CIENCIA › MARíA TERESA DOZO, PALEONTóLOGA Y DOCTORA EN CIENCIAS NATURALES

Una ciencia que no se fosiliza

Los fósiles siempre fueron elementos movilizadores en el conocimiento del ser humano, dice la especialista. Operan como pistas que permiten vincular los tiempos para construir memoria pero también futuro. La tarea de los paleontólogos es interrogar a la historia. Aquí lo explica.

 Por Pablo Esteban

El reto está en hacerse del pasado, en utilizar su potencia esclarecedora para comprender el presente y construir (de mil maneras distintas) el futuro. Porque el pasado se mueve y habla. Lo hace a través de fósiles: restos de seres vivos que se conservan sobre rocas. Huellas naturales que encierran historias, de las mágicas y de las no tanto. Los paleontólogos son individuos que de acuerdo a un método científico reconstruyen pasados biológicos. Pero, sobre todo, buscan historias para narrar. Cazadores de relatos.

María Teresa Dozo es doctora en Ciencias Naturales (Universidad Nacional de La Plata) y en la actualidad dirige el Instituto Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP) perteneciente al Centro Nacional Patagónico (Cenpat), localizado en Puerto Madryn (Chubut). En esta oportunidad, narra los aportes históricos de ambas disciplinas en la conformación de la ciencia moderna en Argentina, comparte la pasión que experimenta ante cada hallazgo y explica las bondades de las nuevas tecnologías en relación a los exámenes de campo y las reconstrucciones tridimensionales.

–A usted le gustan las ciencias naturales desde muy pequeña. Cuénteme al respecto.

–Recuerdo que cuando tenía 7 u 8 años, una vecina terminaba su carrera en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (Universidad Nacional de La Plata). Creo que funcionó como una figura inspiradora, me encantaban sus libros y los temas que estudiaba. Me pasaba tardes enteras en su casa mientras observaba qué hacía. Así que cuando finalicé el secundario, me inscribí en la Licenciatura en Zoología y egresé en 1982. Afortunadamente, comencé la carrera científica muy rápido y ya en democracia. Luego, me cautivó la evolución del sistema nervioso en los animales, y de la mano del maestro Rosendo Pascual, me volqué hacia la paleontología.

–Imagino que de su interés por el sistema nervioso de los animales y de la paleontología que ya comenzaba a desarrollar provino su especialización en la paleoneurología…

–Exacto. Mi director en aquella época fue Juan Carlos Quiroga, un médico que realizaba estudios paleontológicos y analizaba datos a partir de moldes endocraneanos de formas fósiles. Hace un tiempo la paleontología tiene su carrera propia, pero en el pasado –como ocurre con tantas otras carreras– fue desarrollada por especialistas que provenían de las más diversas disciplinas.

–En la actualidad, usted es directora del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología. ¿De qué se ocupan?

–Es uno de los institutos que forma parte del Cenpat que se encuentra ubicado en Puerto Madryn, una localización estratégica. La geología y la paleontología se constituyen como dos campos de estudio clave cuyo objetivo es promover la generación de conocimientos de las ciencias de la tierra, en el marco de la interacción histórica entre ambas disciplinas. Ambas poseen un desarrollo con muchos puntos en contacto. La vulcanología, la tectónica de las rocas ígneas, la paleontología de vertebrados y de invertebrados.

–¿Por qué Puerto Madryn es una localización estratégica para el quehacer paleontológico?

–Porque es un área que se encuentra limitada por formaciones geológicas muy ricas. Y además, conserva una fuerte impronta histórica.

–¿En qué sentido?

–La paleontología en Argentina posee un origen que se remonta a la época de Juan Manuel de Rosas, aunque más tarde se desarrolló y consolidó con los aportes del médico Francisco Javier Muñiz y el trabajo de los hermanos Ameghino (Florentino y Carlos) hacia fines del siglo XIX. La paleontología es la disciplina que inicia la ciencia moderna en nuestro país.

–¿Por qué?

–Me refiero a las cuestiones de índole teórico. Florentino Ameghino fue un pionero en asumir la teoría de la evolución y superó las ideas retrógradas del momento a partir de la paleontología. Junto a su hermano Carlos, realizaba las campañas en la Patagonia. Por sus propias condiciones, siempre se trató de una región que invitó a la búsqueda científica y a una mayor actividad por parte de los investigadores. Como cualquier desierto, facilitó y facilita los hallazgos fósiles.

–En relación a la búsqueda de restos fósiles. En un artículo reciente, usted señala que “es necesario preservar el pasado para cuidar el futuro”. La frase se describe por sí sola, pero ¿qué tiene para decir la paleontología al respecto?

–Siempre es muy interesante volver la mirada hacia el pasado, para situarnos en el presente y lograr proyectar hacia el futuro. La geología y la paleontología habilitan a este ejercicio retrospectivo. En todos los casos, el pasado cuenta una historia. En el propio ambiente existen señales provistas por las rocas y los fósiles que funcionan como fuentes de datos para narrar relatos maravillosos. Como si fuera poco, si uno logra interpretar los acontecimientos a partir de la información natural se torna posible transformar determinadas situaciones de la realidad.

–¿Por ejemplo?

–Hay mucha diferencia entre la efímera existencia de un ser humano en comparación al tiempo profundo que comprende el origen de la vida en la Tierra, hace unos 3500 millones de años. Sin embargo, con el desarrollo de estas disciplinas contamos con la posibilidad de acercarnos al descubrimiento de ese lenguaje inscripto tanto en las rocas como en fósiles para reconstruir qué ocurrió en tiempos biológicos pretéritos. Por caso, a partir de la lectura de los estratos terrestres podemos advertir cómo el fenómeno del cambio climático no es un proceso propio de nuestros tiempos sino que ha ocurrido a lo largo de la historia del planeta. El pasado nos ayuda a reconocer las causas y a entender las consecuencias.

–La biológica es una buena perspectiva en la medida en que ayuda a correr al ser humano del centro del planeta. Y cuánto más del centro del universo...

–Por supuesto. El ego muchas veces no nos permite comprender lo que ocurre alrededor. Desde aquí, la ciencia nos invita a moldear un compromiso social. Compartir con las personas la importancia de la conservación de los fósiles y las formaciones geológicas conserva un valioso poder educativo. Se trata de reconocer estos recursos como parte del patrimonio cultural.

–¿Un “valioso poder educativo”?

–Por ejemplo, hace un tiempo trabajamos con un grupo de médicos que promovían la lactancia materna en la comunidad. Desde nuestro enfoque paleontológico, participamos en varias actividades en hospitales para generar conciencia y conversar acerca de la antigüedad que tiene el registro de los mamíferos (200 millones de años). Si no fuera por la lactancia materna, este grupo de seres vivos jamás se hubiera constituido como tal ni el ser humano se hubiera desarrollado y adquirido la complejidad que exhibe en el presente.

–En cuanto a su actividad en el campo, ¿qué significa para un paleontólogo hallar un fósil?

–Es muy movilizante. Una verdadera conmoción que se vincula, simplemente, con hallar algo que nunca nadie había visto. Es tan impactante que tras 30 años de carrera aún me emociona. El científico se dirige con un plan al campo, con cierta idea que espera poder cumplir. Lo llamativo es cuando las aspiraciones se cumplen. Incluso, en algunos casos se encuentran más cosas de las pretendidas. Lo más fascinante es compartir saberes con los pueblos originarios. Hace un tiempo, con mi equipo intentábamos localizar un sitio paleontológico histórico y no lo encontrábamos. Para nuestra fortuna, nos cruzamos con descendientes de tehuelches y mapuches que no solo nos indicaron dónde estaba el lugar sino que nos transmitieron el modo en que ellos lo habían denominado. Es decir, además de haberlo encontrado antes que nosotros ya se habían ocupado de significarlo. El fósil siempre ha sido un elemento movilizador en el conocimiento del hombre.

–¿De qué manera las nuevas tecnologías son de utilidad para su trabajo?

–En el ámbito de la paleoneurología, la utilización de las nuevas tecnologías es muy importante. El uso de tomografías computadas y la reconstrucción 3D ha revolucionado la disciplina. El resultado es un continuo y creciente interés en las interpretaciones paleoneurológicas y paleobiológicas asociadas, entre otras, a la forma encefálica y de los senos endocraneanos, y al desarrollo de los sentidos en distintos grupos de vertebrados.

–En última instancia, ¿para qué sirve la información recolectada?

–Esta novedosa información es relevante para reconocer nuevos caracteres potencialmente útiles en estudios filogenéticos. Por caso, en el contexto de nuestros análisis sobre los mamíferos del Cenozoico sudamericano, es decir de los últimos 65 millones de años, realizamos numerosos (en algunos casos los primeros) moldes endocraneanos digitales en xenartros, notoungulados, litopternos, roedores caviomorfos y carnívoros prociónidos. Estas reconstrucciones 3D nos permiten deducir aspectos funcionales, sistemáticos y filogenéticos de los animales.

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