Se habló de la posibilidad de que jugara en Boca.

–Me tentó siempre. Se rumoreó mucho, especialmente estos últimos días sobre esa chance, y la verdad es que ir a Boca es una motivación extra para cualquier futbolista. Es un club que se identifica con mi estilo, con mucha fortaleza y amor propio. Si se abren las puertas, es para tenerlo muy en cuenta. Además, rescato el hecho de que esté como técnico Julio Falcioni, con quien supe ser campeón en Banfield. Entiende cómo sacar el mejor potencial de los futbolistas. En Boca, con el correr de las fechas y la tranquilidad que le pueda brindar el entorno, lo va a conseguir. Por mi parte, en Vélez estoy muy cómodo.

–Es un goleador impresionante. Hay que sacarse el sombrero frente a él. Está pasando el último tramo de su carrera y recibe muchas críticas por su condición. A veces el fútbol es demasiado injusto con los jugadores. Palermo podrá pasar el resto del torneo sin marcar un gol, y sin embargo lo que hizo antes no se borra. Con un goleador así hay que tener respeto. Una mala racha puede ocurrirle a cualquiera. Yo tuve varias, y seguramente tendré varias más. Es una situación que al que vive del gol lo desespera. Imagino lo loco que debe estar el propio Palermo hoy. Pero más allá de esta realidad, no se puede desprestigiar lo que ya demostró. En Boca no pueden permitirse retirarlo por la puerta de atrás.

–No me rompo la cabeza pensando constantemente en mis posibilidades para vestir la camiseta de Uruguay. Cuando surgió la chance de cara al Mundial por mi rendimiento, los deseos estaban. Sabía que los delanteros que fueron son excelentes, pero jamás me sentí menos. El cuarto lugar en Sudáfrica fue algo histórico. Verlo de lejos se padeció y se disfrutó. Tengo sangre caliente, y estar dentro de la cancha, obviamente, hubiese sido algo maravilloso. En principio nunca entendí por qué no tuve una simple chance en amistosos. Méritos había hecho.