CULTURA

En la radiografía geopolítica de Saramago no se salvó casi nadie

El escritor portugués, en su visita a México, despotricó contra Bush, Blair y Aznar. Sólo se dulcificó cuando habló de Julio Cortázar.

José Saramago, además de escritor de gran talento, es una suerte de expositor itinerante. Adonde va, diserta sobre la “problemática mundial”, y aunque lo invitan mucho, de todos lados, sus opiniones suelen ser interesantes. Mañana participará en Guadalajara de los actos conmemorativos del XX Aniversario de la muerte de Julio Cortázar. Pero ahora está en el DF mexicano. Ayer fue protagonista del acto de entrega de la medalla Isidro Fabela, celebrado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma (UNAM), pero la ocasión fue sólo un disparador para que el Premio Nobel reflexionara en voz alta sobre las carencias en la gobernabilidad mundial, que no ha logrado ser un sistema perfecto, sino el menos malo de los posibles. “No estoy despreciando la democracia, pero lo que estamos viviendo no es una democracia. Vivimos en la plutocracia del señor Slim (Carlos, empresario mexicano), de (Gustavo) Cisneros (empresario venezolano de telecomunicaciones). Los gobiernos son sólo los comisarios políticos del poder económico, y lo digo con toda claridad”, acusó.
En su ponencia, el autor de novelas como Ensayo sobre la ceguera y La caverna añadió que sin democracia no hay derechos humanos y recordó que no se puede hablar de éstos cuando hay violaciones contra los derechos de las mujeres. El escritor portugués instó a los presentes a que se cuestionen el porqué, el para qué y el para quiénes actúan, con el objetivo de no ser más ciudadanos pasivos y sin sentido crítico. “Me lo pregunto todos los días... Hay que contestarlo y si hay algo que tenemos que recuperar es el sentido de ciudadanía, un sentido de justicia, de derecho y de leyes, ése debe ser nuestro leitmotiv”, explicó.
Saramago estaba frente a un auditorio integrado fundamentalmente por jóvenes estudiantes. Conociendo el escepticismo que imperaba, el novelista puntualizó que la decepción de los ciudadanos con la democracia es un fenómeno generalizado, que afecta también a aquellos países en que fueron sembradas utopías, como Cuba o su propio país. “En Portugal, hace treinta años, con la Revolución de los Claveles (abril de 1974) pensamos que algo iba a cambiar. Se trabajó y se trabajó y al final no quedó nada. Y en México, tampoco queda mucho de la llamada tradición democrática”, lamentó. El escritor criticó las sociedades indolentes, aquellas en las que generaciones completas han renunciado a defender valores más humanos, entregando sus vidas al conformismo y la indiferencia. Recordó que se ha vuelto habitual que las personas elijan a sus dirigentes no en función de sus necesidades, sino únicamente de uno u otro partido, en un sistema que rehúsa ofrecer soluciones intermedias o alternativas a la política partidista.
En Ensayo sobre la lucidez, su más reciente novela –aún inédita–, el autor portugués reflexiona sobre el valor de las democracias y la pérdida de sentido cuando los gobernantes supeditan sus acciones a lo que dictan los mercados. Lamentó que los políticos recurran a simulacros como las cumbres, que reúnen periódicamente a los líderes de las naciones para acordar compromisos que más tarde no se ponen en práctica. Y consideró que estos foros son únicamente actos de mercadotecnia en los que los problemas reales quedan convertidos en cuestiones sin importancia. “Hacen todo esto para salir en la foto, pero de ninguna cumbre han salido más que propuestas y mientras tanto no hay cambio. Lo único que tienen de bueno esas cumbres es que todos se hablan de tú.”
El autor de El evangelio según Jesucristo consideró un acto demencial, al que calificó de “monstruoso”, que el presidente estadounidense, George W. Bush, se haya autoproclamado “presidente de la guerra” tras la invasión a Irak. También criticó al presidente del gobierno español, José María Aznar, y al primer ministro británico, Tony Blair, por –según dijo– convertir la mentira en un instrumento político en relación con las circunstancias que condujeron a la guerra. “La mentira se ha convertido en algo universal y si no empezamos a decir la verdad, entonces esto se va aconvertir en una interminable comedia de engaños”, agregó el Premio Nobel de Literatura 1998.
Como se ve, no se salvó casi nadie. Pero la cara de Saramago cambió, se dulcificó, cuando le recordaron el motivo principal de su breve visita a México: Cortázar. “Es realmente una alegría estar en Guadalajara con Tomás Eloy Martínez, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes hablando de Julio Cortázar”, explicó al término de su conferencia magistral. El literato lamentó no haber conocido personalmente a su colega argentino: “Yo lo he leído mucho, es uno de los grandes escritores del siglo XX. No tendría inconvenientes en darle el Premio Nobel, tiene una coherencia artística total”, concluyó.

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José Saramago cuestionó lo que llamó la “plutocracia” mundial.
 
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