Más allá de las virtudes y defectos de sus candidatos, Cambiemos en Rosario está atado a la suerte del gobierno nacional. No hay un PRO totalmente rosarino y eso se ve en las prácticas políticas, campañas incluidas, que están totalmente formateadas al uso porteño. Las recientes denuncias de clientelismo político salvaje que pesaron sobre los candidatos del partido de Mauricio Macri en la ciudad, así lo indican. En Rosario, les guste o no a muchos dirigentes, hay una vara que ha sido colocada en lo alto en los últimos años y que todos respetan, incluido el peronismo local que a fuerza de perder elecciones, fue moldeando su perfil y el de sus candidatos a la hora de buscar el huidizo voto de la ciudad.

Precisamente, si el peronismo mantuvo su caudal electoral en los últimos años y el socialismo perdió sufragios en todas las seccionales ¿de dónde salen todos los votos del PRO? No hay que ser un cientista político de posgrado para determinar que se trata del antiguo voto socialista que viró. Alguno podrá decir cómo es que se pueda cambiar de la centro izquierda a la derecha. La respuesta no tarda en llegar cuando se determina que el componente ideológico del sufragio pesa en un ínfimo porcentaje.

En Rosario y en la provincia hay como una doble polarización. Cambiemos con el peronismo‑kirchnerismo por un lado, y lo que queda del Frente Progresista por el otro. Ahí hay una clave para determinar los comportamientos socialistas de los últimos años. El PS creyó que si se alejaba lo suficiente del kirchnerismo estaría a salvo del repudio de amplios sectores sociales que mostraron sin tapujos su enojo con el gobierno de Cristina Kirchner. Por eso su cuestionada postura neutral en el ballotage de 2015 cuando un país entero apostaba al blanco o negro. Es claro que si se habla de modelos, kirchneristas y socialistas tienen miles de puntos de contacto. Pero el PS no quería malquistarse con el electorado santafesino para preservarse para la próxima elección, ésta que sucederá el próximo domingo.

A la luz de los resultados de las PASO, no les sirvió de mucho la estrategia. El votante santafesino no pega necesariamente a kirchneristas con socialistas, pero sí los relaciona con un final de ciclo. Unos en la nación, y otros en la provincia y Rosario en un proceso que comenzó a vislumbrarse hace dos años. En 2015 el PRO no tuvo buenos candidatos para ofrecer y no había dado los primeros pasos en la gestión nacional. Y por eso perdió, por poco pero perdió. La gente no estaba lista para el cambio en Santa Fe y Rosario.

Ha corrido agua bajo el puente y hoy la situación es diferente. Antes de las generales de la semana próxima el oficialismo provincial y local sabe que la tiene difícil a la luz de los resultados de las primarias abiertas. El esfuerzo es por hacer el papel más digno posible y tratar de quedar en pié para el 2019.

En medio de todo el ruido de campaña y la saturación de imágenes, el debate televisado por los dos canales abiertos de la ciudad permitió entrever una disputa. Una leve confrontación de modelos de sociedad que es lo más importante a tener en cuenta aunque la mayoría de los votantes se guíen por otras sensaciones.

Los representantes el PRO Rosario están obligados a comprometerse con el presupuesto de salud pública y promoción social que trepa a casi la mitad del presupuesto general en la ciudad desde hace más de 25 años. Hay una aceptación mayoritaria entre los rosarinos de que ese es un compromiso intocable, un derecho consagrado que no se modificará. El candidato local Roy López Molina (el cuadro político más interesante que tiene el PRO en toda la provincia) tuvo que decir algo al respecto. Dice que hay "una campaña del miedo" ‑como acusaba Macri a Daniel Scioli en 2015‑ que le quiere hacer creer a la gente que Cambiemos va a modificar esas prestaciones si le toca en un futuro gobernar la ciudad. López Molina dice que nada de eso va a cambiar pero se apura a señalar que quieren modificar "las cosas que están mal". Hay que prestar mucha atención a este latiguillo que indica que lo bueno se mantendrá pero con correcciones que lo hagan mejor todavía. La realidad indica que no es así: este mismo argumento se utilizó para recortar prestaciones del Pami y para hacer caer cientos de pensiones por discapacidad, por ejemplo.

Los candidatos locales del PRO pertenecen a un partido que desde el gobierno y por decreto ha lanzado el CUS (la Cobertura Universal en Salud) que los especialistas no tardaron en identificar como el fin del servicio de salud pública en todo el país. Es un carnet de pobreza que permitirá a los pobres hacerse atender pero en condiciones cada vez más paupérrimas, achicando la cobertura. Lo contrario es lo que hoy hay y con excelencia en Rosario: la cobertura para todo aquel que no tenga obra social pero en el mejor nivel posible. Así, una mujer que va a parir en la maternidad Martin o en la flamante del Roque Saénz Peña, lo hace en iguales o mejores condiciones que otra mamá que lo podrá hacer en el ámbito de la salud privada. Eso es intolerable para cualquier proyecto neoliberal.

Que estas discusiones no tengan el peso suficiente hoy a la hora de ir a las urnas, no quiere decir que no existan ni que no haya que señalarlas. Es probable que en un tiempo la gente se agarre la cabeza con todas estas cosas y caiga en la cuenta de que el cambio que quería para su vida no era precisamente ese. Como siempre, será tarde para lágrimas y el motor de un nuevo cambio se volverá a poner en marcha. Mientras tanto hay una clara idea de país vigente que se expresó de manera salvaje, por ejemplo, en el coloquio de IDEA en Mar del Plata. Quien quiera oír que oiga. Allí estuvo todo el plan para Argentina de principio a fin, aún las cuestiones más inconfesables como la de bajar la pobreza mediante la flexibilización laboral. "Si esto fuera posible, la flexiblización laboral la pedirían los pobres y no el grupo Techint", escribió en redes sociales el doctor en Antropología y sagaz pensador Alejandro Grimson.