ECONOMíA › EL VALOR DE LA TIERRA, LA VENTA DE LOS CERO KILOMETRO

Los síntomas del bienestar

La revalorización de la tierra fue espectacular desde la devaluación y no fue acompañada por el impuesto que la grava, el de menor cumplimiento. A la vez, se baten records de venta de autos en las zonas agropecuarias.

 Por David Cufré

“Es la primera vez en mi vida que tengo temor a que una medida económica me deje sin nada. Es un verdadero despojo”, decía espantado Marcos Rodrigué, presidente de la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (Acrea), el 27 de abril de 2002, días después de que el gobierno de Eduardo Duhalde había aumentando las retenciones a las exportaciones agropecuarias de 10 a 20 por ciento. Esa declaración, rescatada días atrás en una crónica de Página/12 sobre la reacción de los ruralistas cada vez que hubo un ajuste en los derechos de exportación (ver edición del 24 de marzo), choca con otra realidad impositiva del sector, además de con los datos de fuerte expansión económica –en la mayoría de los casos– de la actividad rural.

El valor de mercado de los campos registró una verdadera estampida desde la devaluación, al punto de que los 12.000 dólares por hectárea que llegan a pagarse en la Pampa Húmeda superan los valores de las mejores tierras productivas de Estados Unidos, según advierte un reciente informe del Ministerio de Economía. En la zona sojera y maicera, representada por las localidades de Pergamino, Rojas y Colón, entre muchas otras, la hectárea pasó de 3950 dólares en promedio en 2003 –después del peor momento de la crisis– a 9167 dólares a fines de 2007. El salto fue del 132 por ciento.

En la zona de invernada, que cada vez más es reemplazada por la soja en partidos como Trenque Lauquen, Rivadavia y General Villegas, el incremento en el valor de la tierra fue de 1525 dólares promedio la hectárea en 2003 a 4283 dólares en 2007. En este caso, la mejora fue del 181 por ciento. El aumento en el principal activo de los productores no se trasladó a lo que el sector tributa a través del impuesto inmobiliario rural.

El valor fiscal de la parcela para liquidar el gravamen no fue actualizado. En promedio, creció menos del 1 por ciento en esos años. Esa brecha creciente entre el valor fiscal, históricamente retrasado, y el de mercado redundó en una drástica caída en la incidencia del impuesto. En la zona maicera y sojera pasó del 23 al 10 por ciento; en la triguera, del 25 al 10 por ciento; en la de invernada, del 18 al 7 por ciento, y en la de cría, del 31 al 13 por ciento.

Por otra parte, el sector rural es el que registra mayores niveles de incumplimiento en la liquidación de aportes a la seguridad social. Se estima que el 75 por ciento de los peones trabaja en negro, lo cual es también reflejo de un extendido funcionamiento informal de la actividad. Frente a todo ello, las retenciones tienen la ventaja para el Gobierno de que son sencillas de recaudar, mientras que su mayor problema es que no distinguen entre las muy heterogéneas realidades del campo.

El temor de Rodrigué a que las retenciones lo dejaran sin nada quedó muy lejos de la realidad. La producción y la rentabilidad rural se encuentran en sus máximos históricos, más allá de los derechos de exportación.

Uno de múltiples ejemplos del crecimiento económico rural es la venta de autos cero kilómetro en los pueblos del interior. Los principales protagonistas de esas compras son pequeños y medianos productores, que impulsan el consumo en sus localidades. Un repaso de las operaciones en algunos de los distritos con piquetes emblemáticos del reciente lockout agropecuario muestra datos envidiables en la comercialización de vehículos nuevos. Las ventas a nivel nacional aumentaron el año pasado 25,9 por ciento. Las agencias colocaron 567.850 vehículos en toda la Argentina, contra 450.837 de 2006, de acuerdo a los datos de la Asociación de Concesionarios de la República Argentina (Acara). En Gualeguaychú, las ventas de cero kilómetro estuvieron por arriba del promedio nacional: subieron 28,6 por ciento, fueron 1375 unidades frente a 1069 de 2006.

Hay otros casos en los que las ventas también superaron el alto promedio nacional, con cifras que también son record histórico. En Saladillo aumentaron 46,6 por ciento, en Tandil 38,3 por ciento, en Coronel Suárez 38,2, en Río Tercero 37,7, en Pergamino 36,9, en Laboulaye 33,1, en Venado Tuerto 29,8, en Olavarría 26,6, en Casilda 26,5 y en 25 de Mayo 26,5. El relevamiento por los pueblos donde hubo algunos de los piquetes más duros permite observar otras realidades, como la de Azul, zona tambera, donde las ventas de autos nuevos subieron menos que el promedio: 10,3 por ciento en 2007 respecto a 2006. También el aumento fue más modesto que la media nacional en Tres Arroyos (17,7 por ciento), Villa Constitución (18,0), Ayacucho (20,1) y Trenque Lauquen (20,2). Pero en ningún caso hubo caídas. Desde 2002 se suceden declaraciones estridentes que anticipan cataclismos para el campo –como los de los ’90–, que los números desmienten una y otra vez.

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