Los grandes mentimedios perfeccionan la mentira. El montaje escénico impone que Cambiemos va ganando por cuatro puntos. Que a Nisman un poco más y lo mató Santiago Maldonado, como ya circula jocosamente en las redes antisociales. Que los mapuches son una especie de montoneros y que estamos rodeados de terroristas, por lo que hay que llamar a las fuerzas armadas, como anda diciendo el Sr. Pichetto y como en el programa de una vieja señora alertó un Sr. Yofre que atrasa dos o tres décadas. 

Por su parte, el Sr. Blanck pontificó ayer en Clarín que Cristina “ya sabe que va a perder”. Y que “a sólo cuatro semanas para la elección, los índices de economía, inversión y consumo en alza durante el último trimestre consolidan la oferta del Gobierno”.

Y hay mucho, muchísimo, incalculablemente más. Y todo mentira. 

La economía no ha mejorado ni puede mejorar en un país que destruye su capacidad productiva y ahora importa todo, incluso carnes y leche. Tampoco hay más inversión desde que los más de 100 mil millones de dólares de deuda nueva son timba, y no ha entrado casi nada de ese dineral. Y el “consumo en alza” es lisa y llanamente joda: vayan a las provincias, a los barrios, a los almacenes, a las panaderías, a los supermercados y pregunten a ver qué aumentos hubo. De precios hubo. Solamente.

Todo mentira, entonces. Encuestas que con mil telefonazos manipulados instalan la “sensación” de triunfo del otro Bullrich, como instalarían cualquier cosa, sobre todo cuando hay cada vez más cabezas jibarizadas. Que es de lo que hay que hablar, porque la falta de información alternativa, en una democracia, es desinformación. Y eso achica la conciencia. Y la democracia. 

Desinformar y mentir es lo que hacen estos tipos. ¿Qué decisión puede tomar la ciudadanía cuando se le miente todo el tiempo, a la par que se silencia la información y opinión disidente? Ése es el tema central de este país, entre tantos otros. Como periodista y escritor con 50 años de oficio, sé que por ahí va el drama argentino, y latinoamericano y de muchos países, desde España a Brasil y desde los mismísimos Estados Unidos a Corea del Norte. La mentira como sistema de dominación y engaño pertinaz, o sea lo que engañosamente se viene llamando “la sociedad de la información” o “de la comunicación”. Jajá, no hagan reír. Nunca el mundo estuvo más arteramente desinformado, nunca tan incomunicado a pesar de la fantasía del juguete rabioso que son los dispositivos electrónicos que hoy tiene cada habitante del planeta.

Claro que es absurdo analizar la mordaza mediática que nos están encajando como si fuera un fenómeno solamente comunicacional, o sociológico. También habría que verlo desde la psicología, la ciencia política, las ciencias de la educación, y ni se diga el pobrecito y hoy extraviado sentido común. Porque en la Dictadura sabíamos que el enemigo, los malos, los autoritarios, los que desaparecían gente no estaban bendecidos por las formas de la democracia. Pero hoy sí, y eso es parte del desastre: ya no vivimos en un estado de derecho porque estos tipos se cagan en la Constitución y en las leyes. Ése es el daño institucional que organiza el sistema mentimediático.

Duro pero cierto, desde que liquidaron la ley de medios apenas asumir, el desguace es sistemático. Esta semana circuló un listado con la firma de Roberto Caballero enumerando despidos en una docena de medios: Radio Nacional, Continental, América, la TV Pública, CN23, 360TV, más los cierres de los diarios Tiempo Argentino y Buenos Aires Herald, a los que se suma el acoso financiero y judicial a PáginaI12, C5N y Radio del Plata. 4500 trabajadores de prensa despedidos, suspendidos o precarizados en 20 meses, y en muchos casos con golpizas y detenciones. “No es casualidad –dijo Caballero y circuló por guasap–; es una política oficial que, de manera directa o indirecta, busca acallar las voces disidentes. El que pretenda verlos como casos aislados no hace otra cosa que naturalizar lo que debería ser repudiado”.

Y para terminar de fregar la digestión dominical, ayer en los mentideros empezó a circular el rumor, intenso, de que el Canal C5N fue comprado nada menos que por el primo presidencial, Angelo Calcaterra. Así que agarrate Catalina con lo que viene. Prácticamente no quedará posibilidad alguna de discurso alternativo. Y la pobre inocencia de la gente, creciendo a la par de su achicamiento cerebral.

Por eso El Manifiesto Argentino, desde su primer documento, insiste en que el “verdadero cambio somos nosotros”, los que impulsamos una nueva Constitución Nacional de origen popular, que establezca una democracia participativa y reformas absolutas en materia judicial y legislativa. No hay parches posibles.

Y es que sólo en la conciencia de la dimensión de la tragedia encontraremos futuro, es decir la perspectiva electoral necesaria para que el voto popular masivo los saque de donde están mediante una paliza de votos. Para lo cual, como subrayamos desde hace innumerables notas en esta página, hay que denunciar el fraude. El que ya han hecho, el que se viene y seguirán haciendo. Y que anhelan perfeccionar con el voto electrónico.

Hoy en la Argentina la mentira se ha entronizado en casi todos los órdenes. Han logrado imponerla, naturalizarla. Acusan y acusan, sin argumentos. Puros insultos. Chorros, yegua, montos, ultraK, sos esto y lo otro. Lo que no está claro, confundirlo un cachito más. Ante el razonamiento el grito, el improperio. 

Mentimedios. Telebasura. Sin alarma pero sí con gesto adusto y convicción, hay que enfrentarlos como pulgarcitos, como davides frente a los gigantes que hoy son el verdadero gobierno en esta etapa ominosa de esta república atormentada. Sabiendo que son capaces de lo peor. Ahí están Nisman, Maldonado, Milagro Sala, la censura, la mentira, los Panamá Papers y los negocios de famiglia.

Y ojo que esto apenas está empezando.