CIENCIA › DIALOGO CON MARIO ALBORNOZ, DIRECTOR DEL CAICYT

El asalto al cielo

El desarrollo de la ciencia es también flujo de información, circulación de saberes, intercambio entre equipos y entre grupos de investigación e industria. El Caicyt, un organismo del Conicet, regula y conserva ese flujo necesario.

 Por Leonardo Moledo

–Bueno, ya ve lo que dije del Caicyt, del cual usted es director. Ahora me tiene que contar qué es. Usted es el director...

–Quiere decir Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica. Es un centro que depende del Conicet, aunque tiene relación con todo el sistema científico, y tiene varias décadas de existencia. Antes funcionaba como un centro de documentación científica y después tomó el nombre de Caicyt en la década del 70, cuando era considerado como uno de los centros más prestigiosos en estos temas, en gran parte gracias a su fundador, el doctor Gibs, que era una persona muy reconocida en temas de información científica y tecnológica. Y en realidad, durante muchos años fue el centro de referencia latinoamericana, a tal punto que, según los testimonios que recojo de colegas de otros países, en muchos se crearon centros de este tipo. Claro que eran otros tiempos de la información científica y tecnológica.

–Pero vino el cambio tecnológico...

–Y pulverizó al Caicyt o algo por el estilo, porque además fue una época de dificultad institucional, por la muerte del doctor Gibs. El Caicyt pareció perdido.

–Pero se levantó del polvo y ascendió al cielo.

–Al Scielo, diría yo, ya le voy a explicar por qué. El Conicet entendió que un centro de estas características es una pata muy importante para el sistema científico. Tengo una anécdota al respecto.

–A ver...

–Revisando el segundo plan quinquenal del gobierno peronista hay un esquema del área de ciencia y tecnología y colocan como las dos instituciones máximas de ciencia y tecnología: el consejo de investigaciones (el equivalente al Conicet) y en el mismo rango el centro de información científica y tecnológica. Increíblemente moderna como concepción.

–Sí, junto con Richter y todo eso que también era moderno...

–Bueno, pero muestra que entonces ya había gente que pensaba en la importancia fundamental de la información científica y tecnológica: por una parte, porque permite recuperar la producción de los científicos y, por otra parte, hacerla accesible.

–Y olvidar lo que hay que olvidar.

–Sí, y además es una herramienta muy importante para la toma de decisiones.

–Y ustedes ahora están usando un software muy moderno, ¿verdad?

–Sí, pero además, gracias a un subsidio de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica, estamos desarrollando instrumentos de software propios sobre la base de datos en castellano y en varios idiomas.

–Bueno que la base de datos esté en castellano es ya una ventaja importante.

–Pero no la única, ya que este software permite trabajar con herramientas de inteligencia artificial que permiten establecer mecanismos mediante los cuales uno pueda buscar sin la necesidad de basarse solamente en palabras claves.

–¿Y cómo es eso?

–Por afinidades, desplegar grafos, mapas y de esta manera poder tener ciertos grupos, ver de qué manera se fortalecen dentro del país o fuera del país. Por ejemplo, se hizo un mapa de nanotecnología en Argentina, y cuando se lo mostramos a los nanotecnólogos se sorprendieron por lo grande que era.

–Bueno, para un nanotecnólogo, todo es muy grande. Da la sensación de que ustedes hacen una suerte de topología de la ciencia.

–Más bien, grafos, porque la topología no indica para dónde se va, pero los grafos sí. Además permite reconstruir leyes: de qué manera los grupos se relacionan entre sí.

–¿Y cómo se relacionan? ¿Bien?

–Sorprendentemente sí.

–Mi percepción, debo decirle, es que no. O mejor, que se relacionan poco.

–Pero en los campos más dinámicos no es así. Me parece que hay una tendencia creciente a formar redes. En la década de los 60, con el criterio fordista, se decía que hay que crear una masa crítica, juntar a la gente. Ahora el enfoque es más toyotista: a la gente se la vincula en proyectos flexibles, se la acerca en redes, y eso es una medida que está creciendo. Siempre, repito, en los campos más dinámicos, que son los que mejor acceso tienen a los recursos.

–Pero si en esas redes se pudiera meter a las industrias...

–Es que eso es lo que se debería hacer.

–Que no haya quince grupos estudiando superficies de metales buscando publicar en revistas sin ninguna industria buscándolos a ellos...

–Es que no hay muchas industrias trabajando en investigaciones como éstas. Cuando se hacen las encuestas de innovación da que efectivamente la inversión de las empresas en innovación son más altas que lo que se suponía, pero no necesariamente implican avances dentro de la ciencia.

–Pero sería interesante que una industria, cuando tiene un problema, pudiera recurrir a una de estas redes.

–Bueno, pero de todas maneras esto es una instancia superadora del viejo problema del diálogo universidad-empresa. El asunto es que con las redes todos están embarcados en un proyecto común, y en ese sentido creo que en los sectores más dinámicos hay un avance importante en Argentina. Por ejemplo, la colaboración entre el Conicet y sectores empresarios, farmacéuticos, agrarios. Yo diría que en nuestro país tenemos buenos ejemplos de colaboración entre el sector científico y el productivo. El problema es cómo se hace para que dejen de ser casos aislados y generen una nueva corriente.

–Lo interesante sería que el empresario viniera acá interesado por la producción científica...

–Bueno, SanCor viene acá por eso. El asunto es que, de todo lo que me dice, tenemos apenas un ejemplo en la Argentina. El problema es cómo hacer para tener muchos Invaps, muchos centros que divulguen la ciencia.

–De acuerdo. Yo creo, en definitiva, que la divulgación es la continuación de la ciencia por otros medios y que el divulgador es también un científico. Porque pienso que la ciencia es social, y pública, y laica, y gratuita. Y eso es lo que hacen ustedes: ponen la ciencia al servicio de la comunidad. Ahora, si la difusión es la continuación de la ciencia por otros medios, ¿por qué no se pueden organizar charlas en las empresas?

–Habría que hacerlo, pero no es esa lógica la del funcionamiento del empresario, que tiene poco tiempo, y ese poco tiempo lo emplea pensando cómo hacer más productiva la empresa.

–Pero si suspende un partido de golf y se dedica a una charla...

–El partido de golf forma parte del tiempo del empresario.

–Bueno, pero puede tener un divulgador atrás contándole... El caddie podría ser un nanotecnólogo, por ejemplo...

–Es que para el empresario eso no es lo importante. Lo que sí puede importarle son las innovaciones en el ámbito en que trabaja a nivel mundial, que le pueden mostrar con bastante crudeza dónde está parado. “El mundo está yendo para este lado, mi querido amigo, y usted está yendo para este otro.”

–¿Esto sirve para las pymes?

–Sí, para toda empresa que tenga que tomar decisiones estratégicas. Para tomar decisiones a futuro es necesario prever en qué va a andar el mundo dentro de 3, 4 o 5 años.

–¿Si alguien le pidiera una lista de pymes y temas que les puedan interesar, se la buscaría y se la daría para que organice encuentros?

–Por supuesto.

–¿Y el tema de las patentes cómo anda?

–Es interesante el tema de las patentes. La Argentina patenta muy poco, no hay incentivo. O sea, uno patenta y no recibe a cambio ningún beneficio económico, porque nadie la compra; en cambio, en el extranjero se hace público ese trabajo y lo usan como quieren. Los que más patentan, en realidad, son las empresas extranjeras. En realidad, se patenta, pero no acorde con la capacidad científica del país. En una reunión, el otro día, un investigador español mostró que en un campo específico de las patentes estadounidenses se citaba a muchos investigadores latinoamericanos. O sea que evidentemente el sistema científico es lo suficientemente bueno como para que se lo cite. Pero no patenta. La idea del administrador de un sistema científico es: estimulemos a nuestros científicos a patentar. Pero si las empresas no están interesadas en eso, es inútil. Me parece que el dinamismo del patentamiento se va a acentuar cuando la competencia económica lo exija.

–Bueno, cuénteme brevemente, antes de que me quede sin espacio, alguna otra cosa.

–Area de publicaciones científicas. Estamos trabajando para mejorar la calidad de estas publicaciones. Muy pocas revistas tienen talla internacional. El Caicyt tiene un programa muy fuerte: en primer lugar, porque es el lugar donde se da el registro ISBN a todas las publicaciones periódicas; en segundo lugar, porque es la sede del programa Latindex, que es el programa que intenta crear normas mínimas de calidad para las publicaciones del sistema científico latinoamericano; en tercer lugar, porque es el núcleo básico de publicaciones científicas del Conicet, por el cual se eligen las mejores publicaciones argentinas y porque, además, tiene el proyecto Scielo, que es una plataforma en donde están las revistas completas y con acceso abierto. Esto ha generado que las revistas que antes tenían cientos de lectores ahora tengan miles.

–El famoso asalto al cielo.

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