En su discurso del 10 de diciembre el presidente Milei trazó el marco analítico con el que interpreta la realidad económica, social e histórica. Reivindica y añora el lugar que supuestamente ocupaba Argentina a finales del siglo XIX en el concierto de las Naciones, para lo que sin citarlo se refiere a las estimaciones de Angus Madison, quien señaló que en 1895 Argentina tenía el PBI per cápita más alto del mundo. Lo que Milei no dice, como tantos otros “soñadores húmedos”, es que el propio Madison aclaró que tuvo dificultades en la elaboración de los datos. Por lo tanto es de una honesta interpretación histórica considerarlos una “aproximación” estadística, o como diría con mayor agudeza Mario Rapoport, un “dibujo estadístico”. Sobre esto es bueno releer “Porqué es falso el mito de que Argentina fue una potencia hace cien años”, publicado en Buenos Aires 12 el 15 de diciembre.

Hoy vamos a intentar poner en crisis otro mito muy recurrente en el discurso de Milei, el de las “bondades del libre comercio” para “abrir la economía al mundo”. Este mito presupone que a los países que se abren al mundo les lloverán riquezas y prosperidad, con el desarrollo de los países centrales y su política de su comercio exterior por ejemplo. Veremos más adelante que en realidad, los países centrales hicieron políticas diametralmente opuestas a las que Milei pregona.

No solo la historia contradice a Milei, la evidencia empírica no respalda la relación entre mercado libre y crecimiento económico. Así lo expresó Anwar Shaikh en “La Globalización y el Mito del Libre Comercio”-Conferencia sobre Globalización, en la New School University, Nueva York, en abril del año pasado. Y así lo  ratifican Agosin Manuel y Diana Tussie, quienes junto a Dani Rodrik en diversos textos afirman que “no hay ejemplos de países que hayan logrado altas tasas de crecimiento y de exportaciones con las políticas de liberalización general”.

Volvamos a Milei. Cuando el diez de diciembre dijo que “para salir adelante, hoy volvamos a abrazar las ideas de la libertad, esas ideas que se resumen en la definición de liberalismo de nuestro máximo prócer de las ideas de la libertad, el profesor Alberto Benegas Lynch hijo, que dice  que 'el Liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, cuyas instituciones fundamentales son: la propiedad privada, los mercados libres de intervención, la libre competencia …'”.

El pensamiento de Benegas Lynch (h), continúa diciendo Milei, es la esencia del nuevo contrato social que eligieron los argentinos.

En su discurso de Davos, el presidente siguió insistiendo en que “si se adoptan medidas que entorpecen el libre funcionamiento de los mercados, la libre competencia, los sistemas de precios libres, si se entorpece el comercio, si se atenta contra la propiedad privada, el único destino posible es la pobreza”.

En la Conferencia Política de Acción Conservadora en Washington del 24 de febrero y citando a Frederic Bastiat, Milei afirmó que “donde entra el comercio, no entran las balas, y promover el libre comercio es promover la paz”. Finalmente, entre los diez puntos que pretende imponer en su extorsivo Pacto de Mayo incluye la “apertura del comercio internacional de manera que la Argentina vuelva a ser un protagonista del mercado global”. Podemos agregar que en sus últimas cuatro declaraciones públicas tal vez más relevantes, abrir la economía al mundo es un objetivo inclaudicable. 

En su notable trabajo “Los mitos, su función en la sociedad y la cultura”, Juan Rivano nos explica que los mitos pueden agruparse de acuerdo a distintos criterios. Hay mitos divinos como la creación del mundo y los hombres, como de determinados fenómenos meteorológicos. También hay los que tratan de ir en busca de un objetivo maravilloso con propiedades mágicas. Se nos ocurre pensar que el mito del libre comercio, que nos llevaría a un paraíso terrenal de bonanza y riqueza, podría inscribirse en esta tipología de mitos. Ya en otras oportunidades nos referimos a como los países centrales, paladines del siglo XIX del libre comercio, en su desarrollo inicial accionaron políticas proteccionistas de toda índole. Cuando se transformaron en potencia al decir de Fiedrich List “patearon la escala”, impidiendo que los países periféricos adopten políticas similares. Conviene releer sobre esto “El día que Chang hizo un acuerdo con Saborido”, publicado en  Buenos Aires 12  el trece de septiembre pasado.

Viendo un poquito la situación actual, algunos sugieren que el Pacto de Mayo tiene notables similitudes con el llamado Consenso de Washington. Es probable. Pero la situación internacional es muy diferente. En los 90, el mundo asistía a la consagración de la globalización neoliberal, al derrumbe de las URSS, erigiéndose EE.UU. como potencia hegemónica. Se consolidaba la deslocación de la actividad productiva en busca de mano de obra más barata.

Sin embargo, desde la crisis de 2008 y profundizándose con el covid más el conflicto Rusia-Ucrania, el proceso de globalización comienza a estancarse. El crecimiento de los flujos comerciales se ralentiza, sumado a que los conflictos y las tensiones geopolíticas entre EE.UU. y China intensifican la declarada guerra comercial. El Informe Global Trade Update de la UNCTAD de diciembre expresa con claridad que 2023 termino con un descenso del cinco por ciento en el comercio mundial, siendo muy inciertas y pesimistas las proyecciones para 2024. Entre otras razones, por un repunte de las medidas restrictivas para el comercio por parte de los países centrales, que se orientan hacia la reintroducción de fases y procesos industriales en sus propios territorios, el llamado  reshoring u onshoring. O en su defecto, la inversión en países alineados geopolíticamente, el  nearshoring o friendshoring. Se recomienda, para una profundización sobre el tema, el trabajo de Gabriel Ríos Díaz “Reshoring, cadena de valor y tendencias actuales”.

El propio Banco Mundial en su informe del nueve de enero, Perspectivas Económicas Mundiales, reconoce que el crecimiento del comercio mundial será solo la mitad del promedio registrado en la década anterior a la pandemia.

Entonces, es pertinente preguntarse hacia dónde va el mundo.

En primer lugar debemos señalar que EE.UU. definió un Nuevo Consenso de Washington. Jake Sullivan, el asesor de Seguridad Nacional del presidente Joe Biden, destacó en abril del año pasado en la Brookings Institution que la globalización dejó a miles de estadounidenses en la calle. Por ello entiende que su país debe recuperar su base industrial. Sullivan se basa en el pensamiento de Brian Deese, uno de los intelectuales más cercanos a Biden, quien expresamente reconoce el papel impulsor de la inversión pública y la coordinación económica vía el  Ejecutivo. 

En la misma sintonía, Janet Yellen, secretaria del Tesoro, señaló que en el marco de la confrontación con China se van a restringir las inversiones salientes de tecnologías sensibles a China. Michael Roberts, en su texto  La economía de oferta moderna y el Nuevo Consenso de Washington, nos dice que "El libre comercio y la no intervención gubernamental deben ser reemplazados por una estrategia industrial en la que los gobiernos intervengan para subsidiar y gravar a las empresas capitalistas para que cumplan los objetivos nacionales”.

Finalmente, resulta útil conocer el pensamiento del presidente Biden, quien en su discurso sobre el Estado de la Unión del nueve de marzo dijo que “durante mi mandato los proyectos federales que ustedes financien (como ayudar a construir carreteras, puentes y autopistas) se fabricarán con productos estadounidenses y serán construidos por trabajadores estadounidenses, creando empleos estadounidenses bien remunerados”.

Sobre los chips, pieza central de la batalla tecnológica con China, dijo que “en lugar de tener que importarlos, se están invirtiendo miles de millones de dólares para construir nuevas fábricas de chips en EEUU”. Vale la pena aclara que la Ley de chips impulsada por Biden conto con un fuerte respaldo estatal.

En síntesis, pretender abrirse al mundo como desea Milei va a contramano de la tendencia mundial, provocando una apertura indiscriminada que será el golpe de nocaut a la ya vapuleada industria local.