la más absoluta soledad, en la soledad cósmica, sea después materia de discusión por otras personas, es más de lo que puede soñar cualquier artista. Que los productos de su imaginación se conviertan también en tema de discusión, o en tema de curiosidad, de perplejidad, de crítica.

-Y robándole unos minutos al sueño, o con el sueño como continuidad (el programa va por AM 750, martes a sábado de 0 a 2 am).

-Lo ideal sería, como suele decirse, pasar de un sueño a otro (risas). Entrar en un ensueño de palabras, de anécdotas, de historias verbales, y luego soñar con ellas. Sería un mecanismo muy adecuado.

-Se va presentar en el Broadway. Las características de la sala ofician de distintas maneras, ¿no?

-El Broadway es un edificio muy particular, hermoso, misterioso. Eso contribuye bastante. La locación donde uno desarrolla el fenómeno teatral, en este caso, es muy importante para el actor. También son distintas distancias. Lo puede entender el que piensa en las manifestaciones. El tono de los discursos al aire libre en la historia argentina es un tono de palabras alargadas, para que terminen de llegar, para dar tiempo a que cada palabra llegue hasta el fondo de la calle. Uno habla así cuando está en la Plaza de Mayo o en la Avenida 9 de julio. Cuando estamos todos en la misma habitación, hay otra manera de dirigirse y de componer las situaciones; hasta hay otra manera de cantar.

-Una cercanía que reproduce la radio misma, con oyentes a la distancia.

-La radio tiene esa particularidad, ejerce un género de cámara, estamos con un tono de cámara y sin embargo las distancias reales son a veces enormes.

-Su visita coincide con su nuevo libro, Notas al pie (Planeta).

-Ya debe estar en las librerías; de hecho, yo ya he visto un ejemplar. Me han traído aquí, sosteniéndolo entre cuatro, un ejemplar para que yo lo viera. Y me asustó un poco, como suele ocurrir cuando un libro se convierte en un objeto real, cuando durante tanto tiempo es objeto de conjeturas y finalmente cobra realidad. Uno se siente perplejo, ansioso, temeroso del qué dirán. En este caso, del qué dirán quienes lo lean.

-Le escuché señalar que le llevó mucho tiempo.

-No es que me haya llevado años el hacerlo, escribiendo, pero sí pasaron muchos años desde que empecé hasta que terminé, porque hube de detenerme muchísimas veces. En algunas ocasiones por pandemias, otras por inseguridad acerca de lo viable que el libro pudiera ser, otras por pereza, vaya a saber. Pero hace más de cuatro años que estoy trabajando.

-Desde el a priori, su novela me genera la imagen de una balanza cuyo peso está en una sola bandeja, para luego desnivelar y pasar a la otra.

-El libro tiene un subtítulo, y es más explicativo: “Cuentos póstumos”, ahí ya lo matamos, “de Vidal Morozov”, un escritor ficticio, “con prólogo y anotaciones de su discípulo Franco De Robertis”. Efectivamente, el libro comienza con una clásica descripción del escritor Morozov. Empezamos a leer sus cuentos y por ahí empieza a aparecer alguna nota, informativa, supuestamente erudita, etc. Pero luego la balanza se desplaza, la intervención del libro es cada vez más asidua, y el de las notas se convierte en protagonista. Vamos abandonando a Morozov y nos ponemos más cerca de De Robertis. Pero entre los dos evidentemente hay un conflicto, y ese conflicto que son las notas al pie de los cuentos, es una novela.

-Existen libros así, en donde los comentaristas escriben más que Platón.

-Hay todo un género de libros intervenidos, a lo largo de la historia. Y a menudo esas intervenciones son más copiosas por lo menos que el texto original, pasa muchas veces. Esto no alcanza a ser una parodia del género pero sí un recurso para narrar, para contar una historia, de un modo no tan usual.

-No deja de ser la relación que uno, como lector, establece con todo autor. Siempre hacemos notas con el lápiz o mentalmente.

-Uno también interviene en el texto que está leyendo con comentarios, pensamientos propios hacia uno mismo, meditaciones, cuanto más rico es el libro que uno está leyendo más son las notas al pie que a uno se le ocurren. No me acuerdo si esto está en un libro mío o si lo he leído en algún lado, sobre alguien que ponía en el margen de los libros contestaciones al autor: “¡Aquí te agarré!” (risas). Desde que hacemos el programa de radio, ya hace mucho, me fui acostumbrando a leer ciertos libros, especialmente cuando son de pensamiento, información o divulgación, con un lápiz en la mano, para compartirlo en el programa o cuando descubro algún asunto extravagante para seguir indagando sobre el asunto. Subrayo mucho, costumbre que antes me parecía deleznable. Cuando era estudiante, me acuerdo, muchas veces trabajaba con textos que otros subrayaron antes y perdía mucho tiempo pensando en cuál era la razón del subrayado, cuando no encontraba ningún significado demasiado interesante en lo que mi predecesor había marcado. ¿Éste qué tiene qué subrayar aquí? Ahora yo mismo tengo esta costumbre.

-Inevitablemente, pienso en Borges.

-Y claro, todos estamos condenados a pensar fatalmente en Borges, cuando escribimos y cuando leemos.