De los laberintos se sale por arriba, decía el autor de Adán Buenosayres. 

Esa frase vuelve a ser un disparador atractivo para tratar de acertarle a cómo podría aproximarse alguna fórmula, entre la gente que desea activar o ser receptiva contra el modelo macrista, para prevalecer sobre una situación deprimente. Un contexto del que, aunque pueda parecer apenas episódico, forma parte el silenciamiento de pantalla a Víctor Hugo Morales. No es poca gente. Hay ese núcleo duro que sacó 3 millones y medio de votos nada menos que con centro en el conurbano bonaerense. Más un resto escaso pero atendible, que castigó a las fotocopias opo-oficialistas. Ese piso electoral daría para que cualquier marciano, desentendido de que se viene de una victoria arrasadora hace apenas seis años en dirección opuesta a la presente, se preguntase por el motivo de semejante bajón. No se trata tanto de los errores habidos, sino del vacío de construcción opositora. El marciano diría además que el Gobierno enfrenta graves problemas, desde una mirada estructural de mediano o largo plazo. Y no sólo el marciano. José Luis Espert, el gurka mediáticamente más honesto entre los economistas de la fauna neoliberal, acaba de (volver a) advertir que por este rumbo no hay otro destino que un viejo y conocido default, que Macri es un irresponsable y que ningún país se sostiene endeudándose a un ritmo de 30/35 mil millones de dólares por año. Carlos Melconian, otro ícono del establishment que presidió el Banco Nación hasta que el ego volvió a depositarlo exclusivamente como consultor de ricos y especuladores, dijo más o menos lo mismo: paren esta fiesta porque vuelve a terminar mal tarde o temprano, si no se produce en serio el ajuste indispensable. Para los despistados que sobran antes que faltar, gurúes como ellos no corren al Gobierno por izquierda sino bien a su derecha aunque esto suene inverosímil porque, se supone, a la derecha de Macri está la pared. Echen de una vez a todos los empleados públicos que sea menester, reduzcan sus salarios, ahorquen a las provincias bajo los versos de la responsabilidad fiscal, bajen el dichoso costo laboral argentino y, esencialmente, encaren la “reforma” jubilatoria y asistencial para ahorrarse unos 150 mil millones de pesos. Ese es el mensaje y el coste social no importa o finalmente es manejable, por aquello del “ahora o nunca” debido al inédito apoyo y contemplación masivos que tiene ese gobierno de derecha, sin proveniencia peronista, por primera vez en la historia.  Más aún. La mayoría o muy buena fracción de ese respaldo procede de la bronca acumulada y persistente contra la experiencia “populista” del kirchnerismo, incluso desde sectores medios y populares que fueron beneficiados por sus políticas. Toda una enseñanza renovada sobre las consecuencias de dormirse en los laureles. 

Cualquier recorrido, sobre los acontecimientos noticiosos de estos últimos días, ratifica que el envalentonamiento oficial asoma insuperable. Si es por el arrepentido Vandenbroele, a quien un funcionario macrista definió en off como “una solución belga para los problemas argentinos”, la trama de corrupción kirchnerista verá su luz total gracias a Boudou & Cía. y es un dato menor, muy menor, si el Gobierno se las arregló para ocultar sus implicados directos e ¿indirectos? del caso Odebrecht. Si es por el FIFAgate, todos los malos están de un solo lado; no hay ningún corrupto envuelto en ninguna de las corporaciones asociadas al oficialismo; no cuenta que el periodista despedido esta semana fue uno de los que, casi en soledad absoluta, comenzó a denunciar hace alrededor de 20 años el entramado mafioso de Clarín, Torneos y la AFA. Y es otro dato menor, muy menor, cotejar eso con la lista quizá incompleta, o muy incompleta, de blanqueadores seriales de la famiglia presidencial y adyacencias. Si es por la muerte de Santiago Maldonado, todo terminará en que se dio el gusto de ahogarse en un río helado para aprender a nadar. Si es por la grieta entre nosotros, los comunicadores, váyanse al medio de Corea los que elevan alguna voz acerca de una instancia dramática para los laburantes del mundo mediático: ahora el mercado puso todo donde corresponde y el darwinismo periodístico deja su merecido lugar para el discurso único de quienes querían preguntar, que hoy no preguntan nada.

El andar gubernamental es tan firme como el interrogante de si es cierto que dispone de grandes cuadros políticos o, acaso, tiene unas figuras ingeniosas para aprovechar clima de etapa, con el concurso de una oposición a la deriva y una gruesa porción de la sociedad inevitablemente gorila, per se y/o de pura frivolidad. El Gobierno tiró con la amenaza de una reforma laboral a la brasileña. Después presenta que concedió a la CGT prácticamente todo, de modo que el triunvirato gremial saque pecho, afirme que torcieron el brazo de Macri y, al cabo, la otrora central obrera deje el campo libre para la aprobación del paquete que el Gobierno esperaba de mínima. Los gobernadores acuerdan también un pacto fiscal de responsabilidad ídem, a cambio de tener unos fondos que requieren de una reactivación improbable salvo en el año verde en el que trasladarán trasladen el efecto a baja de precios y disposición inversora. De paso, ceden a la provincia de Buenos Aires la reparación de su conurbano con una fortuna que Mariu sabría aprovechar hasta que ardan las velas. Mientras tanto, a la verdadera madre del borrego, que es echar mano a la Anses, los fondos de los jubilados, los regímenes asistenciales, pocos le prestan atención. Ya lo dijo algún ganador mudo: lanzamos unas diez propuestas y, cuando logramos que todos se dispersen atacando las diez, queda despejada la que auténticamente nos interesa.

¿Cómo se llegó hasta acá? Algunas explicaciones están notablemente sintetizadas por el economista Ricardo Aronskind, en el artículo circulante sobre “la depresión kirchnerista”. Uno de sus apuntes es que “con la llegada del macrismo al Gobierno, un espectro de integrantes del Frente para la Victoria se sintieron “liberados” de continuar en el espacio kirchnerista: los Bossio, los Pichetto, gobernadores, intendentes, buena parte del gremialismo peronista. ¿Qué expresa su alejamiento? El malestar frente al devenir político del kirchnerismo; a esa trayectoria hecha de intuiciones políticas y confrontaciones reales, que los colocó en la vereda de enfrente de los principales poderes fácticos. No quieren seguir más en una ‘aventura rebelde’, que no sienten como propia. Quieren volver a su vieja adscripción ideológica conservadora popular o, los más ‘modernos’ como Urtubey, asumir la nueva identidad neoliberal-popular. Desean ser el ala ‘sensible’ del subdesarrollado capitalismo local, que es lo mismo que ser los administradores sensibles de la globalización neoliberal en la neocolonia argentina. La desprotección actual que se siente en el kirchnerismo deviene no tanto de la acción del macrismo, como de la falta de una articulación orgánica sólida de este importante espacio político. ¿Cómo es posible que nos encontremos casi sin medios propios, sin capacidad de reacción masiva y solidaria frente a los ataques y las medidas reaccionarias del macrismo, sin un discurso unificado y una interpretación propia de la historia reciente, sin tareas políticas concretas para miles y miles de personas que desean hacer política?”. 

Volviendo a Marechal y a la salida del laberinto por arriba, por lo menos debería estar claro que dentro del espacio genéricamente denominado como “progre” y dispuesto a enfrentar esa avanzada reaccionaria (que no Corea del Centro), está bien abrir el debate sobre el desierto que hoy abruma. Semeja a buen consejo que salte todo lo que tenga que saltar, que se forjen abiertamente todas las polémicas que sea menester, que se hagan en público, que se demuestre vitalidad intelectual y de vocación de poder, que el tema no pase por priorizar el pase de facturas de acuerdo con un narcisismo políticamente inútil. Al espacio que se define por su rechazo a lo que este Gobierno representa solamente le fue bien cuando asumió su identidad contestataria, insurrecta, sin medias tintas. Y no cuando intentó asimilarse a las formas de quienes, si es por la escenografía, tienen las cosas mucho más pensadas, definidas, ejecutables, que el campo “nacional y popular”.

Si la verdadera oposición a Macri no encuentra las preguntas, será improbable que descubra las respuestas. Y de ahí, a lo que también expresó Aronskind en un intercambio de pareceres con quien firma estas líneas.

Con depresión se piensa mal y se milita peor.