El Consejo de Seguridad de la ONU reclamó ayer a través de una resolución una tregua de al menos treinta días para Siria. Tras la resistencia inicial de Rusia y muchos días de negociación, los quince miembros del Consejo votaron unánimemente a favor. La resolución, sin embargo, no contiene medios de presión legales para imponer el cese del fuego. Para conseguir la aprobación de Rusia, la redacción inicial que especificaba que la tregua debía empezar 72 horas después de la adopción de la resolución fue eliminada y reemplazada por la expresión “sin dilación”. También el término “inmediato” debió salir del texto, en referencia a las entregas de ayuda y evacuaciones.

El Consejo “insta a todas las partes a suspender sin dilación las hostilidades por un período de al menos treinta días consecutivos”, señala el documento. La resolución pretende permitir que llegue ayuda humanitaria a las zonas sitiadas y que las organizaciones de la ONU y sus aliados puedan trasladar a las víctimas de la guerra a un lugar seguro.

Las intervenciones militares contra grupos terroristas reconocidos internacionalmente como tales quedan excluidas de la tregua. Por el momento, no está claro si la medida será acatada por las partes en conflicto. El objetivo fundamental del cese del fuego es “permitir la entrega regular de ayuda humanitaria, de servicios imprescindibles y la evacuación de los enfermos y heridos más graves”.

El embajador sueco ante la ONU, cosignatario del texto junto a su homólogo kuwaití (ambos presiden el Consejo en este momento), Olof Skoog, dijo: “No es un acuerdo de paz para Siria, es un acuerdo puramente humanitario”. Durante las negociaciones, los países de Occidente rechazaron un pedido ruso para que todos los convoyes humanitarios deban obtener el visto bueno de Damasco. 

Del alto el fuego quedaron excluidos los combates contra el Estado Islámico, Al Qaida y Al Nusra. A pedido de Moscú, se excluyen también “otros individuos, grupos, entidades asociados a estas organizaciones y “los otros grupos terroristas designados tales por el Consejo de Seguridad”. 

“Estamos respondiendo de manera tardía a esta crisis, muy tardía”, dijo la embajadora estadounidense en la ONU, Nikki Haley, al Consejo tras la votación, acusando a Rusia de haber retrasado el proceso. Mientras se discutía el cese del fuego, continuaban los bombardeos sobre Guta Oriental. En siete días de raids aéreos por parte del gobierno sirio sobre el enclave rebelde, situado en los límites de la ciudad, murieron más de 500 civiles, entre ellos 123 niños, de acuerdo con el último balance del Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Además, hay 2453 heridos, centenares de ellos en estado grave, y decenas de desaparecidos debajo de los escombros.

El bastión rebelde es desde el domingo pasado el objetivo de una operación militar de envergadura, en la que participa, según el Observatorio, la aviación rusa. Rusia dijo ayer que no participa de la intensa campaña de bombardeos que comenzó el 18 de este mes y es el preludio de una ofensiva terrestre.  

Desde 2013 Guta Oriental está sitiada por el gobierno sirio, pese a lo cual alrededor de 400.000 personas, la mayoría niños, siguen viviendo ahí. La población civil sufre una situación humanitaria catastrófica, con una espantosa carencia de alimentos y medicamentos. 

Antiguo “pulmón verde” de Damasco, situado al este de la capital siria, Guta Oriental es un enclave rebelde que desde 2013 es bombardeado casi a diario. 

Ese año el conflicto alcanzó un nuevo nivel con los ataques químicos en los alrededores de Damasco. En agosto de ese mismo año hubo un ataque masivo con armas químicas que provocó el horror del mundo entero, pero no detuvo las hostilidades... ni el uso de químicos.  

A partir del verano de 2017, se intentó hacer allí una de las “zonas de desescalada del conflicto”, surgidas de un acuerdo entre Rusia e Irán por un lado (son los principales soportes del gobernante Al Asad) y Turquía, que apoya a la oposición. Pero los bombardeos nunca cesaron. Y a partir del 5 de febrero, la ofensiva aérea alcanzó una intensidad inédita. 

A través de las redes sociales, los habitantes cuentan el horror de vivir “el infierno en la Tierra”, según describió el viernes el secretario general de la ONU, la situación en Guta. Un adolescente se pregunta por Twitter “por qué nuestra sangre no cuenta”. 

Los trabajadores de la salud están en la primera línea, frente al dolor y la muerte, intentando salvar a los que puedan, en medio de la absoluta carencia de elementos, equipos, medicamentos. Los hospitales y centros de salud fueron de los primeros objetivos de las bombas y fueron destruidos los 22 que había. 

En su página de Facebook, el médico Housam Adnan, residente en Douma, publica fotos de sus pacientes y pide “que se miren estas fotos de cuerpos desmembrados, gravemente heridos... la mirada espantada de esta nena, con sus ojos inmensos en su cuerpo extremadamente flaco, azotado por el hambre”.