DEPORTES

El rebote

1. Los intransferibles

Que en el fútbol, por así decirlo, los resultados –no, por cierto, los trámites– de los partidos son “intransferibles” quedó demostrado por enésima vez en el partido que a los 118 minutos empataban Argentina y Suiza. Y la “intransferibilidad”, en este caso, viene de la goleada 5-2 de Francia a los suizos. La infranqueabilidad defensiva de los rivales de la Selección, especialmente en los mejores momentos del equipo argentino, era llamativa, en especial tomando como referencia la goleada soportada ante los franceses. Pero también atacando los suizos apuraron de a ratos a Romero, pese a la multiplicidad de Mascherano y al aceptable desempeño de Zabaleta, ya que una vez más la mala actuación de Federico Fernández, tal como sucedió en las presentaciones anteriores, no justificó en absoluto su titularidad. Casi podría decirse que juega por tener buena altura. Di María jugó otra vez un buen partido a partir de su vocación por “provocar”, Messi con altibajos tuvo un par de jugadas con su sello, incluyendo el pase-gol a Di María. Entre los suizos, Inler resultó el mejor socio del múltiple y eficiente Shaqiri.

2. Se precisan mejorías

La última imagen, la del bendito gol, Dios te salve Di María, no puede borrar que el partido fue un calvario, porque los suizos tuvieron en el primer tiempo un par de oportunidades claras que definieron mal y porque al equipo argentino le costó mucho generar situaciones de gol y complementar la tenencia de la pelota (casi el 65 por ciento) y el dominio del terreno con llegadas claras. Higuaín no aparece, Gago no aporta lo que se espera de él y cada vez más la Selección depende de lo que puedan resolver Messi y Di María. Le costó demasiado al equipo nacional y ésa parece ser la tónica dominante en los octavos de final: Brasil entró a los cuartos por penales, Alemania debió llegar al suplementario contra Argelia, Francia no la tuvo fácil con Nigeria y Holanda consiguió una agónica victoria contra México. La felicidad por el triunfo no debe borrar lo demás: es imprescindible mejorar.

3. Plan B del triunfo sideral

La insustituibilidad de Di María, postulada aquí en paralelo con la de Messi en el anterior partido, ha vuelto a adoptar carácter de axioma. La Selección Argentina no puede prescindir, en Brasil, en esta campaña, de un futbolista que demostró con creces ser el Plan B de triunfo. Lo marcaron bien a la derecha, con dos y tres hombres escalonados (Behrami, Xhaka, Lichtsteiner) y por eso Argentina sufrió en el primer tiempo. Cuando cambió puntas con Lavezzi y recuperó movilidad, el equipo cambió en el complemento. Cuando los motores se funden, por causa del calor y la exigencia continua, Di María enciende el turbo en el suyo y saca ventajas. Lo hizo en San Pablo como ya lo había hecho, por ejemplo, en La Paz. Sin delanteros totalmente finos para mandarla a guardar, este Fideo fino justifica cada gramo que pesa.

4. Ya no es una mala señal

“Si Mascherano es la figura, significa una mala señal.” La frase se hizo común en otros tiempos, en etapas de Mascherano + 10 y más atrás incluso, cuando el volante central terminaba luciendo por su entrega y su capacidad de interrumpir juego, pero el equipo no funcionaba. Era el bombero que apagaba todos los principios de incendio que se generaban por problemas tácticos y futbolistas mal parados. La historia cambió. En este Mundial, y ayer fue una prueba evidente, el nuevo Mascherano puede ser figura y no por ser un únicamente un gladiador: mejoró su ubicación, lo que le permite anticiparse a las jugadas sin necesidad de correr tanto; ya no solo interrumpe juego, sino que el quite se convierte en una pelota recuperada; y adquirió una notable precisión en el pase, tanto en corto como en largo. La influencia de su paso por Barcelona es notable y, por suerte, la Selección puede disfrutarla.

5. ¿Qué pasa con los cambios?

Sabella nunca se caracterizó por su ojo y su timing para modificar los partidos desde el banco. Ni en su paso triunfal como técnico de Estudiantes ni en lo que va de su ciclo al frente de la Selección se destacó por la rapidez de sus resoluciones o por la audacia de sus movidas. En San Pablo volvió a demostrarlo. Demoró demasiado los dos últimos cambios, que introdujo ya en el suplementario. Y cuando resolvió meter a Basanta y a Biglia, ya no tenía más remedio (Rojo y Gago estaban exhaustos). Más forzado por las circunstancias que por su propia decisión. Está bien ser prudente y medido. Pero que la prudencia y la mesura no se confundan con el temor o la falta de coraje para decidir en caliente. Los equipos no se dirigen pegando volantazos ni pateando los tableros a cada rato. Tampoco aferrándose a lo establecido como viene haciendo el DT luego de aquel entretiempo con Bosnia en el que no tuvo empacho en hacer saltar sus ideas por el aire.

6. ¿Se acuerdan de Rensenbrink?

Messi se escapó como el papa Francisco de la guardia suiza. Saltó un par de piernas como si fueran las paredes del Vaticano y en el minuto 118 habilitó a Di María, su principal sacristán. Golazo. Hasta ese momento aceptábamos el sufrimiento de los penales como un hecho predestinado. Pero el fútbol, o Messi en una de sus espasmódicas y decisivas apariciones, nos devolvieron el corazón al cuerpo. El relojito suizo, esa maquinaria aceitada, se detuvo. Pero no lo suficiente. Cambiamos la angustia de una definición incierta por otra, más paralizante. Primo hermano del tiro en el palo de Rensenbrink en el ‘78, el del suizo Dzemaili tuvo la yapa de un rebote que no fue gol de pura casualidad. En esos minutos finales del partido quedó condensado otro desenlace electrizante de este Mundial. Argentina mereció ganar, pero también sufrir.

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