La antesala de la nota ya provoca risas. Fernando Barrientos, conectado al Zoom desde su guarida mendocina, espera que aparezca el otro: Raúl “Tilín” Orozco, que está en algún lugar en la ruta que une Mendoza con San Luis. “No le crean nada, porque es un mentiroso serial”, dice el primero sobre el segundo, que intenta dar indicaciones de su paradero para conectarse. “¿Te imaginás Tilín astronauta… mi dios?, sigue atacando el de los rulos largos que alguna vez hizo de Tanguito (Tango Feroz), mientras la conversación en espera empieza sobre el tema Capusotto, Saborido y la Pizzería Los Hijos de Puta, y sigue con Barrientos en soledad, hablando sobre las dos presentaciones que el dúo tiene previstas en Buenos Aires. 

Una sucederá este viernes 10 de noviembre en el Café Berlín (San Martín 6656), y otra el sábado, en el Festival Mercedes Sosa en el C. C. Borges. El motivo del encuentro, en efecto, son los veinte años que festeja el Dúo, desde que el premio Gaviota de Plata obtenido en el festival de Viña del Mar marcó el punto de partida que derivó en un devenir marcado por más premios, cuatro excelentes discos (Celador de sueños, Pulpa, Tinto, Regreso), una acendrada interacción con Gustavo Santaolalla como coproductor de los dos discos del medio (los otros fueron “Tilín” y su hijo Gabriel) y Mercedes –nada menos- grabando con ellos la bella “Celador de sueños”. 

“Es una buena oportunidad este momento para hacer una revisita de los cuatro discos que tenemos hasta hoy”, formaliza el cantante y compositor. “Eso por un lado, y por otro, estamos por publicar un disco en vivo basado en dos shows que pensamos con ese fin: el del Centro Cultural Kirchner, y el del Teatro Independencia de Mendoza. La verdad es que el disco en vivo es una asignatura pendiente, porque tenemos muy buena onda con la gente que nos viene a ver… queríamos que ese feedback y esa calentura con ella, queden registrados”.

-Raro que nunca se les haya ocurrido en todos estos años grabar un disco en vivo, habida cuenta, precisamente, de ese plus que generan con el público, que suele ir más allá de lo musical: las charlas entre ustedes, los chistes, el humor cuyano…

Fernando Barrientos: -La cuestión es que una cosa es estar ahí, en la sala, y cagarte de risa con los tipos, y otra muy distinta, ponerte los auriculares... hay un margen muy amplio en esto. Es cierto que nosotros tenemos como plus, en nuestros shows, la empatía que se genera con el público, a través de las anécdotas que surgen, y la espontaneidad en la comunicación, pero trasladar ese clima a un disco es muy difícil cuando alguien está en su casa tranquilo, y se pone los auriculares. Te obliga a ser muy selectivo con el tema del stand up (risas). Digamos que es parte de un desafío, porque son puestas en escena muy distintas. No es lo mismo, como decía, participar en el show y participar de esa dinámica que también se retroalimenta con la gente, y otra muy distinta, estar en tu casa, escuchándolo solo.

La idea que prima entonces en la preproducción del disco debut en vivo del dúo, pasa por lograr una síntesis entre las quince canciones más representativas de la historia, y algunos “chascarrillos” (Barrientos dixit), de esos que dan pie a lo que sucede cuando tocan en espacios más chicos. “Cuando tocamos en teatros grandes, el humor del dúo va con cuentagotas, porque el factor fundamental para que esto ocurra es la cercanía con el público que se da en bares o lugares chicos. De todas formas, vamos a tratar de que el disco refleje lo más fielmente lo que sucede en vivo”, apunta Barrientos, mientras se espera la aparición de su compañero.

-¿Cuál es la fórmula que los mantiene unidos? No es lo mismo lograr continuidad con un dúo que con una banda, donde el reemplazo de un integrante por otro puede dar respiro y futuro.

F. B.: -Exacto. Con Tilín somos como Chasman y Chirolita, se va Chirolita y no queda nada (risas). En fin, creo que duramos por la amistad que tenemos. Ojo, no digo que esto sea un bálsamo, porque los dos tenemos personalidades fuertes, y no siempre hemos estado de acuerdo. Pero creo, sí, que hemos sido inteligentes en ese sentido. Hemos privilegiado lo que sucede entre nosotros en un escenario. Muchas veces terminan los shows y no nos damos ni pelota, no nos queremos ni hablar. Son las menos, pero a veces pasa, sobre todo en el marco de giras que se hacen muy largas, en las que estás un mes tocando de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, donde lo que hacés es tocar, descansar un ratito, y partir al otro día, hacia otro destino. Por suerte, hay un tercer integrante en el grupo, que es Pablo Moyano (productor, manager y amigo del dúo), un tipo fundamental para el equilibrio. Él es esa parte que no se ve, pero que nos llena de amor, y de onda. Pablo es muy importante en este proyecto, sin dudas.

Está hablando Fernando, y de repente irrumpe la figura de “Tilín” en la pantallita. Está al volante de un auto -parado por supuesto- y viste una campera de Independiente Rivadavia de Mendoza, el club de sus amores que, al momento de la entrevista, acababa de subir a primera división, tras derrotar a Almirante Brown 2 a 0. “Fui a la cancha con mi hijo, y lloré. No lo podía creer”, es lo primero que dice el guitarrista cuyano. Tira eso y, tal su costumbre, algunos chistes. También saluda al cronista. “Yo también estoy bien, Tilín”, reaparece Barrientos. “Que vos estés bien no es algo que me importe mucho; después de tanto tiempo juntos, cabrón, no me importa”, recibe el cantor como respuesta.

-A propósito, Fernando atribuye la duración del grupo a la inteligencia que con lo supieron llevar.

Tilín Orozco: -Bueno, la inteligencia no vendría a ser mi caso. Pero debería decir en mi defensa que soy bastante luminoso, bastante genial… derribo puertas, trago cuchillos en los árboles y voy pasando por los barrios pateando gatos, como una forma de descargar esta psicopatía desde que era muy niño. Y en este listado de cosas, aparece mi compañero Barrientos a quien a veces pateo, y a veces me patea él a mí, algo que nos gusta a los dos. Y que, sí, para contestar la pregunta, nos sigue manteniendo unidos.

F. B.: -Esto es lo que mantiene despierto, porque si todo fuera buena onda, buena onda, a mí ya me llena los huevos, qué querés que te diga.

T. O.: -Y a mí también. ¿Hermanos nosotros?... las pelotas.

-¿Y en lo musical, cómo y por qué fue posible la supervivencia de la convivencia?

T. O.: -Creo que nos someten las ganas de poder aportar algo, alguna vez, al menos para nosotros. Siempre hemos hablando con Fernando de intentar hacer cada vez mejores canciones. De intentarlo, al menos. Esto también nos mantiene unidos.

-¿Creen en la palabra evolución, en términos musicales?

T. O.: -Yo creo que no hay involución… de eso estoy seguro. Siempre hay chabones que son una masa, incluso más buenos que yo.

F. B.: -Como el futuro presidente, son una masa.

T. O.: -Siempre va a existir un aporte real y sincero de gente que estudia y que se preocupa.

-La pregunta iba más bien enfocada hacia el interior del grupo. ¿Ven entre Celador de sueños, el disco debut, y Regreso -el más reciente- una evolución, una transformación, o el desarrollo de un estilo?

T. O.: -Yo veo una evolución.

F. B.: -Para mí se trata más bien de una transformación. Evolución no hay, porque somos un desastre… no puede haber evolución desde dos trogloditas.

T. O.: -Pero al menos concedé que hay una evolución en mí, que estoy haciendo fierros.

F. B.: -Eso sí, van a ver qué marcado que está “Tilín”, en el Berlín. El otro día lo vi en slip en el cuarto y dije "me cambiaron al compañero", ¿quién es? ¿ Schwarzenegger? (risas mutuas)

-¿Por qué transformación y no evolución, Fernando?

F. B.: -Porque nosotros empezamos componiendo para otros intérpretes, y a partir de reafirmarnos nosotros mismos como intérpretes. Esta transformación se vio plasmada, por ejemplo, cuando apareció Santaolalla y abrió la cuestión sonora, porque nosotros éramos dos guitarritas antes de su llegada. Es algo notable entre disco y disco. Pero no hablo de evolución, porque algunos piensan que Pulpa, nuestro segundo disco, es el mejor. Incluso para mí lo es.

T. O.: -Para mí no, porque lo que estamos hablando no sucede en Pulpa, sino en Tinto. Me refiero al bagaje de cosas, a los recursos en la producción. Obvio que todos los discos tienen un valor enorme, pero siento que yo toqué mejor en Tinto que en Pulpa. Me gusta esa combinación de cambio sonoro, en el sentido de sumar instrumentaciones que no teníamos ni siquiera en la cabeza.

-Hay toda una corriente dentro de la industria y la creación musical en general, que indica que los primeros discos de determinado artista o banda son los mejores, y otra que es inversamente contraria: lo mejor siempre es lo último, o incluso está por venir ¿Dónde se ubican ustedes?

T. O.: -Eso tiene que ver con un folklore, creo yo. En nuestro caso hay como una línea. Por ejemplo, grabando con Mercedes descubrimos que si no hacíamos canciones no éramos artistas. Me rompió ese molde, porque de estos grandes artistas también aprendí que no hay un negro y un blanco. Que no se trata de si el primer disco es mejor que el séptimo y esas cosas. ¡Se ha cuestionado a Fito por esto, loco! ¡Se ha cuestionado a The Beatles! En fin, hay que disfrutar todas las etapas… yo disfruto el camino.

-¿Sienten que han desarrollado un estilo o sienten que se modifican a sí mismos, disco tras disco?

F. B.: -Bueno, hay un estilo marcado en nosotros, en la forma en que llevamos adelante el punto de vista que tenemos respecto de las canciones. Por ejemplo, yo amo a Yupanqui, y también a un tipo como Palorma, que creo que está en la misma senda de Atahualpa. Pero hay muchísimos otros grupos que a mí, particularmente, no me dicen nada. Luego, respecto del estilo del dúo, creo que llevamos adelante un puñado de canciones, con una forma muy personal de interpretarlas.

-Distantes de un regionalismo puro, si se quiere.

F. B.: -Claro. No quiero ser irrespetuoso con nadie, por favor, que no se entienda así, porque cada cual hace lo que puede. Pero la mayoría de los grupos cuyanos suenan muy parecidos, dicen todos lo mismo, cantan igual, sobre las mismas cosas. Están encorsetados en un mismo arquetipo, que por supuesto incluye también un gran trabajo guitarrístico. Entonces, nuestro estilo pasa porque no nos parecemos a nada.

-¿A qué atribuyen el vigor de esta especie de “purismo contemporáneo”?

T. O.: -No sé, pero hay algo ahí que hace que suene todo igual. Esto tiene que ver con enquistarse solamente con un género. Al menos, con Fernando lo vemos y decimos "no, esto no".

F. B.: -No a la copia de la copia de la copia, digamos.

La charla virtual termina, pero el sentido del humor no: “Chau Tilín, nos vemos dentro de diez años”, se despide Barrientos.


Los caminos paralelos

Fernando Barrientos suele cortarse solo cuando concibe canciones que, sabe, no cuajan con la propuesta del Dúo. Grabó, por caso, un disco “totalmente atípico” llamado Bermejo from hell, donde él toca guitarra y guitarrón. También acaba de editar Caseros, su versión del mítico y caótico disco de Tanguito, grabado en los estudios TNT, en 1970. Orozco, por su parte, está produciendo discos por la suya. “Hace muchos años me propuse no hacer lo que no sienta, solo porque toco bien la guitarra. Eso no me sirve, no me hace bien a mí. No me llena. Y producir me llena”, subraya “Tilín”.