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 Por J. M. Pasquini Durán

(Viene de tapa.) Mauricio Macri, que llegó al ballottage, y Luis Zamora, en el tercer puesto, pueden darse por satisfechos con las opciones del electorado, aunque el empresario pagó caro cada voto y el libertario cosechó los beneficios del sentimiento de la antipolítica. Patricia Bullrich escoltó a Zamora porque perdió la mitad de las adhesiones que tuvo en abril López Murphy, su actual jefe partidario, en una competencia donde contaron las cabezas de lista antes que las fuerzas orgánicas de los partidos en disputa.
Aníbal Ibarra quedó habilitado para la segunda vuelta con algún potencial a su favor. Por lo pronto, podría crecer entre los votantes progresistas que ayer eligieron otras opciones y lo sigue favoreciendo el clima político que acompaña al presidente Néstor Kirchner, cuyo respaldo se descuenta. De todos modos, el actual jefe de Gobierno deberá analizar con todo rigor el mapa de la votación, porque si las cifras conocidas a la medianoche, alrededor del 25 por ciento de las mesas, confirman la tendencia general, podrá descubrir que las zonas pobres prefirieron al presidente de Boca antes que al promotor de la Corporación del Sur. Tiene la responsabilidad, además, de evitarle a Kirchner la frustración de un fiasco electoral frente a un competidor que se mueve entornado por el menemismo residual. En el segundo turno porteño, los resultados tendrán efectos inevitables en el orden nacional, ya que en la Capital el Presidente optó por el candidato no peronista. Otro tanto hizo en Catamarca, donde también hubo elecciones este domingo, donde el PJ está dominado por Barrionuevo, uno de los protagonistas emblemáticos más notorios de la vieja trenza partidaria.
El electorado puede ser desconcertante y hasta irracional en alguna decisión concreta, pero en términos globales envía sus mensajes con toda claridad. Tiene cierta preferencia por los aspirantes que no están vinculados al pasado político que repudiaron los cacerolazos, juzga a los gobernantes por el beneficio que recibe de su gestión, y a pesar de la lista sábana, en muchos casos prefiere cortar boletas, como se insinuaba anoche, con el escrutinio parcial, en las diferencias entre las cabezas de lista y los propuestos para el Congreso nacional y la Legislatura metropolitana. Con las tradicionales disciplinas partidarias en quiebra, los ciudadanos más de una vez dejan que predominen los sentimientos de coyuntura y después de pasar por el cuarto oscuro, al día siguiente, con las conclusiones en la mano, modifican su punto de vista. El ballottage les ofrece la posibilidad de corregir o reafirmar las elecciones de la primera vuelta, sin esperar dos o cuatro años.
Al inaugurar esta nueva competencia, Ibarra y Macri anoche dieron la sensación de tener los discursos cruzados. El empresario hizo suyo casi todo el modelo que defiende Kirchner, a quien le prometió inclusive la más plena cooperación, en tanto algunos comentaristas de la derecha en televisión, empalagados por la oportunidad, ya lo ungían como el nuevo jefe de la oposición, en lugar de López Murphy. El mensaje del actual jefe de Gobierno, en cambio, tuvo la intensidad de un trámite administrativo, sin la energía de quien está convocando a la epopeya de construir un nuevo país. Queda claro, de todos modos, que no están en disputa dos administraciones de un mismo modelo, sino dos modelos diferentes, tal como lo remarcaron ambos postulantes cada vez que cruzaron opiniones. Esta diferencia pudo ser opacada ayer por la increíble cantidad de partidos y aspirantes alineados en interminables filas de boletas distintas. Alreducirse a dos pretendientes, la ciudadanía podrá distinguir con más claridad y su decisión, entonces sí será definitiva... hasta el próximo comicio.

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