DEPORTES › OPINIóN

No debe ser, sigue siendo

 Por Diego Bonadeo

Son más sorprendentes los siete goles en un partido que el hecho de que Unión le haya ganado 4-3 a Boca como visitante. Un fútbol tan pobre como el que debemos soportar quienes pretendemos algo más que resultados, nos entrega día a día, semana a semana, mes a mes, y, en los últimos tiempos año a año, casi sin excepciones, la impredictibilidad –que de a poco de hace predecible– de un permanente igualar hacia abajo.

Pero no solamente el juego sufre la crisis y la desculturización. Luego del olvidable episodio que culminó con el gas pimienta –o lo que fuere– en la manga “protectora” de los jugadores de River en la cancha de Boca, muchos se asombraron por la falta de solidaridad de los jugadores locales, al no acompañar a sus adversarios a los vestuarios, dado el enrarecimiento del clima tras las idas y venidas previas a la suspensión del partido. Es que, salvo excepciones y pese a la farsa protocolar que se encuadra en el saludo previo a los partidos entre rivales y árbitros, los jugadores no parecen ser demasiado auténticamente solidarios.

Y en los últimos días hubo un par de episodios lamentables en los que aparece la falta de compañerismo entre adversarios. El recetario de violencia que sufrió André Gignac de parte de Maidana, ese oscuro golpeador de la defensa de River en el partido de ida de la final de la Libertadores y el golpe artero de Orion a Gamba en el Boca-Unión forman parte de lo que no debe ser pero sigue siendo.

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