"La ley no pudo contra la norma. Otra vez tenemos que hablar de violencia y odio hacia el colectivo LGBTIQ…". Así comenzaba una de mis columnas en el mes del orgullo 2021, titulada Esto es odio. La cito porque me parece pertinente hacerlo, ya que nuevamente otra noticia me causa el mismo estupor, bronca e indignación.

En aquella ocasión, hace apenas dos meses, un grupo de jóvenes asociados a un partido político de extrema derecha cortaba la bandera de nuestra comunidad izada en el Obelisco: un hecho vandálico, cobarde y discriminatorio. Este fin de semana, otra vez la madrugada sirvió como refugio para estos cobardes, pero ahora el blanco no fue la bandera, sino el bar y librería Maricafé, un espacio cultural emblemático para la comunidad LGBT porteña que queda en Palermo. Un hecho de absoluta crueldad, ejecutado por dos hombres que arrojaron un objeto prendido fuego contra el lugar y huyeron.

Este atentado no parece ser una cosa aislada, sino un claro ejemplo de que la homofobia sigue presente o, mejor dicho, el homoodio: debemos llamar las cosas por su nombre. No se trata de fobia, es ¡odio! Hechos como estos dejan en evidencia que la discriminación violenta no es cosa del pasado.

Pensar en prender fuego un lugar por el mero hecho de pertenecer a la comunidad LGBT es una aberración que parece propia de nazis con la lógica «ustedes no deberían existir, así que los prendo fuego». ¿Estamos todxs locos? ¿Qué está pasando que todavía siguen existiendo sujetos así en nuestra sociedad? ¿Es un retroceso? Obviamente esta gente no experimenta ningún tipo de empatía, así que les hablo a ustedes, lectorxs: pónganse por un momento en el lugar de lxs dueñxs o de las personas que trabajan ahí. ¿Cómo creen que se sienten? Durante décadas fuimxs perseguidxs, torturadxs y asesinadxs. ¿Hasta cuando vamos a seguir sintiendo miedo? ¿Hasta cuando van a hostigarnos?

A pesar de los cambios, sigo pensando que en la época que vivimos, levantar una bandera tiene un alto precio y puede traernos consecuencias.

Por portar la bandera del arcoíris a diario, Maricafé se tiene que enfrentar y someter al hostigamiento de una parte de la sociedad prejuiciosa, retrógrada y patriarcal que lo vapulea con falsas acusaciones por «ruidos molestos», que también esconden el odio que les genera tener como vecino a un bar LGBT.

Sin ir mas lejos, en el mes de noviembre, cuando se celebra el mes del orgullo en Argentina, el Gobierno de la Ciudad realiza diferentes actividades entre las cuales se encuentran los cortes de calle en diferentes establecimientos LGBTIQ+, entre los cuales se encuentra Maricafé. El año pasado, en el marco de esta celebración, en un solo día, el lugar recibió 46 denuncias por parte de vecinos. Dejo abierta una inquietud: ¿acaso durante otros eventos en que se cortan calles en nuestra ciudad, como La Noche de las Librerías, de las disquerías, de los museos, o incluso en las ferias de comidas que se celebran cada tanto, aquellos espacios culturales o gastronómicos que participan reciben tantas denuncias? Sospecho que no.

Maricafé, como tantos otros espacios LGBTIQ+, es un aporte muy importante para nuestra sociedad. La idea de sentir orgullo de lo que unx es, el no tener que dar explicaciones, además de vivir con alegría, todavía requieren de espacios de expresión. Por eso es importante que la ciudad cuente con símbolos de que eso sucede.

Recuerdo una pregunta recurrente que me hicieron el año pasado, en pleno mes del orgullo. Me preguntaban: ¿por qué siguen marchado, si ya tienen leyes?, ¿qué más quieren? Hoy les voy a responder a todxs. ¿Saben qué más queremos? Dejar de sentir miedo, queremos vivir en paz, queremos tener una familia, llevar a nuestrxs hijes a la escuela, reírnos con nuestrxs amigues. Queremos caminar por las calles sin que nos griten cosas feas, vestirnos como se nos venga en ganas, queremos salir sin afeitarnos sin que eso nos convierta en un meme. Queremos amarnos con locura, queremos besarnos apasionadamente en una plaza sin que piensen que es una provocación, queremos vivir en una sociedad que no nos juzgue. Queremos trabajar, queremos acceso a la salud, queremos acceso a la vivienda, queremos ser libres.

Hay una frase que me decía una loca amiga: «Si querés un arcoiris, hay que aguantarse las tormentas». ¿Saben qué? Estoy cansada de las tormentas. Ojalá vayan presos los cobardes que intentaron seguir atormentándonos.

Mientras tanto, nos seguimos preguntando: ¿Dónde está Tehuel?