Durante años se ha hablado de la apropiación de tierras y riquezas por parte de los colonizadores europeos en el siglo XV. A pesar de que constantemente aparecen en América Latina defensores del colonialismo que se postran ante Cristóbal Colón o el Rey de España, no es noticia la larga historia de masacres y saqueos económico a los pueblos originarios que inició con su “descubrimiento” europeo. Sin embargo, poco se menciona la explotación de saberes indígenas que se produjo durante esa época. Un equipo de investigadores de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) se encuentra estudiando la dimensión económica del conocimiento indígena que fue mercantilizado como parte de la acumulación de capital en la Europa moderna.

“Desde fines del siglo XV y, sobre todo, durante el XVI se inició un proceso de expansión global con centro en Europa. Conquistadores, misioneros y naturalistas emprendieron viajes de exploración y conquista hacia distintos continentes, entrando en contacto con las más diversas culturas y poblaciones. El desembarco en el continente bautizado “América” por los invasores tuvo, sin dudas, el lugar más destacado en ese proceso. En ese marco, la colonización o el intercambio comercial, según el caso, favorecieron la circulación de conocimientos desde todos los rincones del mundo hacia las metrópolis europeas, que obtuvieron de ello beneficios en distintos niveles”, explicó Santiago Liaudat, Profesor Titular en la UNLP y uno de profesionales a cargo de esta investigación.

El abordaje del interrogante sobre la explotación económica de estos saberes no europeos presentó para los investigadores dos primeros desafíos: con qué fuentes trabajar y qué se entiende por explotación. Sobre el primer aspecto, Julián Carrera, profesor de la institución y coautor de la investigación, explicó que “metodológicamente se procedió al análisis documental de tres fuentes del siglo XVI: las obras de Nicolás Monardes y Francisco Hernández y las Relaciones geográficas de Indias elaboradas por funcionarios españoles”. Además, afirmó que “la diferencia entre la explotación y la piratería radica en la libertad o, al menos, cierto grado de consenso, del explotado para ingresar en esa relación de intercambio. En contextos coloniales, esa libertad, por supuesto, es siempre relativa. Pero el matiz conceptual permite diferenciar situaciones en que los conocimientos fueron copiados, pirateados, sin el menor consenso de los indígenas como productores de esos conocimientos”.

Lo que se llevaron

Francisco Hernández fue protagonista de la primera gran expedición oficial ordenada por Felipe II destinada a recolectar toda la información posible relativa al orden natural en las Indias Occidentales. Estuvo siete años recorriendo Nueva España, actual México, donde accedió a los saberes indígenas a través del contacto directo con ellos. Por su parte, Nicolás Monardes, se ubicaba dentro de aquellos naturalistas que jamás viajaron a las Indias, sino que se entrevistaba con toda clase de actores como comerciantes, marineros, funcionarios o misioneros que provenían de América para recabar información y obtener objetos, en especial plantas.

El análisis de estas fuentes reveló no sólo la utilización con fines económicos de saberes sobre plantas medicinales americanas, sino también la apropiación de sus técnicas de procesamiento. En este sentido, resulta particularmente ilustrativo el descubrimiento europeo de la planta de coca y del tabaco. Destacadas tanto por Hernández como por Monardes, sus propiedades y procesamiento medicinal no sólo fueron exportados y capitalizados en Europa, sino que también fueron utilizados para optimizar la explotación laboral de los pueblos originarios.

Santiago Liaudat explicó: ”es sabido que estas plantas se constituyeron en poderosos estimulantes que los colonizadores emplearon para la explotación de la mano de obra indígena y esclava, al mismo tiempo que fueron introducidos, en particular el tabaco y, más adelante, el café, como sostén de la productividad capitalista en Europa. Por supuesto, el uso de estos estimulantes era una práctica habitual en pueblos americanos antes de la conquista, aunque fuera de la órbita mercantil que introdujo el colonialismo europeo. Es decir que la novedad está en su incorporación a la lógica capitalista, que va a extraer de ellos un doble beneficio: una mejora en el rendimiento laboral y ganancias derivadas de su explotación. Respecto al tabaco puede agregarse que la comercialización para consumo placentero, también conocido a través de los indígenas, se extendió desde fines del siglo XVI por Europa. Mientras que el caso de la coca andina destaca como el más emblemático en el período colonial temprano, ya que fue el principal estimulante para el trabajo minero y, a la vez, un enorme negocio para los colonizadores”.

En este proceso de apropiación la ciencia ocupó un lugar importante. Proponiendo la categoría de “mediación científica”, los autores destacaron que cuando un conocimiento no europeo se convierte en objeto científico ingresa en un nuevo horizonte, el de la racionalidad económica capitalista. Así, un saber deja de estar asociado a una cosmovisión indígena para obtener un valor de cambio europeo. La explotación de conocimientos sobre plantas y sus usos medicinales es el campo que permite ver con mayor nitidez este pasaje. “En los escritos de Monardes y Hernández se observa cómo desde los primeros contactos entre españoles e indígenas se han utilizado los saberes de estos últimos, a los cuales la racionalidad científica europea incorporó bajo los rótulos de historia natural, botánica o herbolaria”, concluyó Carrera.

Un primer resultado de la investigación de los profesionales platenses Carrera y Liaudat fue publicado recientemente bajo el título de “El otro botín: la explotación moderna-colonial de conocimientos indígenas” y puede consultarse de forma gratuita en la web.