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José Luis Meiszner o la vida después de Grondona

Este abogado dirigente de Quilmes desde hace treinta años y hombre cercano a Grondona en la Secretaría General de la AFA, se perfila como el sucesor del hombre fuerte del fútbol argentino.

 Por Gustavo Veiga

Es de esos hombres que necesita describir el contexto antes de mencionar lo esencial. Mesurado, sostiene que, por su profesión de abogado, debe “usar bien las palabras”. José Luis Meiszner, por espacio de dos horas, cumplirá con esa máxima sin desviarse un ápice del sendero que se trazó recorrer. Jamás perderá la calma y sólo en un par de ocasiones levantará la voz. Si Julio Grondona tiene un apóstol adiestrado a su lado, es este dirigente de Quilmes con treinta años en la conducción del club. Funcionario del gobierno bonaerense en el área laboral, ex gerente del grupo Bemberg por más de tres décadas y, desde hace poco, secretario general de la AFA, da, cual boxeador atildado, el peso casi exacto para imaginarlo –quién sabe cuándo– sentado en el mismo sillón que hoy ocupa el presidente. Aunque Grondona se sensibilice y el propio Meiszner repita que, ese sitio, no es para él.
–Presidió Quilmes durante 16 años, fue delegado ante la AFA, presidente de su divisional, asambleísta, secretario de asuntos legales y secretario administrativo. ¿Le falta algo más?
–No, no me falta nada. Para mí es un orgullo ser quien acompaña al presidente con su firma en toda manifestación del fútbol argentino.
–Pero Grondona algún día no será más el presidente de la AFA y quizá lo observen a usted.
–Yo no estoy haciendo carrera. Hay gente que se propone en la vida un escalafón o jerarquía tipo militar, pero no es mi caso. Sí creo que, por distintas circunstancias, porque no soy demasiado grande ni demasiado chico y porque conozco al fútbol desde el vestuario hasta los escritorios, que si alguien me convoca puedo dar mi opinión de muchas cosas que hagan a la problemática del fútbol.
–¿No tiene vocación de poder?
–No trabajo con ese objetivo. A mí me alcanza con ser un consultor. El nivel en el organigrama de la AFA que me corresponda, no me interesa. Estoy dispuesto a colaborar en el ámbito que se estime que mi aporte puede ser importante. Pero eso no significa que uno se prepare para ser presidenciable o contrate a un asesor de imagen.
–¿Por qué los dirigentes le atribuyen los problemas del fútbol a la crisis del país, como si nadie tuviera responsabilidad por lo que pasa?
–Si tomamos al fútbol como actividad económica, yo pondría responsabilidad y autocrítica sobre de la mesa. Sería una torpeza hacer locontrario. La dirigencia no hizo las cosas todo lo bien que debió haberlo hecho. Pero han existido otras razones.
–¿Cuáles?
–La falta de reacción de las sociedades civiles para tener conductores que den todo lo que se debe dar. Porque dimos lo que nos sobra y eso no alcanza: en el ‘71, cuando empecé como dirigente, el tesorero de Quilmes era un comerciante próspero que con un par de horas en el club le bastaba. Hoy, que un tesorero pueda ser un comerciante próspero ya es inimaginable... Otro tema es la no participación activa de los socios para abortar las malas administraciones. Pero también hay que mencionar los años de inestabilidad económica y financiera que resolvieron “milagrosamente” la falta de profesionalidad de los dirigentes. Porque las inflación y las hiperinflación licuaban las malas administraciones. En cambio, la convertibilidad conspiró contra el equilibrio presupuestario.
–¿Quiere decir que tras la devaluación al fútbol le va a ir mejor?
–Hay dos instancias completamente distintas. Una es la doméstica o de cabotaje, y el fútbol no se diferencia del resto de las actividades económicas. Y otra es el fútbol de exportación, una actividad de elite en el mundo. Nuestra selección nacional, exitosa a nivel internacional con beneficios de primer mundo, ha hecho que Grondona pudiera balancear y compensar el costo-beneficio del fútbol que, en términos internos, es de quebranto habitual y permanente.
–Usted dice que el fútbol necesita de una ley propia. ¿Por qué?
–Porque se sigue manejando con escasos artículos del Código Civil de Vélez Sársfield que tiene más de 150 años. No me cabe duda de que necesitamos darle carácter legal a la actividad, llevando los reglamentos de la AFA a esa instancia. Porque hay reglamentos pero no se cumplen. La dirigencia no cumple sus propios reglamentos.
–¿Por qué?
–Porque es muy difícil ser juez y parte. Los directivos hemos demostrado ser malos juzgadores de las supuestas inconductas económicas o deportivas de nuestros pares. No sabemos, no queremos, no podemos...
–¿Por eso delegaron en el Estado el papel de contralor de los clubes?
–No necesariamente. Cuando haya una ley, será de cumplimiento inexcusable. Y los reglamentos no son una ley. Nosotros, de común acuerdo, podemos dejar de cumplir un reglamento, pero de común acuerdo no estamos en condiciones de hacer lo mismo con una ley. Como asociaciones civiles no podemos manejarnos con las mismas normas de la cooperadora que tiene la biblioteca Mariano Moreno de Quilmes. Esto es una enormidad. Y lo que no se hace por vocación, se termina haciendo por necesidad. El fútbol, como actividad económica en crisis deberá aprovechar el nuevo orden para salir fortalecido y no morir.
–¿Bastará con una ley? ¿Servirá para acorralar a los que se enriquecieron a expensas de la mayoría, a los que delinquieron?
–Yo no creo que en nombre del fútbol argentino alguien se haya enriquecido. O, por lo menos, no lo conozco. Quizá, cuando uno lleva este planteo al terreno de cierta institución, puede haber ejemplos de debilidad. Pero conociendo las vísceras del fútbol argentino, no tengo ninguna duda en ponerlo a la cabeza de las actividades argentinas, con un sustento ético envidiable. Es mi experiencia.
–Pese a lo que usted afirma, la imagen de su corporación está muy desgastada, se sospechan las peores cosas...
–Comencemos por lo genérico y bajemos. Lo que está cuestionado en la Argentina es la etnia dirigencial: desde el fomentismo del barrio hasta la política nacional. Por supuesto que he conocido inconductas personales en estos 30 años. Yo no digo que el fútbol sea el reservorio ético del universo. Sí afirmé que tiene muchísimo menos de inconductas que otros y esto me satisface. Pretender que sea un arca no contaminada respecto de la sociedad es de una vanidad insoportable.
–Usted lleva en un anillo en la mano izquierda que dice “Algo queda”. En cambio, Grondona tiene otro con la frase “Todo pasa”. ¿A qué se debe la diferencia semántica?
–La historia de este anillo es extraordinaria. Hace cinco años cumplí veinticinco como dirigente y mis amigos me hicieron una comida. Doscientos amigos se reunieron en el club Quilmes y me dijeron que invitara a otros diez amigos del fútbol en general. Yo elegí a Hugo Toschi, Noray Nakis y Juan Torres, entre otros. Fue muy emotivo: estaban mi papá, mis cuatro hijos... Si el “Todo pasa” de Grondona significa que nada queda, yo me dije que, no era verdad que todo pasaba. Que en el fútbol, más allá de las miserias, algo siempre queda, como el afecto y el reconocimiento de tipos con los que uno tiene objetivos afines en la vida. Mis amigos no me dijeron nada y a los 15 días aparecieron con el anillo.
–¿A Grondona no lo invitó a la cena?
–No vino porque no estaba. Pero yo digo que él ha sido, de los que conozco, el mejor dirigente deportivo contemporáneo.

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José Luis Meiszner usa un anillo con la inscripción “Algo queda”. Si se va Grondona ¿quedará él?
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