Cada día, las porteñas trabajan unas cinco horas más que los porteños, porque se encargan de las tareas hogareñas y de cuidado que los varones no asumen. La situación empeora en la zona más pobre de la ciudad, la sur, y se alivia un poco en el norte, presumiblemente en función con la posibilidad –o no– de contratar ayuda para las cuestiones cotidianas de la vida doméstica. Sin embargo, los datos demuestran que el sesgo machista en la división de las tareas no es estrictamente una cuestión de clase, sino que es profundamente transversal: de hecho, los varones con menos cantidad de horas de trabajo remunerado tienden a dedicar menos tiempo a esas actividades. Curiosamente, la carga horaria de la división del trabajo familiar depende del día de la semana aunque eso no cambie el sesgo: en sábado y domingo, las mujeres suman más de una hora a esas tareas, y los varones duplican la cantidad que les destinan de lunes a viernes. Esos son algunos resultados de la Encuesta sobre uso del tiempo en la ciudad de Buenos Aires, realizada por la Dirección General de Estadísticas y Censos porteña a partir de datos relevados entre 4500 encuestados entre septiembre y diciembre del año pasado. 

La encuesta, que fue respondida por mujeres y varones de 14 años en adelante, midió tres tipos de empleo de las horas: el trabajo remunerado (“trabajo para el mercado”), el trabajo no remunerado (que se despliega entre las tareas de cuidado de miembros del hogar y trabajo doméstico), y el tiempo destinado a actividades personales. La medición, además, contempló la posibilidad de realizar actividades de manera simultánea, algo que encuestadas y encuestados podían detallar en el diario de actividades (hasta tres a la vez).

Aunque la cantidad de varones que trabajan para el mercado supera en un 14 por ciento a la cantidad de mujeres (el 57 por ciento de los porteños, frente al 43 por ciento de las porteñas), pero ellas tienen a su cargo tareas no remuneradas de una manera que en nada se acerca a esas proporciones. El 91 por ciento de las porteñas se ocupa del trabajo doméstico, frente al 82 por ciento de los porteños; la disparidad se replica cuando se trata de trabajo de cuidado no remunerado a miembros del hogar: lo hace el 30,8 por ciento de ellas, frente al 21,3 por ciento de ellos. También las mujeres son más proclives que los varones a brindar “servicios a la comunidad y ayudas no pagas” (el 10,1 de ellas frente al 6,3 de ellos). 

Mujeres y varones tienen porcentajes similares de participación en actividades educativas (17 por ciento ellas; 18 ellos), de convivencia social y recreativas (87 y 90 por ciento respectivamente), de uso de medios de comunicación (75 y 77 por ciento). Todas y todos, por lo demás, declararon que dedican tiempo a tareas de cuidado personal, como comer, dormir, beber.

Cada día, las porteñas dedican alrededor de una hora menos que los porteños al trabajo remunerado (7 horas 59 minutos ellas; 8 horas 52 minutos ellos), pero el tiempo que destinan al trabajo doméstico no remunerado supera en más de una hora al que destinan a eso los varones (3 horas 27 minutos ellas; 1 hora 57 minutos ellos). Las porteñas, además, dedican al cuidado no remunerado de miembros del hogar casi dos horas más que los porteños cada día (5 horas 27 minutos ante 3 horas 42 minutos).  El informe subraya que esas diferencias “implican que las jornadas diarias de trabajo total de las mujeres sean más prolongadas que las de los varones, y que en definitiva las mujeres contribuyan más que los varones a todo el trabajo realizado”. Por eso, en la Ciudad, “las mujeres contribuyen con el 57,2 por ciento del tiempo de trabajo total realizado, mientras que los varones contribuyen con el 42,8 por ciento”.

Cuestión de clase

Para las ricas es más fácil pero no tanto. Los sesgos machistas quedan algo suavizados en las familias más acomodadas, y sin embargo esas diferencias en términos de ingresos no terminan por eliminarlos. La desigualdad entre mujeres y varones, indican los datos del informe, no parece ser una cuestión de clase, como señala el hecho de que los comportamientos sesgados por género sean bastante similares en el 1º Quintil (el 20 por ciento del total de hogares con menores ingresos) y el 5º Quintil (el 20 por ciento del total de hogares con mayores ingresos). En lo que respecta al trabajo para el mercado, las mujeres del grupo de menos recursos trabajan casi hora y media menos que los varones (7 horas 32 minutos ellas, frente a las 8 horas 57 minutos de ellos), mientras que las del grupo más acomodado dedican cinco minutos menos a esas mismas tareas que los varones del mismo sector (8 horas 19 minutos ellas, 8 horas 24 minutos ellos). Lo mismo registran las mediciones sobre trabajo no remunerado, aunque las cifras son más pronunciadas en el caso del 1º quintil: en ese sector, las mujeres dedican casi 4 horas más que los varones al trabajo no remunerado (7 horas 7 minutos ellas, 3 horas 40 minutos ellos). En tanto, en el 5º Quintil, las mujeres dedican 3 horas 18 minutos a trabajo no remunerado, mientras que los varones casi una hora menos (2 horas 08 minutos). El estudio señala que esa brecha entre sectores menos y más acomodados puede leerse en clave de cómo los ingresos más elevados permiten comprar tiempo ajeno para aprovechar el propio. “La posibilidad de contar con asistencia para el cuidado, ya sea en la forma de provisión pública de cuidado (por ejemplo, que los niños y niñas asistan a la escuela o a un centro de desarrollo infantil) o con provisión privada (por ejemplo, la contratación de trabajo doméstico y de cuidado remunerado a una trabajadora de casas particulares) o ayuda brindada por otros hogares (por ejemplo, la abuela que cuida durante parte del día a los nietos) facilita la dedicación de tiempo a trabajo para el mercado, y disminuye el tiempo dedicado al trabajo no remunerado”, advierte el estudio.

El tiempo que se gana comprando el tiempo ajeno para delegar en esas personas las tareas de cuidado o de trabajo doméstico, por otra parte, no parece tener destino de ocio. Por el contrario, ese tiempo liberado se traduce en más cantidad de horas destinadas al trabajo remunerado tanto en el caso de las mujeres como de los varones. El estudio relevó que “las mujeres con asistencia para el cuidado dedican en promedio 7 horas 44 minutos al trabajo para el mercado, mientras que las mujeres que no tienen esta posibilidad disminuyen la dedicación diaria a esta actividad a 6 horas 48 minutos”. Lo mismo sucede con el tiempo dedicado al trabajo de cuidado cuando no hay en quien delegar esas tareas: “las mujeres que no cuentan con esta posibilidad destinan en promedio 6 horas 54 minutos diarios a estas tareas, más que los varones que también reciben asistencia, y más que las mujeres y los varones que cuentan con asistencia”.

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